El 30 de noviembre de 1803 embarcan desde La Coruña en la corbeta María Pita, veintiséis tripulantes, veintidós niños huérfanos y una mujer. Isabel los acompañaba en su filantrópica expedición llevando con ella a su propio hijo, al que también vacunarían. Ella fue la columna vertebral del viaje ocupándose constantemente de los pequeños con edades comprendidas entre tres y siete años, a los que por otro lado les costaba muchísimo adaptarse al duro medio. Luchando por que los médicos estuvieran pendientes de ellos, Isabel consiguió que de la primera cadena humana de veintidós infantes llegaran todos con vida al primer puerto. Tras muchos avatares que ella conciliaba con inteligencia y bondad procurando siempre el bienestar de esos niños que de brazo a brazo, llevaron a América y Asia la primera vacuna de la historia, llegando a Manila el 15 de Abril de 1805. Todos ellos vivos, menos un par, uno de ellos, comprado en Puerto Rico, y que Isabel se negaba a embarcar por verle débil e incapaz de soportar el viaje. El resto sobrevivieron gracias a los constantes cuidados de Isabel, habiendo dado prácticamente la vuelta al mundo, Canarias, Venezuela, Colombia, Ecuador, Guatemala, Cuba, Chile, Perú, México, y Filipinas. “ Sin Isabel a cargo de los niños el proyecto no hubiera llegado a su fin. Con el excesivo trabajo y rigor de los diferentes climas que hemos recorrido, perdió enteramente su salud, infatigable noche y día ha derramado todas las ternuras de la más sensible. Madre sobre los angelitos que tiene a su cuidado, del mismo modo que lo hizo desde La Coruña y en todos los viajes y los ha asistido enteramente en sus continuadas enfermedades” . Palabras literales de Balmis. Según nos cuenta Javier Moro en su libro sobre la expedición A Flor de Piel, Francisco Javier Balmis junto con Salvany se disputaba el amor de la extraordinaria mujer.
Resulta lógico preguntarse qué sentiría a bordo esa mujer que aunque nacida cerca del mar siempre lo había visto desde la distancia. Su pequeña y no fácil existencia, no le habían doblegado el ánimo ni ese amor por los niños del que dio sobrada muestra en tamaña travesía.
¿Qué pensaría Isabel del mundo que iba a encontrarse en la otra orilla del Océano y en una travesía de la que muchos, la mayoría, raramente regresaban, porque morían en el intento o bien quedaban atrapados por las prebendas del nuevo mundo?
¿Qué pena le supondría el tener que separarse de esos niños, sentidos como Benito, el suyo propio, cuando al terminar cada expedición se quedaban en el orfanato del lugar al que llegaran o eran adoptados por los lugareños? ¿Qué sentiría ella hacia esos dos hombres que fueron compañeros, amigos, médicos?
Su decisión fue la de hacerse hija del nuevo mundo. Regresando desde Filipinas a España al pasar por los territorios americanos (no existía el Canal de Suez) muchos de la expedición se quedaron en América, entre ellos Isabel Zendal que murió en Puebla de los Ángeles, México.
Isabel ha sido prácticamente desconocida para la sociedad española a pesar de haber recibido reiteradas nominaciones y premios a su labor. En 1950 la OMS (Organización Mundial de la Salud) le reconoce como la primera enfermera de la historia en misión internacional. Numerosas instituciones tanto gallegas como americanas relacionadas con la enfermería llevan su nombre. Se ha escrito sobre ella, de la que también se han hecho películas.
Pero realmente la existencia de Isabel fue rescatada del olvido por Antonio López Mariño en 1999 cuando haciendo un reportaje para la televisión gallega sobre los premios de natalidad en épocas franquistas, decidió incluir la otra cara de la moneda y dio con la partida de nacimiento de un tal Benito. La historia le picó la curiosidad al investigador y periodista que, tirando de la hebra, fue abriendo las muchas ventanas que le llevarían a una de las más excepcionales del mundo.
El azar siguió haciendo de las suyas cuando el escritor Javier Moro estando en el Real Jardín Botánico de Madrid promocionando su último libro conversando con la Jefa de Prensa del Botánico, Blanca Landázuri, ésta le comentó lo poco que los escritores frecuentaban aquel lugar, cuando en su Biblioteca había archivos únicos sobre las expediciones científicas, como aquella que… y Blanca comenzó a hablar sobre la Real Expedición Balmis que llevó la vacuna a ultramar y que contaba con la presencia de una mujer extraordinaria, a la que la OMS consideró la primera enfermera internacional de la historia. Javier Moro cada vez más atrapado por tan peculiar relato siguió indagando, poniéndose en contacto con Antonio López Mariña que le aportó decisiva documentación sobre el tema, animándole a escribir y publicar su novela “A Flor de Piel” basada en tan fascinante episodio de la historia española. La escritora dominicana con residencia en USA, Julia Álvarez también aportó su granito a la sapiencia universal con su libro “Para Salvar el Mundo” sobre los mismos hechos, que fueron llevados a la pantalla por Miguel Bardem quien basó su película en otra novela, esta vez escrita por Almudena Arteaga “Ángeles Custodios”. El Hospital de Campaña improvisado en el recinto ferial en Madrid para acoger enfermos de la pandemia Covid-19 se ha nombrado en honor a Balmis, Operación Balmis, mientras que al nuevo hospital de emergencias en la zona de Valdebebas de Madrid se le llamará Isabel Zendal.
Capítulo I
Vocación misionera
MARÍA DOLORES PITA
LISARAQUE – MARUXA PITA
Los niños no necesitan limosna, sino educación
“No estamos aquí para honrar a ninguna persona en particular, sino a la Fundación Makabata, con sus miembros, maestros, estudiantes, benefactores y amigos. Ellos son los auténticos premiados, y en su nombre acepto humildemente, con gran honor y privilegio, este galardón”.
Palabras de Maruxa al recibir el premio Beata Teresa de Calcuta.
María Dolores Pita Lissarraque – Maruxa Pita, nació un 18 de marzo de 1930 en Madrid, según dice ella “por casualidad “, pues realmente se siente hija de su Betanzos familiar. Sin embargo, no fue ni en Madrid ni en Betanzos donde se desarrolló la vida de esta gran filántropa sino en las Islas Filipinas. Aquella “galleguiña” criada en la villa de las rías altas gallegas que siglos atrás fundó el caudillo celta Breogán, cambió el impoluto río Mandeo de aguas heladas por el inquietantemente mugriento y caldoso río Pasig, arteria de Manila. Los cocoteros, las jacarandas, las palmeras y el árbol del balete donde viven los duendes vinieron a sustituir los matorrales de toxo, los helechos gigantes y los bosques de pinos y eucaliptos, morada de las meigas. Maruxa pasó de celebrar cada verano las fiestas brigantinas protagonizadas desde el s. XIX por el globo aerostato de papel más grande del mundo que sobrevuela los cielos de Betanzos, a observar asombrada los festivales de Flores de Mayo cuando en cada barangay (barrio) los niños se visten con sus mejores galas para participar en las procesiones florales que tienen lugar diariamente en honor a la virgen durante el mes de mayo. A la jugosa y famosa tortilla de Betanzos que la familia de Angelita Rivera Baliño, en La Casilla, viene cocinando desde 1910, le sustituyeron el plato de pancit (que otorga larga vida), el adobo de cerdo y pollo, y por supuesto, el arroz. Aunque de cuando en cuando Maruxa se iba al legendario restaurante de La Rioja donde Jesús Armas, su dueño, oriundo de dicha región, logró durante décadas reunir a los españoles asentados en Manila, que se sentían como en su casa, y que podían charlar de todo un poco, bebiendo una cañita San Miguel para acompañar los camarones al ajillo, la paella a lo filipino, o el cochinillo asado, allí llamado lechón kawali. Si Maruxa aparecía por el bar con su carita pícara, era la alegría de los allí presentes, ávidos de su conversación y de noticias.
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