José Antonio Loarte González - El tesoro de los Padres

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El término «Padres de la Iglesia» designa a un grupo de personajes de los primeros siglos del cristianismo, cuyos escritos gozan de una autoridad decisiva en el desarrollo de la doctrina cristiana. Todos ellos son un ejemplo luminoso de la fuerza del mensaje cristiano, que ha de «inculturarse» en todo tiempo y lugar, también en nuestros días, sin perder su poderosa originalidad.
Conocer de primera mano los escritos de estos grandes intelectuales y santos constituye un instrumento de gran utilidad para la nueva evangelización. Por su temática y la hondura de su análisis, este libro ofrece textos de gran utilidad, enriquecidos con introducciones, notas biográficas, una guía de lectura, tablas cronológicas y un extenso índice temático.

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Piedras para construir la Iglesia

(Visión III, nn. 2-7)

Dicho esto, [la anciana] hizo ademán de marcharse; mas yo me postré a sus pies y le supliqué por el Señor que me mostrara la visión que me había prometido. Y ella me tomó otra vez de la mano, me levantó y me hizo sentar en el banco a su izquierda. Tomó asiento también ella, a la derecha, y, levantando una vara brillante, me dijo:

—¿ Ves una cosa grande?

—Señora —le contesté—, no veo nada.

—¡Cómo! —me replica—; ¿no ves delante de ti una torre que se está construyendo sobre las aguas con brillantes sillares?

En un cuadrilátero, en efecto, se estaba construyendo la torre, por mano de aquellos seis jóvenes que habían venido con ella; y, juntamente, otros hombres por millares y millares, se ocupaban en acarrear piedras —unas de lo profundo del mar, otras de la tierra— y se las entregaban a los seis jóvenes. Estos las tomaban y edificaban.

Las piedras sacadas de lo profundo del mar las colocaban todas sin más en la construcción, pues estaban ya labradas y se ajustaban en su juntura con las demás piedras; tan cabalmente se ajustaban unas con otras, que no aparecía juntura alguna y la torre semejaba construida como de un solo bloque.

De las piedras traídas de la tierra, unas las tiraban, otras las colocaban en la construcción, otras las hacían añicos y las arrojaban lejos de la torre. Había, además, gran cantidad de piedras tiradas en torno de la torre, que no empleaban en la construcción, pues de ellas unas estaban carcomidas, otras con rajas, otras desportilladas, otras eran blancas y redondas y no se ajustaban a la construcción. Veía también otras piedras arrojadas lejos de la torre, que venían a parar al camino, pero que no se detenían en él, sino que seguían rodando del camino a un paraje intransitable; otras caían al fuego y allí se abrasaban; otras venían a parar cerca de las aguas, pero no tenían fuerza para rodar al agua por más que deseaban rodar y llegar hasta ella.

Una vez que me mostró todas estas cosas, quería retirarse. Le digo:

—Señora, ¿de qué me sirve haber visto todo eso, si no sé lo que significa cada cosa?

Me respondió diciendo:

—Astuto eres, hombre, queriendo conocer lo que se refiere a la torre.

—Si, señora —le respondo—; quiero conocerlo para anunciarlo a los hermanos y que así se pongan más alegres. Y, una vez que hayan conocido estas cosas, reconozcan al Señor en mucha gloria.

Y ella me dijo:

—Oírlas, las oirán muchos; pero, después de oídas, unos se alegrarán y otros llorarán. Sin embargo, aun éstos, si oyeren y se arrepintieren, se alegrarán también. Escucha, pues, las comparaciones acerca de la torre, pues voy a revelártelo todo. Y ya no me molestes más pidiéndome revelación, pues estas revelaciones tienen un término, puesto que están ya cumplidas. Sin embargo, tú no cesarás de pedir revelaciones, pues eres importuno.

Ahora bien, la torre que ves que se está edificando, soy yo misma, la Iglesia, la que se te apareció tanto ahora como antes. Así, pues, pregunta cuanto gustes acerca de la torre, que yo te lo revelaré, a fin de que te alegres junto con los santos (...).

Le pregunté entonces:

—¿Por qué la torre está edificada sobre las aguas, señora?

—Ya te dije antes —me replicó— que eres muy astuto y que inquieres con cuidado; inquiriendo, pues, hallas la verdad. Ahora bien, escucha por qué la torre está edificada sobre las aguas. La razón es porque vuestra vida se salvó por el agua y por el agua se salvará; mas el fundamento sobré el que se asienta la torre es la palabra del Nombre omnipotente y glorioso y se sostiene por la virtud invisible del Dueño.

Tomando la palabra, le dije:

—Señora, esto es cosa grande y maravillosa. Y los seis jóvenes que están construyendo, ¿quiénes son, señora?

—Éstos son aquellos santos ángeles de Dios que fueron creados los primeros, y a quienes el Señor entregó su creación para acrecentar y edificar y dominar sobre la creación entera. Así pues, por obra de éstos se consumará la construcción de la torre.

—Y los otros que llevan las piedras, ¿quiénes son?

—También éstos son ángeles santos de Dios; pero aquellos seis los su- peran en excelencia. Por obra de unos y otros se consumará, pues, la construcción de la torre, y entonces todos se regocijarán en tomo de ella, y glorificarán a Dios porque se terminó su construcción.

Hícele otra pregunta:

—Señora, quisiera saber el paradero de las piedras y qué significación tiene cada una de ellas.

Me respondió diciendo:

—No es que seas tú más digno que nadie de que se te revele, porque otros hay primero y mejores que tú a quienes debieran revelárseles estas visiones. Mas, para que sea glorificado el nombre de Dios, se te han revelado a ti, y se te seguirán revelando, por causa de los vacilantes, de los que oscilan en sus discursos consigo mismos sobre si estas cosas son o no son. Diles que todas estas cosas son verdaderas y nada hay en ellas que esté fuera de la verdad, sino que todo es firme y seguro y bien asentado.

Escucha ahora acerca de las piedras que entran en la construcción. Las piedras cuadradas y blancas, que ajustaban perfectamente en sus junturas, representan los apóstoles, obispos, maestros y diáconos que caminan según la santidad de Dios, los que desempeñaron sus ministerios de obispos, maestros y diáconos pura y santamente en servicio de los elegidos de Dios. De ellos, unos han muerto, otros viven todavía. Éstos son los que estuvieron siempre en armonía unos con otros, conservaron la paz entre sí y se escucharon mutuamente. De ahí que en la construcción de la torre encajaban ajustadamente sus junturas.

—Y las piedras sacadas de lo hondo del mar y sobrepuestas a la construcción, que encajaban en sus junturas con las otras piedras ya edificadas, ¿quiénes son?

—Éstos son los que sufrieron por el nombre del Señor.

—Quiero saber, señora, quiénes son las otras piedras, traídas de la tierra.

Respondióme:

—Los que entraban en la construcción sin necesidad de labrarlos son los que aprobó el Señor, porque caminaron en la rectitud del Señor y cumplieron sus mandamientos.

—Y las que eran traídas y puestas en la construcción, ¿quiénes son?

—Éstas son los neófitos, nuevos en la fe, pero creyentes; son amonestados por los ángeles a obrar el bien, pues se halló en ellos alguna maldad.

—Y los que rechazaban y tiraban, ¿quiénes son?

—Éstos son los que han pecado, pero están dispuestos a hacer penitencia; por esta causa, no se los arrojaba lejos de la torre, pues cuando hicieren penitencia serán útiles para la construcción. Los que tienen intención de hacer penitencia, si de verdad la hacen, serán fortalecidos en la fe; a condición, sin embargo, de que hagan penitencia ahora, mientras se está construyendo la torre. Mas si la edificación llega a su término, ya no tienen lugar a penitencia. Sólo se les concederá estar puestos junto a la torre.

¿Quieres conocer las piedras que eran hechas trizas y se las arrojaba lejos de la torre? Éstos son los hijos de la iniquidad; se hicieron creyentes hipócritamente y ninguna maldad se apartó de ellos. De ahí que no tienen salvación, pues por sus maldades no son buenos para la construcción. Por eso se les hizo pedazos y se los arrojó lejos. La ira del Señor pesa sobre ellos, pues le han exasperado.

Respecto a las otras, que viste tiradas en gran número por el suelo y que no entraban en la construcción, las piedras carcomidas representan a los que han conocido la verdad, pero no perseveraron en ella ni se adhirieron a los santos. Por eso son inútiles.

—¿Y a quiénes representan las piedras con rajas?

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