La ambigüedad y la contradicción mencionadas se presentan en dos aserciones consecutivas acerca de lo que ocurre con la excitación en las neuronas: (1º) fluye, (2º) tiende a reducirse. Ahora bien, que algo se comporte como una magnitud fluyente (sea excitación u otra cosa) significa que se redistribuye sin pérdida ni ganancia, manteniendo constante la suma total, como ocurre con el caudal de un río o con la energía de un sistema. Si fluye, esa magnitud cumple una ley de constancia: puede redistribuirse variando aquí o allá, pero su monto total no varía; en especial, si sólo tiene dos destinaciones, al reducirse en una deberá aumentar proporcionalmente en la otra. Pero la segunda proposición no consiente que, si una se alivia de cantidad, la otra tome sobre sí el remanente, pues exige que todas aligeren su cantidad, y, si es así, la suma no puede mantenerse constante, como lo requiere la hipótesis del flujo, sino que siempre se reducirá, dado que se reduce cada uno de los términos que la componen.
Freud parece haber sucumbido al equívoco que el término “economía” presenta en la lengua alemana, en la nuestra y en muchas otras: es la ley de conservación que rige los libros de caja (si algo desapareció de un rubro, debe de encontrarse en otro o haber sido repartido entre varios), y también es el ahorro, la tendencia a reducir gastos. El planteo freudiano tiene una contradicción interna porque ambas cosas no pueden cumplirse. En consecuencia, hay que elegir.
La pandemia de aburrimiento que acompaña a la del COVID-19 es la demostración práctica, a escala global, de que ningún principio de placer se aplica a los seres hablantes y de que ese principio ni siquiera puede ser salvado invocando un “más allá” regido por la compulsión de repetir, ya que justamente la repetición es lo que el aburrimiento pretende romper. Gracias a esta pandemia, escuchamos con claridad la voz con que el parlêtre interpela a Freud: Vater, siehst du denn nicht, dass ich verbrenne? Padre, ¿no ves que ardo? ¡Ardo de pasión, de amor, de deseos! Ich verbrenne vor Leidenschaft, vor Liebe, vor Begierden!
¿Cuáles son las implicancias? Si no hay principio de placer ni “más allá” que lo complete ni principio de realidad que lo prosiga, el proceso primario deberá ser otra cosa, como observa Lacan,(49) y entonces también lo serán el inconsciente mismo, el sueño y hasta el despertar; la pulsión perderá su carácter molesto, y la noción de defensa, sus principales derechos; la vivencia de satisfacción cambiará de signo, pues no nos colmará por cancelar una excitación perturbadora, sino por prodigar inéditos e inolvidables modos de gozar; el trauma y el síntoma deberán igualmente ser reformulados, y vacilará nuestra idea de la represión; la constitución del yo requerirá, como mínimo, ser fundamentada de otro modo, y habrá que revisar con lupa tanto la metapsicología como la compulsión de repetir; la pulsión de muerte carecerá de justificación, y las fuentes de la angustia y del fantasma volverán a sernos enigmáticas; el masoquismo no planteará problemas económicos, explicar el malestar en la cultura requerirá razones nuevas,(50) y si, al ser que goza, el superyó le ordena gozar, su función puede resultar superflua. Como cada una de estas consecuencias tendrá, a su vez, una serie de derivaciones, el programa de trabajo que esto prefigura se parece al de un efecto dominó en el que la caída de ciertas fichas inaugura la de dos o más series nuevas. No obstante, plantearlo así podría hacer que con horror nos preguntemos qué quedará en pie, pese a que en verdad la propuesta no es demoler, sino reconfigurar; no es tirar abajo una columna, sino sustituirla por una más firme; es mandar al museo el principio de placer, remplazarlo por un fundamento no contradictorio y más adecuado al mundo humano, y forjar así una herramienta más idónea para tratar el sufrimiento de los cuerpos hablantes y para interpretar el malestar en la cultura.
16. Partes de este capítulo fueron presentadas en las XXVIII Jornadas de la Escuela de la Orientación Lacaniana el 1º de diciembre de 2019; otras, en la sede madrileña de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, dos semanas después.
17. Cf. Arenas (2020 a ).
18. Cf. Lacan (1977).
19. Lacan (1976: 131).
20. Miller (2007: 86).
21. Cf. Miller (1998 a ).
22. Cf. Arenas (2015 a ).
23. Freud (1900: 153).
24. Ibíd., p. 154.– El subrayado es nuestro.
25. Ibíd., pp. 164, 176.– Volveremos sobre ese sueño infra , pp. 43 s .
26. Ibíd., p. 189.– La lengua alemana posibilita aquí un juego de palabras.
27. Ibídem.– El hipotético cumplimiento de deseo se consuma dando un lugar muy comprobable a cierto goce –quizá penoso, pero goce al fin.
28. Ibíd., p. 177.– Causar displacer es el precio pagado por disfrazar el cumplimiento supuestamente placentero, como si disimuláramos la droga que queremos pasar por la frontera mediante un disfraz más caro que la droga misma.
29. Ibíd., pp. 163 s , 247.
30. Cf. Lacan (1964 b : 42 s , 66, 76 s ; 1969: 182).
31. Freud (1900: 275).
32. Ibíd., p. 504.
33. Ibíd., p. 200 n .
34. Lo sugiere, además, el caso de Emma, que Freud (1895: 400-404) presenta como paradigma de la proton pseudos histérica.– Cf. Arenas (2020 b : 34-40, 70).
35. Arenas (2012: caps. 22-23).
36. Cf. Arenas (2014 b ).
37. Cf. Lacan (1958 b : 181 s ).
38. El latín divertere significa “llevar por varios lados”.
39. Freud (1895: 344).
40. Freud (1900: 546, 593, 608).
41. Arenas (2012: cap. 1).
42. Véase infra , cap. 3.
43. Angot (2012).
44. Miller (2013) comenta la tercera.
45. Un deseo no siempre tiene tal poder de conmoción, pero jamás es un instrumento desdeñable.
46. Arenas (2017: 23).
47. Arenas (2020 b : 60).
48. Freud (1895: 340).
49. Lacan (1972 b : 32 s ).
50. Cf. Bauman y Dessal (2014), Arenas (2018 a ).
El “Proyecto de psicología”, velozmente escrito en 1895, no es sólo la base de todos los modelos freudianos, como Lacan dijo alguna vez; es también la cuna del principio de placer, que en sus primeros ocho apartados nace, crece y se consolida. Al revisar cómo luce el aparato propuesto por Freud si suprimimos ese principio, mantendremos la concepción cuantitativa, económica en el sentido de cierta ley de conservación compatible con el flujo de cantidades, no en el sentido de que éstas tiendan a reducirse. Por otro lado, si bien poco después (en La interpretación de los sueños ) Freud remplazará las neuronas por representaciones y, en alguna medida, intentará separar su aparato de la supuesta anatomía nerviosa,(51) no olvidaremos que la construcción planteada se apoya por completo en la arquitectura del arco reflejo.
Ahora bien, si no suponemos la obligatoriedad de la descarga como función primaria del aparato, no hay por qué admitir que éste prefiera huir de todo estímulo (la observación de cualquier lactante muestra lo contrario), los estímulos endógenos (pulsionales) no quebrantan ley alguna, y es innecesario imaginar que deba ponérseles fin mediante una “acción específica”, ya que sabemos hasta qué punto es posible y habitual realizar acciones que incrementen esa excitación. El apremio de la vida –problema biológico– no es algo que el aparato psíquico esté obligado a resolver. Las representaciones pueden ser investidas con cantidad, pero no tienen por qué procurar descargarla. La noción de unas barreras-contacto que inhiben la descarga no es afectada por esto, sino favorecida; lo mismo ocurre con la distinción entre los caracteres pasadero y no-pasadero de dichas barreras(52) y con la noción de una facilitación de éstas. Y, como las facilitaciones no sólo permiten reducir sino también aumentar la excitación, no hará falta asociarlas a una hipotética función primaria de descargar cantidad.
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