Otra cosa sería partir de orígenes viciados, o por lo menos teñidos de prejuicios, lo que nos conduciría derechamente a conclusiones erradas. El propósito de este trabajo requiere que procedamos así, porque no se busca en él ni aceptar como definitiva la sentencia secular que ha recaído sobre Judas Iscariote ni negarla: nuestro fin es sólo ser justos. Si el Iscariote vendió a Jesús, merece el estigma que agobia su nombre, pero si no lo vendió, devolvámosle su dignidad de ser humano y su alta categoría como discípulo de aquel que a sí mismo se llamó Hijo del Hombre.
Todavía no se ha hecho un estudio sereno sobre la participación del Iscariote en el proceso que culminó con la crucifixión de su maestro en el Cerro de las Calaveras. Vamos a tratar de llevarlo a cabo ahora, valiéndonos de los mismos documentos que han sido usados para hacer de Judas la encarnación de la vileza y la figura más execrada de toda la cristiandad.
2Un texto incluso tan clásico como la Vida de Jesús , de Ernest Renan (1823-1892), publicado en París en 1863 dentro de la corriente positivista, con un criterio «imparcial, científico y objetivo», considera a Judas «un desgraciado que por motivos difíciles de explicar, traicionó a su Maestro». Si bien, el propio Renan, añade: «aunque apenas se pueda creer en semejante exceso de maldad. El horrible recuerdo que la necedad o la infamia de este hombre dejó en la tradición cristiana ha debido introducir alguna exageración en todo esto». Es, precisamente, lo que se plantea Bosch: hasta dónde llegó esa «exageración».
3Esta hipótesis, la de que estas mujeres fueran amantes de Jesús, incluso la de «Jesús casado», es explícitamente formulada por varios de los Evangelios apócrifos (Evangelios de Felipe, Evangelio de María y Evangelio de Tomás), especialmente referido a María Magdalena. Hoy, sin embargo, cualquier formulación, teológica o científica, da por comprobado y cierto el celibato de Jesús. Lo que no obsta para reconocer que las mujeres formaban parte del séquito habitual de Jesús. Marcos, Mateo y Lucas citan que «había muchas mujeres» que acompañaban a Jesús en su vida pública. A pesar de la época en la que se desarrollan los hechos y de que no era normal que la mujer tuviera un papel política o religiosamente activo o público, parece que no ofrece duda alguna que esa incorporación fue un hecho novedoso y Jesús su generador, aunque después, la Iglesia, como estructura de poder fuera marginando a la mujer hasta el día de hoy de los puestos dirigentes de la Iglesia Católica.
4Aquí comete Bosch un error, propio de la época en la que concibió el libro e inició sus análisis de los evangelios (finales de la década de 1940), al considerar el Evangelio de Mateo anterior y «guía» del Evangelio de Marcos. Hoy está fuera de toda duda, en el ámbito de los estudiosTeológicos Católicos y de los trabajos científicos, que el más antiguo de los Evangelios es el de Marcos, escritos todos ellos en el siglo I, como tampoco ofrece duda que los cuatro evangelios sagrados fueron escritos después de la obra de Pablo, quien desconocía la existencia de aquéllos: Todos los demás evangelios, no reconocidos por la Iglesia, o apócrifos, que han llegado hasta nosotros, son posteriores a los Cuatro Evangelios Canónigos. Lo que permite datar el Evangelio de Marcos y el conjunto de los Evangelios es la «teoría de las dos fuentes», también hoy tácitamente aceptada por todos los estudiosos del NuevoTestamento. Esta tesis propone que Mateo y Lucas no sólo utilizaron el Evangelio de Marcos, sino también una segunda fuente, hoy perdida, que se ha convenido en llamar «fuente Q» (del alemán «Quelle»; fuente). Esta hipótesis, que constituye en la actualidad prácticamente un «hecho científico», tiene en consideración, entre otros argumentos, la propia redacción de los cuatros evangelios. Éstos, en muchos pasajes, no sólo son similares en su contenido, sino que llegan a ser idénticos en su redacción (escritos, los cuatro, en griego, no en arameo, como vulgarmente se entiende), de tal forma que, comparando los pasajes de igual redacción se comprueba la existencia de otro texto matriz, hoy perdido, denominado «la tradición Q», que explica las sorprendentes coincidencias –prácticamente exactas– entre Mateos y Lucas que no provienen de Marcos, sino necesariamente de otra fuente anterior diferente, la fuente «Q».
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