En el capítulo III, «Un archivo para el futuro», analizo el colonialismo de colonos en los territorios mapuche, pehuenche y huilliche, en el sur de Chile, demostrando el actual esfuerzo del Estado colonial para «eliminar a los nativos»65. Del mismo modo que sucedió el conflicto de Chiapas sobre los territorios mayas, la violencia y el despojo de los territorios mapuche solo ha aumentado con la gubernamentalidad neoliberal desde la década de 1990. La crisis resultante ha aterrorizado a miles de Indígenas debido al despliegue masivo del Estado policial en la región del Biobío. La resistencia conmovedora de las mujeres Indígenas, a través de huelgas de hambre y encarcelamiento político, ha sido un modo importante y muy visible de corporizar la disidencia dentro de la zona extractiva66. En este contexto, el cineasta mapuche Francisco Huichaqueo produce un archivo para el futuro sobre la violencia presente que ha traído la producción y la exportación de pino y eucalipto en esta región, un monocultivo que ha desplazado y reducido la vida cotidiana de los pueblos Indígenas en los territorios del sur de Wallmapu, región del Biobío.
Como muestro, en sus representaciones altamente simbólicas de la ocupación, Huichaqueo se niega a seguir las convenciones del cine documental. También descentra las representaciones de la figura humana, haciendo de la naturaleza –en particular del pino omnipresente, el pehuén ancestral y los gigantescos árboles nativos de la araucaria– el centro narrativo de sus películas. Junto con el director, el/la espectador/a lamenta la extinción del sagrado pehuén, al ir más allá de la ocupación colonial hacia los mundos invisibles mapuche que Huichaqueo visualiza. Más aún, el director mapuche incorpora el lenguaje cinematográfico experimental como una salida a restringidas visiones de desarrollo. A través de la opacidad y, particularmente, de la perspectiva oscura, encontramos un complejo desafío estético a la mirada colonial normativa que convierte a los territorios en paisaje, mientras criminaliza a los cuerpos Indígenas.
Habiendo pasado por las escenas extractivas del turismo espiritual y la extracción de bosques y petróleo, me dirijo en el capítulo IV a «Una episteme de ojo de pez», título que nombra la perspectiva sumergida que discuto en este capítulo. Allí, analizo la mercantilización del agua, mientras pienso la hidroelectricidad como vida y perspectiva sumergida que la energía hídrica busca ahogar. Más aún, en mi análisis de la obra de la artista colombiana Carolina Caycedo examino cómo una visión invertida nos ofrece un orden diferente de percepción del que proviene de las líneas de visión empíricas que escudriñan por debajo, por encima y a través de la división extractiva. La episteme de ojo de pez, a la que me refiero, descoloca la centralidad ocular del desarrollo humano y, en cambio, revela una contraposición borrosa, por debajo de la superficie.
Al documentar las ontologías y texturas de la vida rural en video, Caycedo muestra cómo la invasión de tierras por parte de la empresa eléctrica Endesa, en territorios biodiversos, produce una catástrofe para las comunidades fluviales locales, en el Valle del Cauca, al suroccidente de Colombia. En una larga toma del exuberante y verde del río, Caycedo invierte la cámara para que el Magdalena fluya en la parte superior del cuadro. Esta visión invertida se aleja y se separa de la visión extractiva colonial, al ver el río como un lugar de un sutil y asombroso sustento social y ecológico, y no simplemente como agua en movimiento que debe ser aprovechada para la electricidad. Explico cómo la praxis estética de Caycedo invierte también el modelo normativo del desarrollo colonial y sus tecnologías extractivas, resignificando las tecnologías satelitales y los drones para representar las relaciones comunales transgeneracionales y sus fuentes locales de conocimiento.
En el capítulo V, «Gestos descoloniales», propongo que la crítica anarcofeminista Indígena ofrece otra perspectiva sumergida desde dentro de la zona extractiva. Esta brinda un importante conjunto de ejemplos históricos y modos de rechazo del capitalismo global, que van desde la producción intelectual y cultural hasta actividades corporizadas de disidencia. Así, las mujeres Indígenas aymaras, huelguistas de hambre, trabajadoras mineras y de plazas de mercado, comparten una historia de ética anticapitalista, que descarta y rehace condiciones de posibilidad fuera de la minería, que ha determinado la posición de este país en la economía mundial desde el siglo XVI.
Las teorías descolonizadoras de Silvia Rivera Cusicanqui emergen de su trabajo de campo dentro de los modos culturales de la historia anarcofeminista boliviana, y ayudan a esbozar el trabajo teórico de este capítulo, que enhebra una genealogía de figuras femeninas que a menudo han sido ocultadas por la historia de la izquierda latinoamericana. Además, me dirijo a los imaginarios descolonizadores de Mujeres Creando: artistas, performers, activistas, cuya división en dos organizaciones, Mujeres Creando y Mujeres Creando Comunidad, con dos visiones distintas, solo multiplica la potencialidad de su perspectiva crítica. Este capítulo pone al género y a la sexualidad en primer plano para abordar el potencial utópico que se ha animado dentro de la política y las esferas culturales andinas, especialmente en la última década67.
A través de cinco escenas extractivas de América del Sur, concluyo con las perspectivas sumergidas de los movimientos sociales, los esfuerzos artísticos y las formaciones intelectuales que desafían la visión monocultural del desarrollismo y del capitalismo colonial. Ya sea a través del juego de sombras, viendo desde abajo, o escuchando el agua, estas modalidades porosas expanden la condición de posibilidad frente a visiones desde lo alto, eurocéntricas, modernistas y totalizadoras sobre la diferenciada vida planetaria.
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