—¡El tiempo se detiene cuando la flor polen tiene!– cantaba dulcemente la abeja Rita, mientras paladeaba el dulce néctar del alelí.
—¡El tiempo se detiene cuando el que me persigue no me tiene! –cantaba temeroso el camaleón Spot, escondiéndose entre las plantas y las flores de un colorido jardín.
Al escucharlo, Rita le preguntó:
—¿Quién te persigue, escurridizo camaleón? ¿Tú crees que porque cambies de color cambia quien eres? El que quiera encontrarte lo hará, más allá de tus aparentes cambios.
A lo que Spot respondió:
—Nací con la facilidad de adaptarme al medio con mis colores, y uso ese don para esconderme de quien pretende dañarme.
—Amigo Spot–respondió Rita. –¿Y si en vez de pensar que te escondes de lo que tu mente te muestra peligroso y te hace temer, pensaras que puedes sentirte una hermosa flor, con sus mismas tonalidades, tan aromática como las hierbas, y estar entre ellas sin que nadie te moleste por confundirte con una flor más?
—Nunca se me ocurrió… nací pensando en escapar vestido con uno de mis disfraces como todos los de mi especie. Me haces reflexionar Rita. Entonces me pregunto… ¿Y tú, tan libre acompañando el viento, a la vista de todos, cómo te sientes? —le preguntó Spot.
—Encontré el sentido a mi libertad, y a la solidaridad –respondió la abeja. –Puedo elegir la flor, al hacerlo elijo su color también, me acerco por su aroma y ellas con su polen y yo con mi tarea ayudamos a la gente a tener a su alcance con lo que elaboramos, la posibilidad de estar bien, fabricando un alimento dulce y sobre todo nutritivo.
—Y tú, Spot, con tu gran capacidad de adaptarte, en vez de pensar en alejarte de todos—, agregó Rita, —úsala para ser uno más en la naturaleza, disfrutándola, aprendiendo de la sabiduría que te brinda cada lugar en el que tienes la facilidad de adaptándote, estar, y formar parte de la belleza que nos presenta, hasta que tu alegría pueda ser tan grande como la alegría de todas las flores del jardín.
MORALEJA: ¡Tenemos capacidades! Desarrollémoslas para el bien de todos. No dejemos que los temores nos retraigan de hacer las cosas que nos hacen bien. Entre todos es más fácil lograr un objetivo, ayudándonos, dando lo mejor de cada uno como lo hacen las abejas, que siempre viven y colaboran en comunidad.

EL GIRASOL Y LA BARAJA
Esta fábula guía sobre el valor de los sentimientos nobles
En la cumbre de una montaña, en algún lugar inhóspito del planeta, hace muchos años había un templo donde un grupo de sacerdotisas se ocupaban de rendir culto a la naturaleza e investigar las leyes que gobiernan el Universo. Un día al salir del templo, lugar donde además de sus investigaciones oraban por el bien de las personas y la paz en la tierra, el grupo de jóvenes mujeres caminaba sumidas en sus pensamientos cuando un fuerte viento las envolvió. Sin darse cuenta de lo ocurrido, un mazo de barajas muy antiguo cayó del bolso de una de ellas que se encontraba abierto; las cartas se esparcieron detrás de las bellas jóvenes y comenzaron a volarse llevadas por las corrientes de aire. Las mujeres habían hallado, estudiando algo tan simple como un mazo de barajas que habían hallado entre las hojas de un viejo libro, una clave secreta muy antigua que hablaba de los lazos que unen al hombre con los astros del cielo y las maravillas de la naturaleza en la tierra.
El fuerte viento elevaba las barajas; la carta llamada “La Justicia” dejó de rodar a los pies de un girasol que había crecido, por obra de la Naturaleza, en la aridez de la montaña. La ventisca cesó y las mujeres continuaron su andar. Así fue como los pétalos del gigante girasol, suaves, largos y amarillos, comenzaron a acariciar el rostro de la mujer que estaba dibujado en la carta, ya que le enternecía verla abandonada y solitaria en medio del campo; y así sucedió día tras día… El girasol se preguntaba por qué sus caricias no eran correspondidas por la mujer que estaba tan quieta en la carta… —¿Será porque tiene los ojos vendados y no me ve? ¿Será que está tan ocupada sosteniendo con sus manos la balanza de La Justicia que no puede acariciarme como yo lo hago? — Todos los días siguientes las mismas dudas, y el dolor de no ser correspondido era el lamento permanente del girasol. Mientras que, durante la noche cuando la hermosa flor se cerraba para dormir, no había sufrimiento y tampoco había preguntas.
Mientras el girasol no estaba bien con lo que sucedía, la figura de la Justicia recibía con agrado las caricias que desconocía provenían de una bella y gigante flor, por tener sus ojos vendados. Estaba tan ocupada en tener claridad desde su sentir interior, y ser justa con las cosas desagradables que pasaban en el mundo para poder llegar a hacer justicia desde su anhelo de que lo correcto triunfara, que pensaba que si soltaba la balanza de sus manos para corresponder a las caricias dejaría de estar atenta a su función; en los platillos la señora justicia sentía el peso de cada uno de ellos y hacia donde se inclinaba la balanza, si hacia lo correcto o si pesaba más lo incorrecto. Hasta que a los pocos días una niña que pasó por el lugar vio las cartas, las recogió y las devolvió al templo, donde supuso que las sacerdotisas del lugar las estudiarían como lo hacían con todo escrito o dibujo que les facilitara la comprensión del ser humano y la naturaleza. Y así, ambos fueron separados.
El girasol nunca entendió por qué La Justicia estaba tan ocupada en su tarea que no veía su malestar y le correspondía con su cariño…Y La Justicia nunca comprendió, al tener sus ojos vendados, que no pudo ser justa al no ver y corresponder el buen trato compasivo del girasol.
MORALEJA: muchas veces estamos tan ocupados en lo que hacemos o en lo que pensamos, que no reparamos en actitudes de afecto de personas que nos quieren, no siendo correctos en nuestro proceder, e incluso siendo injustos sin quererlo desde nuestras acciones.

TODOS PODEMOS VOLAR
Esta fábula nos enseña el valor de nuestros sueños
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