Django fue un guitarrista franco-romaní tremendamente influyente en el jazz que se hizo famoso en la década de los años treinta y cuarenta. Durante una noche, su caravana se incendió y su lado derecho del cuerpo y su mano izquierda sufrieron graves daños. Él era diestro, así que, al contrario que Tony, era su mano importante. El fuego le dejó secuelas y a partir de ese momento solo podía utilizar el dedo índice y el corazón para tocar, cuando lo normal es utilizar todos menos el pulgar, que sirve para colocar la mano y navegar por el mástil. Sin embargo, Django solo podía utilizar los otros dos dedos, el anular y el meñique, como apoyo en algunos acordes, así que tuvo que inventarse una técnica de digitación nueva para poder seguir tocando.
Django Reinhardt, un referente musical en la carrera de Iommi.
Acabó convirtiéndose en uno de los músicos más famosos de aquella época en Europa, aunque, por si el accidente no fuera suficiente drama en su vida, le tocó vivir la Segunda Guerra Mundial y la correspondiente persecución nazi a los gitanos. Para rizar más el rizo, hubo un tiempo en el que Hitler consideraba el jazz, junto con otros estilos como el swing, «música degenerada» (Entartete Musik) , que iba contra los principios de la Alemania nacionalsocialista y su obsesión por la pureza racial (el jazz, al fin y al cabo, era una música con origen afroamericano y con algunos máximos exponentes judíos, una tormenta perfecta que le granjeó al género la prohición durante parte del Tercer Reich). Por suerte, Reinhardt sobrevivió el azote nazi a pesar de ser un «músico gitano de jazz» y pudo continuar con su exitosa carrera hasta su muerte, en 1953.
Por supuesto, la historia del guitarrista gitano fue toda una revelación para Tony, que decidió volver a tocar. Era todo un reto porque sin la yema de los dos dedos dañados había perdido el tacto, por lo que le era complicado saber si estaba pulsando bien las cuerdas, así que tuvo que aprender a tocar desde cero y guiándose por el oído. El siguiente inconveniente es que, sin la yema, el agarre en las cuerdas era casi nulo. Esto es importante para tocar con claridad y contundencia (hay que apretar y sujetar fuerte las cuerdas, más en el rock, estilo en el que la característica distorsión de la guitarra se convierte en ruido si no se toca con precisión), y clave para técnicas como el vibrato o el bending , que consisten en pulsar una cuerda y estirarla hacia arriba o hacia abajo, algo casi imposible de hacer sin un agarre adecuado. Por último, estaba el dolor en cada pulsación. La punta de sus dos dedos accidentados era prácticamente la de sus falanges, es decir, hueso sin el acolchamiento que proporcionan las yemas. En otras palabras: usar esos dos dedos le dolía mucho y no podía controlar lo que estaba tocando con ellos.
Lejos de rendirse, Tony buscó una solución creativa cuanto menos. No podía hacer nada contra la falta de tacto porque no es posible regenerar las terminaciones nerviosas y la sensibilidad de las yemas, pero quizá sí para el resto de problemas. Empezó fabricándose unos dedales a base de trozos de una vieja chaqueta de cuero, tapones de bote de una conocida marca de lavavajillas y pegamento. Calentaba los tapones con una plancha y los amoldaba a la forma de sus dedos. Para que no se escurrieran al tocar, los recubrió con trozos de cuero y el citado pegamento.
Al principio se frustraba y se sentía torpe, pero poco a poco se acostumbró y le sirvió para ir recuperando la utilidad de sus dos dedos accidentados. Es más, el invento fue tan eficaz que siguió utilizándolo desde entonces y a lo largo del resto de su carrera cada vez que tocaba. Siempre llevaba recambios de sus dedales a sus conciertos por si acaso, incluso en los años de más éxito con Black Sabbath. De hecho, Tony asegura en sus memorias 1 que aún conserva lo que queda de la vieja chaqueta de cuero de la que fue recortando moldes para sus dedos durante más de 50 años. Nadie podrá negar que eso sí que es aprovechar bien la ropa.
Los dedales no fueron su único invento. En aquella época no existía la enorme variedad de cuerdas de guitarra que hay en la actualidad. Ahora, además de distintos materiales, se pueden comprar en diferentes calibres. Hay quien prefiere que las cuerdas sean más gruesas o más finas, pero en los años sesenta había las que había y eran demasiado gruesas y duras para los delicados dedos de Tony, así que decidió ponerle varias cuerdas de banjo a su guitarra, que eran más blandas, y las combinó con las estándar de su instrumento. En palabras de Tony: «Pregunté a varios fabricantes si podían hacerme cuerdas de bajo calibre, pero me decían que no era posible. Yo les decía que sí... ¡porque yo mismo había podido hacerlo!, y entonces me decían que no se venderían bien. Al final encontré un fabricante en Gales que accedió a hacer para mí cuerdas de bajo calibre. Por supuesto, otros fabricantes empezaron entonces a vender cuerdas de bajo calibre».
Además de esta curiosa mezcla, que utilizó durante años, bajó la acción del puente de la guitarra (hacer que las cuerdas estén más pegadas al mástil para que haya menos tensión), y también empezó a jugar con afinaciones más bajas (a afinación más grave, más sueltas están las cuerdas y, por tanto, menos dureza al tocar). Desde luego, en aquel momento Tony no pensaba que iba a marcar la historia de la música con estas decisiones e inventos, pero, como veremos, acabarían moldeando un sonido único, aunque él solo quería volver a tocar como fuera.
Fue alrededor de seis meses después del accidente cuando Tony confiesa que dejó de sentir lo peor del dolor y pudo retomar una mayor actividad con la guitarra. Un día, unos chicos vecinos de Aston fueron a buscarle y le propusieron entrar como guitarrista principal a su grupo, que se llamaba The Rest. A Tony le llamó la atención que tuvieran dos amplificadores de válvulas de la marca Vox, justo el mismo modelo que tenía él, y que era caro para la época. También tenían guitarras Fender, de gran prestigio, así que pensó que iban en serio y decidió probar suerte.
Uno de los integrantes se llamaba Bill Ward, que al principio cantaba y tocaba la batería, aunque terminaron fichando a un vocalista y Bill se acabó sentando tras los tambores. No tenía dinero para comprarse baquetas nuevas, así que usaba las que encontraba medio rotas o usadas de otros bateristas, pero a Tony le gustó su estilo tocando.
Cuando Iommi empezó a ensayar con ellos, se dio cuenta de que al otro guitarrista, Vic Radford, le faltaba el dedo corazón. Al parecer, había sufrido un accidente con una puerta y este hecho hizo que Tony fuera perdiendo la vergüenza que sentía tras su varapalo: «Que hubiera perdido su dedo fue de gran ayuda para mí porque nunca había conocido a nadie con ese problema. Pensé, “¡maldición, los dos en el mismo grupo!”», afirma Tony.
Su repertorio se componía de versiones de grupos como The Beatles, The Rolling Stones o The Shadows y lograron cierto éxito en la escena local de Birmingham, donde no les faltaron conciertos en pubs pequeños.
Pronto The Rest se le quedó pequeño a Tony, así que en 1968 hizo la prueba de acceso a una banda de mayor nivel. Se llamaba Mythology y se formó en Carlisle, al noroeste de Inglaterra, cerca de la frontera con Escocia, así que cuando le dijeron que había pasado la audición, Tony se fue a vivir allí. Poco después se unió a la banda Chris Smith, que era el vocalista de The Rest, un grupo que firmó su desaparición en cuanto Mythology necesitó nuevo baterista. ¿Quién fue el elegido? Efectivamente, Bill Ward.
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