Edición actual: Primera. Marzo de 2021
© 2021, Miño y Dávila srl / Miño y Dávila editores sl
ISBN: 978-84-18095-61-0
Depósito legal: M-30546-2020
Lugar de edición: Buenos Aires, Argentina
Composición: Eduardo Rosende
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Muro, Gabriel
El don de la ubicuidad / Ramón Carrillo y la cibernología peronista - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Miño y Dávila, 2021.
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-84-18095-61-0
1. Historia del arte I. Ramón Carrillo. II. Peronismo. III. Título.
Thema: ABA [Teoría del arte]; GPFC [Cibernética y teoría de sistemas]; JKS [Bienestar social y servicios sociales]
BISAC: ART037000 [Arte & Política]; COM017000 [Cybernética]; HIS033000 [Latinoamérica / Sudamérica]
WGS: 550 [Humanidades, arte, música / Historia]; 690 [Ciencias Naturales, Medicina, Computación, Tecnología / Medicina]; 733 [Ciencias Sociale, Derecho, Economía / Teorías Políticas e historia de las ideas]
Índice de contenido
Prólogo, por Horacio González
Introducción.Cuadros políticos
Vías de propagación
PARTE I.Los cuatro biotipos
Ascensos políticos
Aluvión zoológico
PARTE II.El timón del Estado
PARTE III.Clima de guerra
PARTE IV.La Nación incalculable
Tempestades de información
Bibliografía
por Horacio González
Un cajón con documentos durmiendo su sueño de papel en un archivo oficial disimula su importancia bajo la indiferencia de la humedad y los años. Los documentos que allí se contienen no han sido catalogados y es dudoso que alguna vez se lo haga. Bajo el rótulo despreocupado de “Papeles del doctor Ramón Carillo”, el autor de este libro, Gabriel Muro, descubre escritos fundamentales a los que interpreta con una mirada de largo alcance. Al punto que se le revelan, ante sus ojos, nuevas formas de interpretar la modalidad gubernativa del peronismo. Pero para que el archivo de los papeles teóricos de Carrillo nos lleve hacia una revisión de la historia del peronismo a través del modo en que planificó la vida social, Gabriel Muro parte de Rembrandt. Es decir, parte de un famoso cuadro de Rembrandt, la Lección de anatomía del doctor Tulp, que poco a poco lo va a llevar a Carillo, pero a un Carillo que también es motivo de una escena pictórica donde, como el doctor Tulp, está rodeado de sus discípulos frente a un enfermo. En ambos casos, en la lejana Holanda de siglo XVII y en la Argentina de los años cuarenta, la ciencia médica está frente a frente con los cuerpos, uno exánime, el de un ladrón holandés que será ajusticiado. Los discípulos de Carillo, despojados de los claroscuros rembrandtianos e iluminados por los poderosos focos de la ciencia, tienen en la camilla a un enfermo psiquiátrico.
Muro analiza en ambos casos el papel que juegan las manos de los médicos. Son las manos con las que deben operar, hacer incisiones, dar vuelta la página de libros de anatomía o escritos teóricos. Estas observaciones están sembradas a lo largo de toda la investigación de Muro, pues se trata del llamado paradigma indiciario, que en su momento popularizó Carlo Ginzburg. No obstante, Muro no ha escrito un libro que desciende de citas eminentes, sino que arrastra para sí estas perspectivas de reflexión a partir de sus propios intereses, los de elaborar un escrito que busque qué efectos se producen en la historia, con la extraña coalición entre textos e imágenes. Del mismo modo, el peso de las imágenes que acaban formando figuras que se atraen mutuamente hacia el mismo molde onírico –una toma célebre del fotoperiodismo mundial con un cuadro de Mantegna–, pero no cierran la historia en una coincidencia icónica. Si no, la historia se tornaría solamente historia del arte. No obstante, hay fuertes imágenes-concepto que poseen en sí mismas la cualidad de dejar en claro la posibilidad de una correspondencia inmediata. El concepto de panóptico puede ser elegido para mostrar el modo en que se puede imponer, desde una decisión arquitectónica, un modo de acción y control social. En este caso, la historia se convertiría en una historia de las formas de vigilar poblaciones. El libro de Gabriel Muro puede ser considerado un libro de historia argentina, o bien de historia intelectual argentina, pero seccionado y dislocado en su flujo continuo por la intervención de conceptos que desacoplan la historicidad empírica. La cibernología de Carrillo, el panóptico de Rivadavia, la biopolítica de la planificación hospitalaria durante el peronismo, revelan el modo en que se descompone un sentido histórico basado en la formación del pueblo y sus diversos caminos de integración con el Estado-Nación.
Aquí vemos un énfasis en la historia conceptual que arroja un desafiante resultado, proveniente del estudio de las formas panópticas que adquiere el gobierno de Rivadavia y las formas biopolíticas que adquiere el gobierno de Perón. Una vez puesto este enunciado que causa sorpresa, renuencia o disgusto –pues es obvio que la ideología de la nación es contrapuesta en ambos casos–, aparece la invitación a explorar el campo estilístico del gobierno de las instituciones científicas y de planificación que tuvo el país. Rivadavia entabla relación, desde 1815, con Bentham, cuyo panóptico gubernativo hace de toda decisión un acto de utilidad, esto es, sin residuos que creen vínculos ajenos a la razón, excedentes emotivos o mitológicos que desvíen. Destutt de Tracy, otro contertulio de Rivadavia en Europa, llamó Ideología a lo que efectivamente podría considerarse una concepción fisiológica de la sociedad. Cada parte o sector del cuerpo orgánico cumple su función complementaria, y la agricultura es la genérica dadora de vida generadora de propiedad privada inviolable e innecesariedad reguladora del Estado. La sociedad se autorregula y de su autorregulación procede la ideología, reemplazante de los dioses. El considerado primer filósofo argentino, Lafinur, que marcha con las huestes de Belgrano, era también lector de Destutt. Rivadavia era realmente un “ideologue”, el tipo de persona despreciado por Napoleón, que dejó su hosca sentencia en contra de ellos. Es notorio el fracaso de Rivadavia en su afán de aplicar fórmulas apriorísticas como las de Bentham. Fue el único gobernante que se empeñó con decisión casi suicida en aplicar un modelo deductivo científico a toda una sociedad. Esto evitado por sus antecesores: Moreno fue cauteloso, Monteagudo también y ambos estaban informados de la misma filosofía que Rivadavia quería aplicar como un compromiso con sus amigos de las academias europeas, y posteriormente Echeverría, ya envuelto en la oleada romántica, también tomó la cautela de que su lectura de Pierre Leroux, el socialista republicano, no se aparte de lo que reclamaban “las entrañas de la nación”.
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