Consideremos ahora la figura siguiente:
Comencemos por el rojo. Constatamos que si mezclamos el rojo y el amarillo, que están situados en la base de un mismo triángulo, obtenemos el naranja, que está situado entre los dos, en el vértice de otro triángulo. Asimismo, mezclando el amarillo y el azul obtenemos el verde; mezclando el azul y el rojo obtenemos el violeta. Pero si mezclamos los colores que son diametralmente opuestos, tales como el verde y el rojo, el azul y el naranja, el amarillo y el violeta, obtenemos unos tonos muy feos. Estos colores no deben, pues, mezclarse. Se ocultan grandes secretos en las afinidades o, al contrario, en las disparidades entre los colores. Si ignoramos la ley según la cual cada ser posee un color predominante, nos arriesgamos a provocar catástrofes con nuestra forma de actuar. Las consecuencias de ciertas mezclas de sentimientos y de pensamientos se aclaran también con la ayuda de estas leyes, y asimismo, la mezcla de ciertas virtudes y de ciertas flaquezas. Se trata de toda una alquimia espiritual, pero no me extenderé hoy sobre esta cuestión; otra vez tendremos ocasión de hablar sobre este tema.
Mi deseo es explicaros, lo más simplemente posible, grandes verdades sobre las que el hombre puede basar su existencia, gracias a las cuales puede mejorar su vida, así como las relaciones con la naturaleza y los seres del mundo divino. Me he propuesto hablaros con un lenguaje claro, simple y gráfico, arriesgándome a pasar por un conferenciante sin importancia, que no hace ninguna cita de autores célebres y que entretiene al público con ideas infantiles.
Tomad un trozo de papel verde y un trozo de papel rojo. Acercadlos el uno al otro: el rojo parece más rojo y el verde más verde. Los dos colores juntos se exaltan; pero, os lo he dicho, si los mezcláis obtenéis un color sucio, nebuloso. Lo mismo sucede con los seres.
Haced ahora otra experiencia. Mirad fijamente una hoja de papel rojo durante algunos segundos; luego, bruscamente, mirad fijamente una hoja blanca: veréis aparecer el verde. Si miráis fijamente el naranja veréis aparecer el azul, y si miráis fijamente el azul veréis aparecer el naranja. ¿Por qué? Hay ahí unas leyes muy interesantes que podéis encontrar de nuevo en la vida psíquica. Meditáis sobre un tema, pero, después de algunos esfuerzos, es otro pensamiento el que penetra en vosotros. Estos fenómenos revelan la relación que existe entre el rojo y el verde, o entre el amarillo y el violeta, dentro de vosotros. Cada virtud está ligada en el hombre a otra virtud, cada cualidad a otra cualidad, cada movimiento a otro movimiento, exactamente en la misma forma que los colores están ligados entre sí. Cada flaqueza está, también, ligada a otra flaqueza. Basta, pues, que el hombre despierte en sí una de sus virtudes o una de sus flaquezas para desencadenar otras que se corresponden. Basta con desencadenar una pasión para que se despierte otra.
Puede incluso producirse un fenómeno aún más curioso: uno trabaja para despertar una virtud, y ve aparecer un vicio. Lo contrario es igualmente cierto, a veces. Algunas flaquezas, algunos defectos, pueden despertar una cualidad, una virtud. Estos hechos nos ayudan a comprender cómo una persona que ha rezado durante años, que se ha sacrificado, que ha sido un modelo de virtud, se ve presa de una pasión todopoderosa y se entrega a todo tipo de desenfrenos y vicios. ¿Cómo han despertado estos seres el Infierno en su alma cuando llamaban al Cielo? Inversamente, vemos que personas que cometían crímenes y se entregaban al libertinaje, se convierten en santos, en modelos de bondad, de pureza y de sacrificio. Uno desea la pureza y es, a menudo, visitado por la impureza.
Uno desea la sabiduría y se complace, frecuentemente, en leer estupideces. ¿Por qué se dice en el Evangelio que la materia se opone al espíritu? ¿Habéis observado a los árboles para ver cómo las ramas están ligadas a las raíces? Cuando las ramas crecen y se hacen más largas y más gruesas, las raíces se desarrollan también, hundiéndose más profundamente en la tierra. Si el hombre ignora de qué forma el mundo superior está ligado al mundo inferior, a menudo se queda asombrado del resultado de sus esfuerzos. Pero volveremos sobre esta cuestión en otra ocasión.
Ya os dije que el color rojo está ligado a los órganos genitales, y el color verde al estómago y al hígado. Si el color rojo no es puro en nosotros, despertará un color verde que tampoco será puro y cristalino, con lo cual el estómago y el hígado estarán indispuestos o no podrán ya eliminar los venenos. Todos los colores tienen una relación entre sí. Aquel que sigue la vía de la sabiduría (el amarillo), se ve impulsado obligatoriamente a adorar al Creador del universo (el violeta), al Maestro de esta sabiduría infinita. El color violeta, que corresponde a la adoración, es el más espiritual de todos. Inversamente, aquel que adora al Señor, que Le busca en todas partes y trabaja para estar continuamente en comunión con Él, ve aparecer el color amarillo, es decir, empieza a ser sabio.
¡Cuántos misterios hay aún escondidos en la luz! En el principio era la luz2... Conocer la luz es conocerlo todo.
Ya os dije que, para los alquimistas y los astrólogos, la naturaleza está compuesta de 4 elementos fundamentales: fuego, aire, agua y tierra. Si observamos la vida, constatamos que el agua y el fuego son la causa de la mayoría de los fenómenos que se producen en la superficie de la tierra.
Consideremos el esquema siguiente:
Este esquema representa los dos triángulos de fuego y de agua reunidos. Aquellos de vosotros que se ocupen de astrología, comprenderán la profundidad de este símbolo. El triángulo de fuego contiene los tres colores: rojo, amarillo y azul. El rojo corresponde a Aries, el amarillo a Leo, y el azul a Sagitario. Estas correspondencias están de acuerdo con la naturaleza de los signos y de los planetas que en ellos tienen su domicilio. Aries es el domicilio de Marte, el planeta rojo, activo, enérgico, combativo. Leo es el domicilio del Sol. Sagitario es el domicilio de Júpiter, el planeta de la religión, de la alta espiritualidad.
El triángulo de agua contiene los signos de Cáncer, de Escorpio y de Piscis. A Cáncer está ligado el verde, a Escorpio el naranja, y a Piscis el violeta. Cáncer es el domicilio de la Luna, que reina sobre la imaginación y la sensibilidad. Escorpio es la otra casa de Marte, casa de la independencia, de la agresividad y del orgullo. Piscis es la casa de Neptuno, casa mística, en la frontera de los dos mundos.
“Si un hombre no nace del agua y del espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios”, dijo Jesús. Nosotros interpretamos estas palabras de la manera siguiente: el agua corresponde al corazón, al principio femenino, pasivo. El fuego corresponde al espíritu, a la sabiduría, al principio masculino, activo. Debemos, pues, nacer de estos dos principios, amor y sabiduría, para poder entrar en el Reino de Dios. Estos dos principios, el amor y la sabiduría, dan nacimiento a la verdad. Si alguien dice: “Yo poseo la verdad”, preguntadle: “¿Posees el amor y la sabiduría?... ¿Tu corazón es lo bastante vasto para contener al mundo?... ¿Tu intelecto comprende las leyes de la naturaleza? – No. – Entonces, no estás en la verdad...” La verdad, es el agua y el fuego, el amor y la sabiduría, el padre y la madre. Por eso, el hombre está, por naturaleza, relacionado con la sabiduría y la mujer con el amor.
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