Cuentos ecuatorianos de aparecidos
Mario Conde
© Mario Conde
© Cuentos ecuatorianos de aparecidos
Febrero 2021
ISBN ePub: 978-84-685-5607-9
Editado por Bubok Publishing S.L.
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Índice
PRESENTACIÓN
VICO Y EL DUENDE
ALMITA EN PENA
LA CRUZ DE LA CARRETERA
EL APARECIDO DEL COSTAL
EL TREN NEGRO
LA VIUDA
EL CHUZALONGO
MUERTA DE FRÍO
MARIANGULA
EL HOMBRE DEL CAMINO
LA CAJA RONCA
EL GUAGUANCO
EL JINETE MUERTO
LA PENANTE
EL URCUYAYA
EL ACUÑADOR
EL TINTÍN
EL ATAÚD DE LAS SIETE VELAS
LA MANO NEGRA
VICO PACTA CON EL DIABLO
BIBLIOGRAFÍA
PRESENTACIÓN
¡A qué abuela de las de antes no le gustaba contar historias sobre el duende, la viuda, la caja ronca, Mariangula o algún alma en pena que hacía de las suyas entre la oscuridad de la noche! Aquellos cuentos de nuestra tradición oral se han perdido en los últimos años, tanto que en la actualidad las nuevas generaciones los desconocen por completo.
Los cuentos de aparecidos, como todo relato tradicional, eran anónimos y orales. Cobraban vida gracias a la voz de hábiles narradores que se valían de las horas sugestivas de la noche para espeluznar y aleccionar a sus oyentes. En el presente, ¿cómo mantener vivos nuestros cuentos de la tradición oral si la cultura escrita y la tecnología audiovisual han extinguido a los antiguos contadores de historias?
Este el primer objetivo de la obra: rescatar y preservar los cuentos ecuatorianos de aparecidos, servir de puente de comunicación entre estas historias del pasado y las nuevas generaciones.
Rescatar un cuento de la tradición oral implica traducirlo a una versión escrita. Vertir el lenguaje expresivo oral, abundante en resonancias, onomatopeyas y reiteraciones para facilitar la memorización, a un lenguaje escrito que emplea recursos literarios como la verosimilitud, la intriga o los personajes. De tal manera se pueden preservar las historias de la tradición oral, al menos en su esencia. Este el segundo objetivo de la obra: presentar una versión literaria sobre los más importantes cuentos de aparecidos del Ecuador.
Esta obra contiene 20 cuentos. La selección sigue criterios de difusión y popularidad, variedad temática y versatilidad para adaptarse al lenguaje escrito. Por honestidad intelectual, debo señalar que algunos cuentos fueron escritos en base a trabajos de recopilación oral, los que constan en la bibliografía. En otros casos —La cruz de la carretera, El aparecido del costal, Muerta de frío, El jinete muerto, El acuñador y las historias de Vico— realicé investigaciones de campo pues no existían registros escritos.
En cuanto a la ubicación geográfica, los cuentos de aparecidos, como relatos de la tradición oral, no son propiedad exclusiva de un sitio particular. Siempre se han contado en la Costa o en la Sierra con sus variantes locales. Sin embargo, los he situado en determinados pueblos o ciudades dado que el argumento, los conflictos o los personajes guardan relación con el entorno.
Mi agradecimiento especial a todas las personas que ayudaron a crear esta obra. A los investigadores y autores que constan en la bibliografía. A muchos amigos e informantes que, en caseríos de la Sierra o en recintos de la Costa, me hicieron partícipe de estos cuentos. Gracias a sus informaciones me fue posible cotejar las obras de recopilación oral y, sobre todo, conferirles a cada uno ese sabor popular que tienen cuando nuestro pueblo los cuenta.
Mario Conde
VICO Y EL DUENDE1
Huambaló es una parroquia rural del cantón Pelileo, cerca de Baños. En tiempos pasados existía allí una quebrada conocida como Gualagchuco. Se decía que aquel sitio era pesado2 porque en el fondo, entre las grietas formadas por un riachuelo que corría por el lugar, habitaba el duende.
Los huambaleños evitaban pasar cerca de la quebrada después de las seis de la tarde. Contaban que a esas horas se asomaba el duende, el mismo demonio que salía del fondo de la quebrada a perseguir a la gente, en especial a los chicos que se pasaban en la calle jugando hasta altas horas de la noche.
Vivía allí un muchacho de unos diez años llamado Vico. El muchacho, callejero y amigo al juego de bolas y trompos, le gustaba quedarse en la calle hasta que oscurecía. Su abuela, siempre pendiente de él, solía ir a buscarlo y le aconsejaba que se enderezara, que dejara de ser andariego y vicioso porque si no, se le iba a asomar el duende.
Vico nunca escuchó los consejos hasta que una tarde, cuando regresaba a casa, se topó con un hombrecito pequeño que no mediría más de un metro de estatura. Un enorme sombrero negro, como los de los mariachis, le cubría la cabeza. La cara llena de vellos. Un poncho rojo hasta la cintura. Tenía los pies chiquitos, en contraste con unas manos inmensas con las que pepeaba3 unas bolas.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Vico cuando reconoció al duende; sin embargo, en lugar de salir corriendo, se acercó al observar que las bolas que sostenía el pequeño demonio eran de colores increíbles. Con un movimiento de cabeza, el duende le invitó a jugar y Vico, a quien le brillaban los ojos de las ansias, aceptó.
Como estaba oscureciendo, fueron al lado de una tienda ubicada al filo de la quebrada, donde un foco alumbraba a las personas que llegaban a comprar en la noche. Vico trazó una bomba en el suelo, ambos pusieron las bolas al centro e iniciaron el juego. Las primeras partidas fueron para él pues era hábil como pocos, mientras su contrincante pateaba el suelo y se retorcía de las iras.
Tras perder varias partidas, el hombrecito del sombrero enorme, que tenía el rostro encendido de rabia, se acomodó el poncho rojo hacia atrás y la suerte cambió a su favor. Vico no volvió a ganar y en cuestión de minutos se quedó sin una bola.
El duende guardó las bolas en una bolsita de cuero que llevaba en la cintura y empezó a acercarse al muchacho ambicioso; parecía que quería atraparlo con aquellas manos inmensas. Vico se estremeció y se quedó sin aliento; el demonio estaba a punto de atraparlo cuando, para su suerte, escuchó una voz conocida que lo llamaba.
—Vico, Vico… ¡A comer, hijo!
La voz de su abuela le devolvió la respiración. Aliviado, Vico tragó un bocado de aire y se dispuso a marcharse, no sin antes mirar desafiante a su rival y exigirle una revancha para la próxima noche. El pequeño demonio, oculto entre la oscuridad, inclinó el sombrero en señal de aceptación. Entonces apareció la abuela, se extrañó al hallar a su nieto solo a esas horas y se lo llevó a casa.
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