—Vale, Lisa. Eso haremos, encontrarlo —contestó Laura.
Y así los cuatro amigos iniciaron la búsqueda de Edric entrando en la cueva. Al pasar un rato, los chicos llegaron a una especie de bóveda 29gigantesca de paredes muy altas, en la que no se podía ver el techo. Todo estaba en silencio y el miedo poco a poco se apoderaba de ellos. Miraban hacia el frente, hacia un lado, hacia el otro y solo podían ver un abismo 30de oscuridad. No veían más allá de donde llegaban las luces de sus antorchas. En esa bóveda tan gigante se sentían pequeños y encogidos y no sabían hacia dónde ir. Hasta que de repente Mario alzó el palo de madera ardiendo y mirando hacia arriba gritó:
—¡Ahhhhhh! ¡Dios mío! ¡Estamos debajo de un nido de murciélagos chupasangreee!
En ese momento los murciélagos, al escuchar tal alboroto 31, comenzaron a chillar y a volar en todas direcciones, alcanzando y rodeando a los niños por todos lados. Estos, como podían, dando manotazos, se los intentaban quitar de encima mientras gritaban asustados.
—Mamáááá, mamáááá —lloraba Laura.
—¡Nos van a chupar la sangre! —gritaba Sofía.
—¡Rápido, venid! Aquí hay una gruta. Parece que este camino lleva a algún lugar. Corramos antes de que nos dejen aquí chupados y sin sangre —avisó con fuerza y decisión Lisa.
Y los niños salieron todos corriendo a la misma vez, siguiendo aquel camino oscuro y estrecho que les salvaría de los murciélagos chupasangre. Pero de repente, cuando creían que había pasado el peligro y podían estar a salvo, todos juntos cayeron a la vez por un gran y profundo agujero que parecía un tobogán. Se deslizaron a gran velocidad mientras sus gritos retumbaban por las paredes de piedra de lo que parecía una gran atracción gigante con curvas pronunciadas 32, cerradas y pendientes que quitaban el hipo. Al final de ese gran viaje, todos fueron a parar a una inmensa montaña de monedas y objetos de oro con un sinfín de cosas preciosas. Todas las cosas que uno se pudiera imaginar estaban en esa gigantesca montaña convertidas en oro: rubíes, pulseras, collares, pero también libros, lápices, perros, carteras, cascos… Todo. Los objetos relucían con muchísima fuerza, tanto que si mantenías los ojos muy abiertos durante bastante tiempo mirándolos podías quedarte ciego.
—¡Mirad, chicos! ¡Hemos encontrado el tesoro! —dijo Laura entusiasmada.
—Es verdad, Laura. ¿Dónde hemos venido a parar? ¿Qué es este lugar? —preguntó Mario.
—Pues parece el tesoro perdido de los hombres roca, unos monstruos de los que se decía que ya habían desaparecido hace mucho tiempo. Mi madre me hablaba de esas historias cuando era pequeña —comentó Laura
—¿Hombres roca? ¿Qué es eso? —preguntó Mario.
—Pues mira, Mario. Dicen las historias que esos hombres no eran humanos; eran muy antiguos y existían desde antes de llegar al mundo las personas. Nacían de las rocas y piedras de las montañas. Se encargaban de proteger primero el planeta Tierra y toda su naturaleza, pero cuando llegaron los humanos se dedicaron a salvaguardar 33sus grandes tesoros, puesto que antiguamente habían llegado a ese acuerdo: si el ser humano cuidaba mejor el planeta, ellos cuidarían de sus riquezas 34. Pero lo último que recuerdo es que la codicia 35del humano fue tal que los hombres roca se cabrearon y les declararon la guerra. A partir de ahí, las personas y los hombres roca siempre estuvieron peleados y era muy peligroso cruzarte con alguno de estos seres, porque eran duros como piedras y nadie podía con ellos. Lo único que podías hacer si te los encontrabas era correr. Gracias a Dios, hace ya mucho tiempo que no se escucha hablar de ellos.
—Sí, Laura, y que también son leyendas. Nadie ha visto nunca a esos tales hombres roca —le replicó Lisa.
—Chicos, os propongo una cosa. Ya que estamos un tanto alterados, algo asustados y malheridos por culpa de los murciélagos chupasangre y rodeados de un gran tesoro, el cual no podemos llevarnos, ¿qué os parece si os propongo un acertijo? Con tantos objetos que estoy viendo no se me viene a la cabeza otra cosa —preguntó Sofía.
—Está bien. A mí me encantan los acertijos, Sofía. Además, así nos relajaremos antes de seguir buscando a Edric.
—OK, está bien.
«Si en esta montaña del tesoro,
con 123 colgantes preciosos,
354lingotes tengo de oro,
más 567 vasijas bordadas por el loro,
¿cuántos tesoros podría juntar
para en un cofre todo guardar?».
SOLUCIÓN 10
__________________
25 Relato: Cuento o narración.
26 Refugiarse: Protegerse en algún lugar.
27 Senda: Camino más pequeño hecho al pasar andando.
28 Penetrar: Entrar, pasar por la entrada de algún lugar.
29 Bóveda: Estructura de techo de forma curvada.
30 Abismo: Profundidad grande, imponente y peligrosa.
31 Alboroto: Vocerío o estrépito causado por una o varias personas.
32 Pronunciadas: Resaltadas, acentuadas, destacadas.
33 Salvaguardar: Defender, proteger algo o a alguien.
34 Riqueza: Abundancia de bienes y cosas preciosas.
35 Codicia: Deseo o afán excesivo de riquezas.
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