Estar alerta a favor del amor significa confiar plenamente en el amor actuante de Dios. Esta aclaración que hacemos en referencia a confiar en el amor actuante de Dios no es ociosa. Confiar en tus hermanos para que ellos te resuelvan lo que crees que son tus problemas es llevarte constantemente a un estado de desilusión. Esto se debe a que dos seres semejantes no pueden tener cada uno lo que le falta al otro, para resolverle sus aparentes problemas. Si esto fuera verdad habría que considerar que uno es incompleto y otro no, y eso anularía la igualdad de los hijos de Dios. Esos patrones mentales que llevan a crear preocupaciones inútiles siguen instalados en la mente y es tiempo de dejar que se vayan.
El miedo siempre busca producir lo que teme. Por lo tanto, cuando uno empieza a desconfiar de la vida o, dicho de otro modo, cuando uno comienza a crear en su interior esos mecanismos de desconfianza, entonces empiezan a suscitarse hechos que confirmen que está justificado desconfiar. Esto se debe a que en realidad la confianza en estos casos está siendo depositada en lo que no es confiable.
Si confías en que el dinero te va a dar la seguridad que estás buscando, tarde o temprano experimentarás que el dinero no es suficiente, o que aparecen nuevos gastos, y así dirás: “nunca es suficiente”. Si depositas tu confianza en el cuerpo, un día aparece una enfermedad, entonces comienzas a decir: “aquí está la prueba de que no puedo confiar en nada ni en nadie”. Cuando depositas tu confianza en una relación con un semejante, padre, hijos, colegas, pareja, amigos, vecinos y haces de esa relación tu salvador, no pasará mucho tiempo antes de que te des cuenta de que tu salvador te va a fallar o que te falló. Si tu salvador es el dinero, tampoco pasará mucho tiempo antes de que experimentes el hecho de que te falle. Y cuando te falla tu salvador, entras en estado de desesperación.
La pregunta que he venido a hacerte hoy es: ¿quién es tu verdadero salvador?
Yo he venido al mundo a salvarte a ti. Te hablo directamente al corazón, porque no hay un todo el mundo a quien yo le hable. Te hablo a ti, y te recuerdo lo que sabes pero que aún te cuesta reconocer, para que en este tiempo de cuaresma aceptes tu absoluta y total dependencia del amor, es decir, de mí. Un día te dije que en la medida en que tu confianza sea plena en mí, en esa medida me hago totalmente dependiente de tu confianza.
Hijo amado, es a mí a quién le corresponde crear la energía necesaria para producir los bienes materiales o situaciones inmateriales o espirituales, necesarias para que cumplas el propósito de tu existencia.
Un mensaje de Jesús, identificándose a sí mismo como “el Cristo viviente que vive en ti”
Escúchame, ser de mi ser. Escúchenme todos los que reciben estas palabras de sabiduría y amor. Yo no soy un ser amorfo e irresoluto. Si bien mi espíritu es ilimitado y lo abarca todo, porque soy el todo de todo. Si bien es cierto que soy la eterna amorfía del amor, también es cierto que el amor in-atribuible que soy, ha tomado forma y le ha dado un rostro al amor. Este rostro que por primera vez se mostró en el mundo, en el de lo femenino y lo masculino en la figura de María y Jesús de Nazaret, hoy se muestra al mundo en ti.
Tú eres el rostro del amor en la tierra. Ese es tu propósito. Tu propósito y lo que eres es lo mismo. Tu propósito no es una función, tampoco es un trabajo, o algo que haces. Tu propósito es lo que eres. Dado que eres amor, tu propósito es ser amor.
En la medida en que permites que tu consciencia viva plenamente en la verdad de lo que eres, el amor que eres en verdad, en esa medida cumples el propósito de tu existencia.
El propósito del árbol es ser un árbol. El propósito del agua es ser agua. El propósito del viento es ser viento. El árbol, conforme a su naturaleza hará, es decir, manifestará, lo que un árbol es. Dará frutos, sombra, alabará a Dios extendiendo sus ramas como si fueran brazos abiertos en señal de alabanza al Padre, en son de gratitud. Algunos darán un tipo de fruto, otros, otros diferentes. Todos tendrán una raíz, un tronco, ramas, y expresarán belleza, porque son árboles.
El agua de un río fluye y crea las condiciones necesarias para la vida acuática. Dentro de ese río, gracias a la existencia del agua, podrá haber peces, algas y un sinnúmero de seres que viven dentro del ecosistema que crea el agua. Sin el agua no podrían existir. Esta a su vez riega todo lo que atraviesa en su paso, porque es agua.
El viento hace o deja de hacer lo que es propio de él. Estamos recordando que el propósito de la existencia es ser. Esta es la razón por la que hemos dedicado tanto tiempo en hacerte consciente de lo que eres en verdad.
Ser consciente de lo que eres en verdad es lo que te permite vivir como en verdad eres. Esta cuestión de la identidad es lo que he venido a demostrar en el tiempo de la cuaresma. Tu función no es hacer algo. Tu función es ser lo que eres, por lo tanto, ser amor.
Ser amor es un modo de ser. Fuiste creado por el amor para ser amor y expresar el amor divino con tu existencia. Del mismo modo en que un árbol expresa el amor divino a su modo, o el viento a su manera, todos forman parte de las infinitas formas en que se manifiesta el amor, incluyéndote a ti.
Quizá pienses que esta cuestión de la identidad no tenga relación con las enseñanzas de la cuaresma. Sin embargo, déjame recordarte que la cuaresma es la forma extrema de expresión de esta verdad. Toda mi vida fue una vida dedicada a demostrar la verdad acerca de la identidad del hijo de Dios. Este es el motivo por el que he hablado tanto acerca de quién soy.
Esta pregunta de la identidad es la que una y otra vez se va desarrollando a lo largo de la cuaresma, no solo como pregunta teórica para ser respondida desde la metafísica, sino que en los cuarenta días hasta la resurrección a la vida eterna he demostrado de manera particular, y ciertamente extrema, qué soy.
La cuaresma no cumplió ningún otro propósito que el de mostrar de modo claramente visible y e irrefutable, en la forma humana, mi divinidad y la unión de mi naturaleza humana con la naturaleza divina. En otras palabras, podría decir en verdad que he demostrado de manera clara qué es lo que eres tú. Esta es la esencia de la sabiduría cuaresmal. Esta es la razón por la que la cuaresma es algo universal.
He dicho que el tiempo cuaresmal no es un tiempo propio de ciertos rituales o religiones, tal como tampoco lo es la navidad. Cristo no nació de una vez y para siempre y dejó el conocimiento de su encarnación a un grupo de personas para que solo ellos conozcan esta verdad divina y los demás no. De la misma manera, la clara demostración de ser el hombre-dios tampoco fue una demostración de la cual pudieron participar unos pocos, los cuales pasaron a ser dueños de un conocimiento eterno que los demás no pueden conocer.
II. Amor, certeza y realidad
Hijos de todos los tiempos, lugares y creencias: escuchad la voz del amor. Escuchadla porque el amor es sabiduría y en ella es donde encontrarán certeza. En la sabiduría del amor es donde vosotros vais a recibir el amor que están esperando, recibir la certeza que están buscando, la paz que están anhelando, el abrazo que necesitan vuestros corazones. Es en el amor donde todo lo que se necesita es dado.
No he venido a deciros que solo necesitáis el amor y que os quedéis tranquilos con una idea abstracta o metafísica desconectada de vuestra realidad como seres humanos, que vivís en el tiempo y la materia. No, porque si esa fuera la única solución, entonces no habría muchas diferencias con lo que el ego un día les propuso con la idea de separación. El amor no es una idea. El amor no es una abstracción. El amor eres tú. El amor es lo que eres.
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