“[Fue] impresionante cómo la gente encontró en el Normandie el lugar que estaba esperando. Fue una mezcla entre el gusto por lo estético, de una buena historia, pero también de una buena reflexión. Ayudado también de un folleto que ayudaba al espectador que quizás no estaba informando, a tener otra visión de la película que iba a ver, y comparaba lo que leía con lo que veía. Entonces después venían las conversaciones de café. ¿Te imaginas los días de trasnoche con toque de queda, la gente salía corriendo a sus casas, etc.? Pero eso no impedía que llegaran a la película. Entonces, ver colas de gente para comprar la entrada en la Alameda que llegaba hasta la calle [Irene] Morales, para las películas de trasnoche… súper potente.” Ricardo Stuardo(entrevista, octubre 2018) |
Imágenes de funcionarios y boletería del cine Normandie en la sede de Alameda, década 1980. Colección Cine Arte Normandie.
Es imposible desconocer cómo la situación del país en esta década afectaba también al Normandie. La represión política rondaba en el aire. Si bien el cine, situado al lado del Ministerio de Defensa en el Edificio Diego Portales (ex UNCTAD), nunca tuvo mayores problemas de censura, es inevitable que el contexto influyera en los modos en que se desarrolló. Sergio Salinas era muy cuidadoso al respecto, evitando programar películas abiertamente opositoras al régimen o de contenido político demasiado explícito. Además, los críticos que colaboraban con el Normandie tenían todos los colores políticos. En este sentido, más allá de las diferencias de pensamiento, el cine parecía tener un valor superior. La cinefilia no estaba condicionada ni por partidos ni por tendencias, lo que era valorado por los medios de comunicación y respetado por el régimen. Como señala Alex Doll:
“[respecto al gobierno militar]... no nos reventaron, nos cuidaron, pero tampoco éramos de su agrado, porque éramos un centro cultural en que iba todo el mundo, gente de derecha también. Por eso el Normandie pasó a la historia, porque cuando nos reunimos los cuatro socios dijimos que no haríamos un lugar político. Los cuatro éramos anti–Pinochet, pero no queríamos meter la política. Teníamos una prohibición de hacer arriendos políticos, íbamos a hacer lo mejor que fuera para el cine. Se formó un lugar de encuentro más de izquierda por su propia naturaleza, pero también de gente que le gustaba el cine, la literatura... entonces el lugar de encuentro pasa a ser como parte de la ciudad.”17
En muy pocas ocasiones hubo roces durante la dictadura. Una de ellas ocurrió en el cine foro de los domingos, un ciclo de cine sobre la justicia, programado por Ricardo Stuardo, que buscaba discutir diferentes temas con algunos panelistas expertos. Para el ciclo –y sin mucha difusión– hubo invitados políticos, críticos de cine y académicos. En esta ocasión asistió el gremio de los abogados y mucho público. Al inicio del foro, se le avisó a Stuardo que la DINA se encontraba afuera y que querían hablar con él:
“’Servicio de inteligencia… cierre de inmediato la sala.’ Y yo chorito dije que no, ‘Que está haciendo política’ ‘No, qué política, teniendo academia, profesores, el público son todos estudiantes de derecho, abogados’, ‘es política señor, tiene que cerrar’ ‘No, no voy a cerrar’. Tuvimos suerte […] José Miguel Barros [embajador de Chile en Inglaterra] nos ayudó a blanquear la cosa y él feliz de estar, pero no cachaba para dónde iba a esta cuestión, era gente que era amante del cine nomás […] Y terminamos, yo pensé que iban a llegar las fuerzas especiales, pero seguimos con el foro.”18
Portada del tríptico del ciclo de El cine y la justicia. Archivos Normandie.
El Normandie era entonces una alternativa confiable para un público ávido de cultura. En una ciudad que había sufrido la censura de gran parte de la vida cultural desarrollada en el espacio público, donde los santiaguinos se habían acostumbrado a no salir de noche por los toques de queda y la vigilancia estatal, el Normandie podía ser un espacio de encuentro y de conversación más libre, que permitía encontrarse y disfrutar en torno al cine. Si bien no era la intención original de sus creadores, el cine se convirtió en un símbolo de la resistencia para sus públicos, que encontraron allí un refugio en los aciagos momentos que vivía el país.
“Eran los tiempos en que ser cinéfilo en Santiago era una cuestión relativamente fácil –como decía Raúl Ruiz, con apenas dos películas al año–, pero con los reglamentos claros y convenientemente aprendidos: conocer a pie juntilla los ciclos de cine alemán del Goethe [Institute], asistir a las exhibiciones en la estrecha sala del chileno–francés, comprar religiosamente la revista Enfoque , y, por cierto, ir a tomarse una cerveza al Cuervo después de una función en el Normandie […] Bajo la frase “vamos al Normandie’’ se aunaban dos emociones vitales: una declaración de amor al cine y un exquisito acto de negación a los oscuros días del pinochetismo.” Jorge Letelier(Revista Mabuse , 2003) |
“En el 85 trajeron al director español Basilio Martín Patino, sin saber que su cinta Canciones para después de una guerra estaba prohibida. “Quisimos darla y no pudimos”, cuenta Alex. “Después de mucho negociar, nos autorizaron a exhibirla un domingo a las 10 de la mañana. Pensamos que no iba a ir nadie, pero la cola llegó hasta Plaza Italia. Fue tanta gente, que tuvimos que agregar otra función a las 12. Esa vez metimos a 2.000 personas. El más asombrado era Patino.” Jorge Letelier( La Tercera , 2012) |
“Es que hay una foto muy linda de la gente marchando dos días después del plebiscito y con la marquesina de El gran dictador [1940] y lo programaron por eso, porque era el plebiscito y como una manera de decir algo sin decirlo.” Felipe Blanco(entrevista, mayo 2019) |
“..para mí la había [connotación política] sin duda, sobre todo en la época cuando estaban en la Alameda, ese Normandie, que es la época del colegio, de cuando aparecía el Normandie en [la revista] APSI . Para mí era parte de un circuito [de resistencia], mentalmente estaba identificado, estaba en un territorio, sin duda.” Pablo Marín(entrevista, agosto 2019) |
Icónica imagen de la marquesina del Cine Arte publicitando El gran dictador . Colección Cine Arte Normandie.
La década de 1990: transformaciones y continuidades
Con la llegada de la democracia, el Normandie se enfrentó a nuevos desafíos, que implicaron diversas transformaciones, tanto en su organización y modos de trabajo, como en su programación y ejercicio crítico. En esta sección abordaremos el primer aspecto, y en los capítulos siguientes sus impactos en los otros dos ámbitos. Estos cambios estuvieron marcados por el cambio de ubicación del cine a su lugar actual en calle Tarapacá 1181, lo que implicó la adaptación en el contexto político, económico y social de Chile durante los años noventa. Veremos que pese a dichas transformaciones, los lineamientos principales que subyacían al trabajo del Normandie permanecieron, dándole una continuidad a la esencia del proyecto que se mantiene hasta el día de hoy.
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