Roberto Abad - Cuando las luces aparezcan

Здесь есть возможность читать онлайн «Roberto Abad - Cuando las luces aparezcan» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Cuando las luces aparezcan: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Cuando las luces aparezcan»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Dos son los apartados en los que Roberto Abad divide «Cuando las luces aparezcan». En el primero,
Formas de abducción, nos encontramos con un joven que, guiado por el señor Maussan, sospecha que lo que ha sufrido su padre no es un derrame cerebral; un hombre que se ve a sí mismo en una pintura que ha comprado como ofrenda de paz para su esposa; un interrogatorio a un médico que poco a poco recuerda un pueblo misterioso y a sus habitantes. Después del contacto, la segunda sección, nos muestra amores interestelares y los enconos que estos despiertan; una voz paranoide que surge tras un experimento de inseminación; la humanidad que se transforma en una ecuación, en una teoría de conjuntos. La duda, el misterio y lo extraño impregnan los seis relatos de este volumen. En ellos, el lector encontrará una realidad sospechosa en la que se intuye una verdad no dicha, llena de bruma, incierta; y justo cuando haya trascendido ese velo, vendrá a imponerse otro que lo hará cuestionarse la nueva realidad. – «En un mundo semejante al conocido, bajo los estragos de un sistema descompuesto, se dan cita varios personajes cuyo aspecto en común parece ser la resistencia. En estos cuentos, los robots, las abducciones, las intervenciones en los cuerpos, los clones, la manipulación genética, la determinación perversa de la existencia y las emociones o el abuso de poder nos incitan a cavilar por medio de un registro en tensión. Las luces aparecen, sin embargo, las historias de las que somos testigos indican que quizá sea demasiado tarde». Daniela Tarazona

Cuando las luces aparezcan — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Cuando las luces aparezcan», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать
Para mi madre Lorena un ser de otro planeta I Formas de abducción Mientras - фото 1

Para mi madre, Lorena,

un ser de otro planeta.

I

Formas de abducción

Mientras seguían andando y hablando, he aquí que un carro de fuego y caballos de fuego separaron al uno del otro y subió Elías en un torbellino al cielo. Eliseo miraba y clamaba: ¡Padre mío, padre mío!... Y no lo vio más.

IV DE LOS REYES 2, 11-12

HISTORIA SOBRE MI FAMILIA

LA LLEGADA

El señor Maussan me recomendó que estuviera atento. Entendí lo que quería decirme: no era hora de jugar. Esperábamos quietos en una esquina de la recámara, cuando las voces se oyeron en la sala, luego en el pasillo de arriba y, por último, detrás de la puerta. Padre entró en una silla de ruedas. Lo empujaba un enfermero flaco, pelón, vestido de ropa blanca. Entre él y Madre lo acostaron. Ella agradeció, después lo llevó a la salida. Le pregunté al señor Maussan qué debía hacer ahora. Me pidió que viera a Padre. Tenía la cabeza vendada, parecía un esqueleto y apestaba a medicina. Del asco, me tapé la nariz.

Los doctores dijeron que fue un derrame cerebral. Que por eso lo operaron de urgencia. Y no sé qué más. En cuanto Madre me lo contó, corrí a buscar en la computadora de qué se trataba. Una venita malformada explotó en su cabeza y adentro se llenó de rojo. El señor Maussan, que sospechaba hasta de las plantas, me pidió que siguiera investigando, debía haber otra explicación; estuve de acuerdo. Leí en blogs sobre algunos casos de gente que abandona a su familia. Casi todos eran muy distintos al nuestro, menos el del video. No sé cómo, luego de muchas vueltas y de dar clics aquí y allá, llegué a él. Unas personas contaban la historia de un campesino que desapareció de pronto; meses después volvió con las mismas características de Padre.

Saca las colchonetas, hijo, aquí vamos a dormir, dijo Madre cuando subió las escaleras y entró al cuarto. Traía la cara escurrida como una manzana seca.

Primero tengo que averiguar, le contesté.

Necesito que me ayudes, por favor. Haz lo que te digo.

Es importante.

Estoy cansada. Obedece, carajo.

Cuando me hablaba con ese tono, las órdenes me resultaban confusas. Debían pasar tres minutos con veinte segundos para darme cuenta de lo que realmente quería que hiciera. Pero esa vez no me tuvo mucha paciencia. Abrió el clóset y aventó las colchonetas al piso.

El asunto empezó un día en que Padre no volvió del trabajo. Alguien llamó por teléfono. Nos dijo que él estaba en el hospital y fuimos. Los doctores no nos dejaron entrar a verlo. El señor Maussan me preguntó cuánto tardaría una nave en llegar a la nube de Oort; levanté los hombros. Madre comentó que lo mejor era quedarnos tranquilitos, sin hacer berrinches. Pero fue la primera en romper las reglas. Empezó a gritar para que nos dejaran ir con Padre. Vino un guardia. Entonces ella se sentó conmigo en la sala de espera. Aunque, media hora más tarde, volvió a gritarles que necesitaba entrar. Estuvimos ahí muchos días. Se hacía de noche. Salía el sol. Y así. Hasta que fueron a avisarnos que lo habían dado de alta.

Esa mañana, después de extender las sábanas, llevamos a Padre a la regadera. Al quitarle las vendas, miré varios cortes en su cuerpo. Lo habían rapado, tenía una rajada en la nuca con la forma de un ciempiés. Quizá lo más raro fueron los tres hoyos: uno en el estómago, como un segundo ombligo; otro en la garganta, por el que se escuchaba la respiración, y el último en la frente, que no era un agujero en realidad, solo estaba sumido.

¿Qué son esos hoyos?

Tuvieron que abrirle.

¿Por qué?

Es difícil explicártelo. Mejor apúrate, échale agua.

Madre lo tallaba suavecito para no lastimarle las cicatrices. Cuando le enjuagó la espalda, le habló al oído: ya pasó, viejito, ya estás con nosotros. Pero a él poco le importaba lo que dijéramos, su cara seguía sin moverse. Y si una cara no se mueve, entonces no sabes lo que quiere o lo que siente por dentro. Me dieron ganas de alejarme.

Intenté decírselo a Madre, pero también estaba paralizada, no oía. Me pregunté si un derrame cerebral cambiaba a los que estaban cerca del enfermo. El señor Maussan respondió que no me preocupara. Juntos íbamos a llegar al fondo de esto.

En la cama, la ayudé a vestir a Padre. Le puse un calcetín y ella otro. Después le colocamos una playera. No podía dejar de mirarle los ojos. Parece un pug, pensé en voz alta y Madre me hizo a un lado, enojada. Nuestra situación era más o menos igual que la del hombre del video. El señor Maussan pensaba lo mismo. De hecho, la piel de Padre era del mismo color, como muy blanca y algo azul con un poquito de morado. En ese momento recordé a la esposa del campesino, que, sin dejar de llorar, miró a la cámara y dijo:

Ninguna familia supera una abducción.

COMER

El señor Maussan era mi amigo desde hacía bastante tiempo. Lo conocí un sábado mientras buscaba en internet fotografías del cosmos. Descubrí que él tenía un programa en el que pasaban videos de ovnis. Nos caímos bien de inmediato. Le mostré mis dibujos. Comentó que yo era un gran artista y empezó a visitarme cada semana, luego se quedó. Tenía el cabello blanco. Llevaba un saco verde pistache, zapatos cafés y pantalón de mezclilla, y una libreta en la que apuntaba nuestros planes; por ejemplo, averiguar qué le ocurrió a Padre.

Durante esos días de la llegada no pude dormir. Me la pasaba platicando con el señor Maussan. Estaba muy al pendiente de la familia y me ayudaba a tener las cosas claras. A veces nos alternábamos para ver, desde la puerta, qué hacía Padre. Los brazos se le llenaron de moretones por los piquetes que le dieron en el hospital. Era como un sillón: no hablaba, permanecía fijo, a mitad del cuarto. Una mañana Madre me sorprendió espiando.

Salúdalo, dijo y me llevó con él.

Hola, ¿qué te pasó?, ¿cuándo vas a llevarnos al terreno?

Antes de que Padre desapareciera, nos iríamos a vivir a la otra casa en La Herradura. La construyó en un terreno cerca de una montaña, había árboles y pájaros. Al final ya no nos fuimos. Nunca supe por qué. Quería que me dijera si fue mi culpa. Creo que intentó contestarme, puso los ojos grandotes y, con mucho esfuerzo, abrió la boca dejando salir un quejido.

¿Nunca va a volver a caminar?

No sé, hijo, quizás en unos meses.

Cuándo lo haga, ¿se va a ir de nuevo?

Madre intentó abrazarme. Ella sabía lo mucho que me molestaba que me pusieran las manos encima. Sentía que me faltaba el aire, apretaba los dientes, quería gritar. Entonces, al ver que empezaba a ponerme colorado, dio unos pasos, tomó distancia, como si entre nosotros hubiera una pared invisible. Después se quedó callada.

El señor Maussan decía que, cuando las personas no se permitían hablar, o guardaban un secreto o estaban enojadas contigo. Pero Madre, incluso enfadada, era capaz de responderme. Por eso lo más probable es que escondiera algo. Quizá tenía que ver con la abducción. Decidí concentrarme en recolectar pruebas.

A la hora del desayuno, Madre trajo unas pastillas trituradas en un plato lleno de agua. Se las daba por la boca a Padre con una jeringa, todos los días. Le decía: a ver, viejito, tómese su medicina. Y yo le ayudaba a agarrar el recipiente.

Como vio que era cuidadoso, me pidió que lo ayudara a comer. También lo hizo para que conviviéramos más, ahora que él tenía tiempo. Y porque pensaba —la escuché decirlo— que las personas que se quieren deben estar juntas. El señor Maussan comentó que no tenía por qué ponerme inquieto. Madre me entregó un plato con papilla. Acerqué una cuchara a la boca de Padre, esperé hasta que la pudo abrir, le escurrió un hilo de baba.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Cuando las luces aparezcan»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Cuando las luces aparezcan» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Cuando las luces aparezcan»

Обсуждение, отзывы о книге «Cuando las luces aparezcan» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x