Pepa Valero sugiere usar la música para que el niño pierda el miedo al estudio: “A mí me funciona mucho el cantar, ¡y mira que canto mal!, o simplemente ponerle algo de música. Hay veces que canto muy flojito y entonces, si logro mantener callados a los papás porque siempre se eleva mucho la voz en el estudio, el niño empieza a perder los miedos y a querer acompañarme cantando o bailando. Otra cosa que funciona también muy bien, con niños de dos años que suelen ser muy rebeldes, es la compañía de un hermano o primo mayor, porque lo que haga el mayor lo imitará también el pequeñajo. Si no quiere hacerse fotos, empiezo tomándole fotografías al primo o al hermano; inmediatamente tengo ya al pequeño que quiere que se las haga a él.
EMPATÍA Y ASTUCIA
Un niño de corta edad es mucho más espontáneo e inocente que un adulto, lo que en muchos casos facilita la interacción con ellos. No son tan conscientes de sí mismos ni capaces de avergonzarse y retraerse. Lo que sienten lo expresan directamente en su cara y gestos, permitiendo al fotógrafo atento lograr imágenes de gran intensidad emocional. Sus reacciones son más fáciles de prever pues responden de forma más regular a los estímulos, al no estar tan influidos por la racionalidad que domina los comportamientos adultos.
Pero también la interacción puede ser mucho más compleja, porque no son capaces de comunicar verbalmente todo lo que sienten. Tienen desconfianza y miedo; ante nuevas situaciones sus reacciones pueden desbordarle y empezar a llorar o gritar. Entre las claves para conseguir sesiones fotográficas agradables para el niño, la familia y el fotógrafo posiblemente las dos más importantes sean: empatía y astucia. La empatía, el situarse en la cabeza y sentimientos del niño, le ayudarán a anticipar sus miedos, analizar sus actitudes y comprender sus acciones. De ese modo conseguirá reunir mucha información que le posibilitará diseñar un entorno inicial satisfactorio para el niño, así como poder reaccionar a los problemas que surjan durante la sesión.
Cierre los ojos e intente imaginarse dentro de la mente de un niño de dos o tres años. Acaba de comenzar a ir a la guardería, lo que le ha costado varias rabietas pero, más o menos, se ha empezado a acostumbrar a los vivos colores, al ambiente de juego y los amigos que empieza a hacer. Ahora su madre le ha dicho que van a ir a casa del fotógrafo para que le haga unas fotos. Entra en un lugar extraño y oscuro, donde la única zona donde hay luz está sin ningún mueble y con un suelo muy raro de color blanco, sin esquinas. Está empezando a aprender a bajar las escaleras por sí solo, a controlar el miedo al vacío, pero de pronto le depositan en una superficie sin texturas y que parece que puede hundirse en cualquier momento. ¿Cómo cree usted que reaccionaría? Es bastante probable que entrara en una situación de pánico y deseara que sus padres lo sacaran fuera de allí cuanto antes.
Cuando la madre o el padre llevan a su hijo al estudio de un fotógrafo, que desde luego es lo menos parecido a su hogar o a la guardería, deben esperar que al niño tarde un cierto tiempo en acostumbrarse al lugar y al fotógrafo. Aunque le daremos una serie de consejos para conseguir un entorno agradable para esa primera experiencia, considere fundamentalmente que es el momento de la empatía con el niño, de ponerse en su lugar y ofrecerle todo el cariño que demanda. Una vez superada la fase de aclimatamiento, puede encontrarse con un niño sociable, simpático y encantado de seguir sus indicaciones.
Para Pepa Valero “también es muy importante que únicamente una persona le hable al niño, que solo una esté a su nivel. Si el niño está a tres metros, debe haber otra persona que conozca (su madre o padre habitualmente) que se encuentre de treinta a cincuenta centímetros de él, mientras que mi ayudante también se suele quedar cerca jugando con él. Tanto en el estudio como en exteriores, si al niño se le deja solo y a tres metros, frente a él, se encuentra el fotógrafo, sus padres y todas las demás personas, su reacción inmediata es pensar ‘Yo también me voy. ¿A mí por qué me habéis dejado solo aquí? ¿Qué juego hay aquí, si estoy yo sólo y vosotros lejos?’ y deseará buscar la compañía y acercarse a donde están todos”.
Manuel González indica cómo “dependiendo del temperamento o personalidad las indicaciones al crío las hará la mamá o el papá o yo mismo; pero nunca le vamos a dar esas indicaciones u órdenes tres personas, porque así el niño se aturulla y no sabrá a quien hacer caso. En críos más introvertidos, por regla general, esas órdenes serán realizadas por el papá o la mamá, lógicamente bajo mi guión, a diferencia de críos extrovertidos con los que esas peticiones las daré yo. Siempre comento que esa psicología debe tenerla un fotógrafo infantil y captar rápidamente la personalidad del crio actuando en consecuencia para el buen desarrollo de la sesión”.
Para que se acostumbre al espacio del estudio, un niño de corta edad requiere de un periodo de aclimatamiento donde la madre o el padre se encuentren muy cerca de él. Manuel González le pidió a la madre que sostuviera la bufanda mediante un hilo transparente, mientras se mantenía próxima al pequeño. Fíjese en el gesto tan expresivo y tranquilo del niño, ¡no siempre tiene que captar una sonrisa para conseguir una buena fotografía!
Canon 5D Mark III, Canon 85 mm f/1,2, ISO 125, f/4,5, 1/200 s.
Si el niño empieza a tener una actitud poco cooperativa, es el momento de comenzar a usar toda su astucia y cartera de trucos para distraerlo, de modo que la mente del pequeño se dirija hacia algo fuera de la experiencia de la sesión. Unas figuras de colores, un muñeco de peluche o, simplemente, usted imitando el ladrido de un perro pueden bastar para conseguir fijar su atención y activar su imaginación, de forma que olvide el lugar donde se encuentra.
Ofrézcale algunas recompensas; Pepa Valero asegura que según su experiencia “no hay nada que una chocolatina no pueda conseguir…” También nuestros tres fotógrafos suelen usar otro truco basado en la sicología inversa: “cuando desee que el niño haga algo, indíquele justo lo contrario… Si quiere que se suba a la silla, dígale que no se suba y espere a su reacción. Lo más probable es que en unos segundos intente subirse a ella”.
CONSTRUYENDO UNA RELACIÓN LARGA Y PERIÓDICA
A medida que vaya teniendo mayor soltura fotografiando niños, logrará que ellos le aprecien y consideren sus encuentros como una experiencia divertida y entretenida con la que disfrutarán. Al establecer un vínculo con el pequeño logrará que al niño le apetezca volver a tener una sesión de fotografías, ya sea en estudio o en exteriores.
Desde un punto de vista comercial le interesa empezar a construir esa relación con los padres cuanto antes, por lo que muchos fotógrafos realizan ofertas especiales para sesiones de embarazadas o de ellas con sus parejas. Si logra captar las bellas curvas de su cuerpo o la chispa de amor entre ellos durante el embarazo, muy probablemente conseguirá, en breve, una reserva de sesión para cuando llegue el bebé. En el capítulo dedicado a la promoción de su estudio le aconsejaré algunas campañas que puede planificar para las distintas edades, de manera que logre la fidelización de sus clientes.
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