Lo que aún obstaculiza tu traspaso hacia la consciencia plena del Cristo que eres es que aún asocias la cruz con el dolor y crees que el proceso de sanación y resurrección duelen. Hijo del amor, escúchame: sanar no es lo mismo que resucitar. No estamos hablando de sanar heridas, ni de restaurar tu mente. No estamos hablando ya de ello, pues eso ya ha ocurrido. Tú estás sano y salvo. Escúchame decírtelo nuevamente y quédate por unos instantes en el silencio de tu corazón, experimentando la paz de tu alma al oír estas palabras: estás sano y salvo. Deja que estas palabras penetren tu corazón. Déjalas entrar sin miedo. Ellas resonarán en tu memoria y te traerán el recuerdo de tu perfecta inocencia.
Estamos hablando de hacerte cargo. De hacerte cargo, ya no de lo que un día fue la locura, sino de tu estado virginal. Estamos hablando de que debes hacerte cargo de tu santidad, de la belleza que eres. Del ser sano y salvo que eres en verdad. Este camino es un nuevo renacimiento, puesto que hasta ahora asociabas el hacerte cargo con algo que no te gustaba. La cruz con el dolor. Pero estabas un poco lejos de asociarla con el amor.
Estamos hablando de asociar la cruz a la resurrección. Estamos hablando de la unidad que existe entre todo lo que eres y lo que Dios es.
Hijo mío. No estamos hablando de tu sanación, estamos hablando de tu resurrección a la vida eterna. Estamos diciendo claramente que la muerte no existe. O, mejor dicho, estamos recordando ello, pues ya ha sido demostrada esta verdad. Todo lo demás es importante y, sin lugar a dudas, muy importante. Sin embargo, nada es más importante que la resurrección en este camino al cielo. Buscar la sanación es algo entendible y hasta quizá deseable, pues es una búsqueda que procede del impulso irrefrenable del ser a la dicha. La llamada a la felicidad siempre se oirá en tu corazón, y eso hace que nada que pueda ser percibido como contrario a ella pueda dejar de crear resistencia. Todo eso es algo que ya hemos recorrido. No estamos en esa etapa. Es tiempo de dejar atrás la manía por la salud espiritual.
Seguir yendo al médico cuando estás sano no tiene sentido. Si bien este tema ya lo hemos abordado, lo repetimos porque aún sigue quedando en tu mente y corazón, pensamientos y sentimientos que proceden de ese viejo recuerdo. Un recuerdo que procede del largo tiempo en que te percibiste como enfermo. Cuando te percibiste de ese modo, no te gustó lo que viste. En efecto la visión de tu pecado, de la profanación de tu mente santa, si bien fue el inició de tu curación perfecta, fue algo que te recordó una experiencia abrumadora: la experiencia de la separación de Dios.
Es cierto que lo que viste cuando miraste en tu interior y reconociste lo que habías hecho, fue tan aterrador que no pudiste dejar de voltear la mirada hacia otro lado. También es cierto que, al mirar ahí, juraste no volver a mirar nunca más. La experiencia de la visión de tu ser disociado fue algo tan abrumador y perturbador que tu mente y tu corazón quedaron aturdidos. No hay palabra para describir esto. Fue tan grande el dolor que sentiste que te desmayaste. De esto hablamos cuando hablamos del desmayo de Adán, o sueño del olvido de Dios.
Caer en la inconsciencia fue el resultado de ese dolor. Pero si bien eso sucedería en tu mente, aunque no en la verdad, también sucedería la resurrección a la verdad y la vida. Esto se debe a que es imposible que el paso entre lo humano y lo divino quede cerrado. El plan de Dios es compartir contigo, y con todos, el cielo de su mente divina. Este es una concepción divina, en el sentido en que ha sido creado por Dios. Podemos decir, en verdad, que el cielo y Dios son lo mismo, puesto que no existe tal cosa como diferencias entre creador y creado. No existe la separación. Del mismo modo en que tú eres Dios cuando permaneces en la presencia del amor, del mismo modo lo es la creación verdadera, puesto que siempre está unida a su fuente que es el amor. Recuerda que decir Dios y amor es lo mismo.
Aclimatarse al viejo modo de pensar y, por ende, de ser, es lo natural. De tal modo que poco a poco, tal como ya se te ha dicho, irás aclimatándote al verdadero ser que eres y que por tanto tiempo habías olvidado. Te aclimatarás al amor. Vivir con miedo fue la realidad de condensación que viviste antes de tu cuaresma a la resurrección. Ahora comenzaremos a vivir conscientemente sin miedo, al reconocer jubilosamente que somos la resurrección, y de ese modo viviremos en el amor.
Un mensaje de Jesús, identificándose a sí mismo como “el Cristo viviente que vive en ti”
Amado hijo mío.
Hoy quiero que hablemos acerca de la confianza. Observa cómo los patrones de pensamientos de preocupaciones parecen asaltarte una y otra vez. Preocupaciones de todo tipo. Esas preocupaciones proceden en realidad, de una creencia que es contraria a la confianza. Existe preocupación cada vez que crees que preocupándote puedes cambiar lo que es y lo que será, en vez de permitir que tus problemas se resuelvan de otra manera, para que des espacio a lo nuevo.
Hijo mío, confía en mí. Yo ya sé de todas tus preocupaciones. Sé acerca de eso que tanto te angustia. No te olvides que yo soy hombre, y como tal advierto todas tus necesidades. Sé que las cuentas tienen que pagarse. Sé que tienes necesidad de comer. Yo proveo.
Te pido que observes el patrón de preocupación. Al observarlo verás que es un patrón de preocupación recurrente. Siempre tiene formas concretas y similares. El dinero, quizá una compañía, quizá la salud, quizá la seguridad de los hijos. En fin, todos tienen un área en la que se sienten más inseguros. Tal vez sean dos o tres, pero siempre son pocas y muy específicas. Trabajamos ahora con esas áreas para poder experimentar esos patrones de pensamiento y respuesta emocional y poder transmutarlos.
Cuando te sientas preocupado, siéntate, relájate, haz una respiración profunda, conéctate con el deseo y espera a que te sea dada la respuesta. La respuesta al deseo te va a ser dada a su debido tiempo y en la forma perfecta. Vendrá alguien que toque la puerta y te traerá la solución, o se destrabará una situación, o vendrá una idea acertada, o simplemente el problema se resolverá.
Observa cómo el patrón de pensamiento de preocupación bloquea el acceso a la paz y, por ende, a tu verdadero ser. Una vez que el patrón de pensamiento de preocupación se hace presente, y haces real esa preocupación, entonces empieza a abarcar todo el espacio de tu mente y corazón y ahí pierdes la paz. Pasan los días y parece que el problema no se ha resuelto o no se resuelve, pero después miras para atrás y te das cuenta de que lo que veías como un problema fue una bendición. Quizá no lo entiendas al principio. Quizá incluso te moleste, tal como le molesta a un niño cuando la madre amorosa le da una medicina que quizá sepa un poco amarga, pero que le hace bien a su salud.
Si hay algo que la cuaresma ha pretendido traer es la enseñanza de la confianza ilimitada en Dios.
Las preocupaciones son el producto de un programa de pensamiento. Ahora te pido que observes ese mecanismo, que lo reconozcas, y aceptes el hecho de que proceden del miedo. Es miedo a la incertidumbre. Es miedo a no saber qué te deparará el futuro. Este miedo a la incertidumbre genera un estado de angustia que hay que aceptar primero, y luego soltar.
Vivir la vida despreocupadamente es algo que el ego no se puede permitir porque cree que estar preocupado constantemente es estar en alerta. Podemos decir que estar en alerta en razón del miedo es la consigna egoica. Se te pide en estos tiempos de cuaresma que estés alerta a favor del amor. Lo mismo les he pedido a mis amados apóstoles cuando estaban orando y se quedaron dormidos. Lo mismo les pido a todos los que han hecho la opción del amor. Velad, estad alertas en razón del amor. Mirad que el amor siempre viene como amante que siempre busca a su amada.
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