Cristodero, Paulo
La trastienda de la pandemia en cuentos y relatos / Paulo Cristodero. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: online
ISBN 978-987-87-1338-0
1. Narrativa Argentina. 2. Cuentos. I. Título.
CDD A863
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail: info@autoresdeargentina.com
Ilustraciones: Graciela Mastropasqua
A mi esposa Andrea, a mis hijos
Ariela y Fabrizio, y a mi gran amigo
Néstor Joandet.
Prólogo
La pandemia actual alteró la vida cotidiana. Un acontecimiento repentino e impensado. Unas alteraciones que se manifiestan en los hábitos, costumbres, comportamientos, que en muchos casos se canalizan en conflictos con distintos resultados. Tal vez, la diferencia en este evento es que ciertas conductas se potencian; tanto a nivel individual como social. El propósito es, a través de estos cuentos y relatos ilustrados, reflejar simplemente esas vivencias; gobernadas por las pasiones, las virtudes; las miserias humanas.
Cuando este mal termine, seguramente lo más valioso que nos va a dejar es el aprendizaje.
Almacén de cepas
El origen
La pronta oscuridad y los relámpagos anuncian una tormenta que distraen a Xûan, y cae en un pozo profundo. La caída se hace interminable. En el trayecto se golpea consecutivamente y su estado es de seminconsciencia. En el último tramo, se desliza hasta caer de pie en un anfiteatro natural, donde curiosamente observa un sector con la apariencia de una farmacia. “¿Qué es esto? —se pregunta...— ¿el inframundo?”. No puede determinar si está vivo o muerto... Dirige su mirada a los estantes y vitrinas y observa cajitas del tipo de medicamentos con el rótulo de viruela, tuberculosis, sarampión, varicela, gripe A, hepatitis, y muchos más. Se sorprende, y entiende que una farmacia expende remedios y no enfermedades. De pronto una voz áspera y quebrada le pregunta:
—¿Qué va a llevar?
—... Nada —responde Xuân. No podía ver quién le hablaba. De todas formas le pide que le explique de qué se trata todo eso. El enigmático responde que las enfermedades son remedios. Xûan manifiesta:
—Muchas de esas enfermedades provocan epidemias, aislamiento social, ¡sufrimiento... muerte! Las cuarentenas son irritantes, parejas en conflicto, hermanos que se pelean, amigos que se distancian... intolerancia y provocación en las calles; crisis económicas que hacen crecer la delincuencia.
La voz, ahora más tensa y espasmódica replica:
—Y tal vez las cosas se ponen en su lugar. La gente aprende a cuidarse a sí misma y a los demás. El conflicto puede conducir a que digan realmente lo que piensan... ¡lo que nunca se animaron a decir! Y a partir de ahí se reconcilien y vivan mejor. ¡Si hay amigos que se distancian es porque quizá nunca fueron amigos! Las crisis y angustias incentivan a crecer, a esforzarse más... a desarrollar habilidades que mucha gente ni sabe que tiene.
—¿Y las personas que mueren?...
Con la disfonía ya más acentuada, la voz responde:
—Es el costo que se debe pagar. Todo beneficio tiene un precio. Fue y será siempre así.
Después de un silencio, la voz le ordena llevarse lo nuevo en una caja, que simplemente tiene un prospecto con instrucciones.
La tormenta se dispersa al amanecer, y los primeros rayos de sol acometen sobre los párpados de Xûan que despierta lentamente; lee las instrucciones con el encabezamiento de covid-19, y cuan si fuese un terrorista, se dispone a atacar.
Exhaló, como un leve disparo,
monstruos invisibles
con dotes de atleta,
y de boca en boca,
en la muchedumbre,
generó la pandemia
en todo el planeta.
Teatro de operaciones
Declarada la guerra pandémica, los comandantes se disponen a diseñar el teatro de operaciones. Como primera medida, están de acuerdo en que el enemigo se mueve por tierra, aire y mar. Se desconocen sus límites geográficos y su real poderío. Sí conocen sus aliados. Ellos se encuentran dentro del blanco que cae herido, y aceleran el deceso.
Los comandantes también tienen aliados de otros países. Se manejan en grupos, desarrollando un arma poderosa que puede combatir al invisible enemigo. No se sabe cuándo.
La confusión es tal que los resultados adversos en los combates provocan enfrentamientos entre ellos. Los comandantes se culpan. El comandante en jefe culpa a los civiles por desobediencia. Es posible que eso suceda por la inseguridad que perciben de parte de las autoridades. Hay fallas en la línea de comunicaciones. El enemigo aprovecha todas esas falencias. Es tan astuto que cuenta con infiltrados a los que llaman “asintomáticos”. Es tan versátil que por un período da muestras de debilidad para que su adversario se relaje y luego ataca con más agresividad.
Hay gran cantidad de bajas y heridos.
Parte de la población civil no soporta más estar en búnkeres y trincheras.
Todos esperan ansiosamente: “El día V”.
La necesidad tiene cara de escarabajo
El escenario está desierto. La sutil brisa originada por los últimos aplausos no puede sacudir el polvo de las butacas. Los últimos resplandores de las luces se refugiaron en las pupilas de los artistas; se mantienen intermitentes a la espera de que se abra el telón. La pandemia está presente. No es nuevo lo que sucede; Shakespeare estuvo recluido por la peste bubónica.
Pasan los días, los meses... pero el telón no se abre. Afuera, los artistas protestan por volver a trabajar. Las necesidades a veces no reconocen consecuencias; no cuentan el pasado ni el futuro, sino el duro presente.
Mientras tanto dentro del teatro, en un rincón del escenario, una araña teje incesantemente.
La inactividad humana no genera desechos; los insectos se ven afectados y comienza la función.
Un escarabajo avanza por el borde del
escenario. Los bocinazos en la calle y el murmullo de la gente le ponen música; un rayo de luz, a través de una rendija, lo hace visible, y la araña se dirige hacia él lentamente para no amedrentarlo.
Araña:
—¿Cómo estás, escarabajo?
Escarabajo:
—Mal, tratando de alimentarme. Estoy harto de comer madera, ¡no hay nada!... ni siquiera excremento. Por lo menos antes merodeaba por los pasillos, camarines, y siempre hallaba alguna miga o carroña.
Araña:
—No sé qué está pasando. Siempre estaba lleno de gente. Cada tanto aparece alguien y hace una recorrida. ¡Hay que tener cuidado!... Viste cómo son los humanos, si te ven te pisan.
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