No se distraiga con demasiadas sutilezas sobre el tema, proposición, oración transicional, infinidad de clasificaciones y tipos de sermones, pues los mismos textos de homilética asignan diversos valores a estos términos.
En cuanto al tema, lo importante es saber que en esencia es «el asunto del que se trata en el sermón, la idea central del sermón» en cualquiera de los tipos de sermones: expositivo, textual y temático.
Planee su sermón o serie de sermones
Planear en todas las áreas de la vida es bíblico. La predicación no es la excepción.
El que usted planifique su sermón o serie de sermones le traerá muchos beneficios: Enseñar de manera sistemática, variada, ocuparse de temas oportunos, conocer en profundidad las necesidades de la iglesia. En cuanto al tiempo, el plan puede ser semanal, mensual trimestral, y anual. Otro es el de los días festivos, fechas importantes en la fe cristiana, las ordenanzas del Señor. También es necesario planear por temas y verdades doctrinales.
En relación a las Escrituras, es muy provechoso planificar, predicar por libros y cartas completos de manera expositiva, por capítulos, y por un grupo de versículos, por oraciones, frases y palabras. La clave es tener suficiente tiempo con anticipación para prepararse para la predicación (Nelson, 2011).
Por experiencia propia afirmo que planificar le permitirá tener un camino trazado para no dar giros repentinos que confundan o hagan divagar a la congregación. Tendrá más clara la finalidad de los sermones. Le permitirá prepararse mejor porque buscará material para varias semanas e irá recopilando contenidos, historias, ilustraciones con anticipación. Logrará que la congregación aprenda más sobre un tema desde distintos ángulos. Ello redundará en proveer alimento espiritual equilibrado y la enseñanza cobrará más fuerza. Es más estratégico en cuanto a promover la temática del sermón o serie de sermones y ahorrará tiempo y tensiones innecesarias. Dejará de estar luchando cada semana con la elección del texto y del tema en cuanto que ya tiene la proyección. Los planes y proyectos elaborados con tiempo le aseguran el triunfo. Todo lo que realice a la carrera será un fracaso.
1. Esta frase la he asociado al predicador que ya presenta síntomas del síndrome de predicar dando vueltas sobre sus temas, libros y cartas favoritas. La congregación ya sabe que, aunque anuncie un tema nuevo, terminará hablando de los mismos temas, de las mismas doctrinas y citando los mismos pasajes.
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Identifique las características de los
sermones comunes
Comienzan con una introducción insípida
No cometa el error de pasar por alto la importancia de la introducción, como acontece con la mayoría de predicadores. Piensan que lo más importante es el cuerpo del mensaje. Por ello, su introducción es improvisada, ambigua, opaca, usan frases y oraciones trilladas que no despiertan el interés de los oyentes, por ejemplo: «Todos los seres humanos han fracasado, pero en Cristo podrán triunfar». «Los tiempos son malos y peligrosos, pero hay esperanza», o relatan historias seculares para luego afirmar «de igual manera en la vida espiritual». La introducción debe ser tan seductora como darnos una pequeña degustación exquisita de lo que ha de ser una buena comida, o tan agradable como darnos a oler un poquito del más fino perfume; «Debe ser como el preludio de una bella pieza de musical, un poema. Es como el prefacio de un libro que nos cautiva de inmediato para comenzar a leerlo» (Morgan, 1974).
MacArthur Jr. Afirma: «Solo la imaginación y la creatividad limitan los tipos de introducción y sugiere variantes con posibles clases de introducción, no convencionales» (MacArthur, John, 1996). Me parece que está en lo correcto. Solo hay que mantener en la mira que la introducción deber ser breve, interesante, apropiada, pero relacionada directamente con el título del mensaje, la verdad central y el cuerpo del mensaje.
Son aburridos
Es cierto que los predicadores, en algunas ocasiones, hemos aburrido a los oyentes. La tragedia ocurre cuando el predicador es abrigado por el tedio de forma continuada. Por ello, reconocemos que han existido razones suficientes para que muchas personas crean que «predicador y aburrimiento son sinónimos». Hemos predicado las grandes verdades con poco entusiasmo, como si pareciera mentira lo que estamos comunicando. La Biblia en nada es aburrida. Es un libro único. Tiene mucho que decirnos a todos los hombres en nuestras realidades, miserias, sufrimientos, desafíos y desengaños, por medio de las fascinantes historias, las magníficas parábolas relatadas con sencillez, las paradojas y los misterios revelados que cautivan la mente y los corazones de las personas.
El predicador es el responsable de trasladar de manera fascinante el mensaje o anunciarlo envuelto en la neblina del aburrimiento. Con relación a los sermones aburridos, Spurgeon dijo, con la agudeza que le caracterizó, «Si algunos hombres fueran sentenciados a oír sus propios sermones, sería un justo juicio para ellos, pero pronto clamarían como Caín: ‘…grande es mi iniquidad para ser perdonada’» (Spurgeon, 1993).
La predicación fiel a la Biblia no puede ser aburrida.
Son mediocres
Un sermón mediocre es aquel que es mediano o regular, tirando a malo, en cuanto a su calidad, valor, interés.
Dan la impresión de ser bíblicos. Están saturados de versículos bíblicos, que el predicador recita de memoria, pero no están conectados entre sí. Claro, eso puede llamar la atención como las agraciadas burbujas de agua que pronto se rompen. O, por el contrario, son discursos que mencionan en nada la Escritura; se parecen a los buses de excursiones que proporcionan miradas panorámicas y van de lugar en lugar sin detenerse en ningún pasaje de la Escritura (Serrano, 2007).
Son elaborados a la carrera, dejan al descubierto errores, equivocaciones e imprecisiones en conocimiento, estructura, interpretación y aplicación. Son desenfocados, su valor es bajo, son deficientes en provocar interés. No inducen en nada a un impacto para la salvación o para la edificación de los oyentes. Son mediocres.
Siguen el camino del sermón tradicional
Este tipo de sermón se articula con una interpretación tipo comentarista, oratoria bíblica generalista y neutra. Su aplicación es débil o ausente. Ofrecen un conocimiento que incluye palabras hebreas y griegas, pero en algunos casos resulta irrelevante. El predicador confunde la cátedra con el púlpito. Traslada información y conocimiento de manera plana, tipo enciclopedia, yo le llamo predipedia .
Es válido usar el conocimiento del hebreo y el griego para explicar mejor una verdad bíblica, pero hay que emplearlo con mesura y de manera pertinente en el púlpito.
Son sermones no bíblicos
Patinan en el humanismo. Están impregnados de pensamiento positivo, filosofía, motivación y superación personal. Son de tinte moralista, legalista, psicologista. Les importa un comino el estudio del texto bíblico, contexto histórico, su significado y su pertinencia hoy. Los maquillan con un versículo aquí y otro allá, para que tenga semblante bíblico, pero nada más.
Tienen títulos que no dicen nada
Es un error enseñar que el título del sermón, sea por regla general, «una simple frase» o «un pensamiento incompleto», con el propósito de sugerir la línea de pensamiento que va a ser seguida en el sermón para que despierte el interés y se distinga de la proposición o tema, como lo enseñan algunos autores. Afirman que la proposición es una declaración en forma más concisa y completa que contiene el tema central del pasaje y que «el título es un sujeto del cual nada se afirma ni se niega».
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