(Juan 8:11).
La segunda verdad básica sobre Dios y el sexo es esta: las buenas nuevas de Jesucristo ofrecen perdón a los que tienen un pasado sexual estropeado. El pecado sexual no es el pecado imperdonable, y las lesiones sexuales no son irreparables. No importa lo que hayamos hecho, visto o pensado, ni tampoco lo que nos hayan hecho, la Biblia nos habla “la palabra de [la] gracia [de Dios]” (Hechos 20:32). La Biblia está saturada de muestras de esta gracia. Las familias de Abraham, Isaac y Jacob fueron extremadamente disfuncionales, pero el linaje prometido de Cristo pasó por ellas. El rey David cometió adulterio y después hizo un plan para asegurarse de que el esposo de la mujer fuera asesinado en la batalla, pero se arrepintió de su maldad y fue perdonado (2 Samuel 11-12; Salmo 51). ¡La mujer con la que cometió adulterio incluso recibe una mención especial en el árbol genealógico de Jesucristo! (Mateo 1:6).
Aunque muchas veces la gente espera que la Iglesia condene a los que han cometido errores en el área sexual, debería ocurrir todo lo contrario. Debemos seguir las pisadas de Jesús, que le da vida nueva a una mujer con un pasado muy oscuro (Juan 4:1-42) y perdona a una mujer atrapada en el acto mismo del adulterio (Juan 8:1-11). La pureza de Jesús y Su oferta de perdón atraían a las prostitutas (p. ej., Lucas 7:36-50). De hecho, los fracasos sexuales entraron al Reino de los cielos antes que los que pensaban estar limpios (Mateo 21:31-32). Los fariseos ataban cargas pesadas de obligación religiosa y las echaban a cuestas de la gente, convirtiendo así toda la religión en algo difícil de llevar (Mateo 23:4). En contraste, el Señor Jesús no quebrará la caña cascada ni apagará el pábilo que centellea débilmente (Mateo 12:20 citando Isaias 42:1-4). Su yugo es fácil y ligera Su carga (Mateo 11:29-30). Por lo tanto, cualquiera sea nuestro pasado, nuestros pensamientos, nuestros deseos, quizá incluso nuestras acciones y relaciones incorrectas, Jesucristo nos ofrece perdón y gracia a ti y a mí.
Y os restituiré los años que comió… la langosta…(Joel 2:25)
Este perdón y esta restauración se ilustran de manera hermosa en una profecía de Joel, en el Antiguo Testamento. Una vez, mi esposa y yo estábamos intentando ayudar a una amiga muy querida cuya vida era un tormento por los recuerdos de un pecado sexual. Lo había dejado hace mucho, pero los recuerdos seguían perturbándola. Nada de lo que le decíamos parecía ayudarla hasta que mi esposa la llevó a la profecía de Joel, que fue dirigida a un pueblo cuya tierra y cuyas vidas se habían visto asoladas por una plaga de langostas como castigo por sus pecados. Sabían que era culpa suya, y se arrepintieron, pero parece que habían perdido la esperanza de que sus vidas fueran restauradas. Deben haber pensado así: “Fuimos demasiado lejos, nos arruinamos demasiado, perdimos nuestras opciones”.
Entonces escucharon este mensaje de parte de Dios: “Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta” (Joel 2:25). Este versículo predica el evangelio en el Antiguo Testamento y anticipa la promesa de Cristo. Por arruinada y asolada que esté tu vida en el área sexual, si te vuelves a Cristo, Él promete restaurar los años que comió la langosta. Eso no significa necesariamente que tendrás satisfacción sexual en esta vida, aunque bien podría incluir una buena medida de sanidad y restauración. Pero sí significa más allá de toda duda algo más profundo: un perdón pleno y gratuito, y un nuevo comienzo. ¡Y sí significa que en el mundo por venir experimentarás una satisfacción y realización que, en comparación, opacará al mejor sexo del mundo!
La gracia de Dios nos permite vivir vidas de pureza
Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras
(Tito 2:11-14).
La tercera verdad básica respecto a Dios y el sexo nos lleva más allá del perdón. Es esta: el Dios que nos perdona en Su gracia también actúa en nuestro interior con poder para cambiarnos. Dios no solo nos perdona para dejarnos seguir como estábamos antes (no muy bien). En lugar de eso, coloca Su Espíritu, Su propia presencia, en nuestros corazones como Su poder personal para invadir, limpiar, y remoldear nuestro corazón estropeado. Como Pablo le dice a su colega Tito en el pasaje bíblico anterior, la gracia de Dios nos enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a vivir vidas nuevas. Jesús vino a purificar para Sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.
Independientemente de nuestras historias, nunca debemos subestimar el poder de la gracia para enseñarnos y purificarnos. Después de entregarle esa lista terrible de pecados a la iglesia de Corinto, Pablo añade: “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados [apartados para que ahora vivan diferente], ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:9-11).
Hace algunos años, leí un best seller de psicología popular. Esos libros siempre me deprimen porque dicen, más o menos, que si esto o aquello ocurrió en tu niñez, verás ciertas consecuencias malas en tu adultez. Al leerlos, muchas veces siento, en primer lugar, que mis padres cometieron algunos de esos errores durante mi niñez (¡como lo hacen todos los padres, aunque en verdad los míos fueron maravillosos!), y, en segundo lugar, que yo, por mi parte, cometí todos los mismos errores con mis propios hijos durante su niñez. Pareciera que no hay esperanza para ninguno de nosotros. Sin embargo, recuerdo vívidamente el comentario de un buen amigo cuando conversamos sobre el libro. “El problema de ese libro”, dijo, “es que no da lugar a la gracia”. ¡Cuánta razón tenía! La gracia de Dios puede irrumpir en la vida más estropeada y traer limpieza, y luego esa misma gracia puede enseñarle a la vida limpiada a ser una vida de pureza creciente. Eso es tan cierto del área sexual como en cualquier otra área de la vida humana.
Por lo tanto, mientras estudiamos la Biblia juntos, nunca te olvides de que les habla a los que tienen historias de ruina y lesiones, y Jesucristo les ofrece perdón y restauración. Tampoco olvides nunca que, por Su gracia, Dios puede convertir una vida estropeada en una vida de pureza creciente, que será perfeccionada cuando Él, a la postre, nos dé cuerpos resucitados.
Para estudio y discusión
Vuelve a leer los pasajes principales que se abordan en este capítulo (1 Corintios 6:9-11; Juan 8:11; Joel 2:25 y Tito 2:11-14).
1 ¿Quiénes son las personas que más te han influenciado con sus ejemplos (buenos o malos) en el área del sexo y el matrimonio? Piensa tanto en la gente que conoces como en los personajes que has visto en películas, series, revistas o libros.
2. Describe esos ejemplos, ya sean buenos o malos. ¿Cómo se han comportado esas personas y qué has aprendido de ellas (positivo o negativo)?
3. ¿Cómo han influenciado tus nociones de lo que es bueno y malo?
4. Si estás casado (o quizás lo estés un día), ¿qué “lastres” crees que llevas al matrimonio, en cuanto a ideas y expectativas?
5. Detente para llevar esos “lastres” en oración delante de Dios. Ora a la luz de las verdades de la gracia presentadas en este capítulo y pídele a Dios que las enraíce en tu corazón. Reclama el perdón y la limpieza de Cristo para tu pasado.
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