Vicente Muñoz Álvarez - El merodeador
Здесь есть возможность читать онлайн «Vicente Muñoz Álvarez - El merodeador» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El merodeador
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El merodeador: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El merodeador»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El merodeador — читать онлайн ознакомительный отрывок
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El merodeador», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Ignacio Escuín Borao
Para los insomnes,
para los hipertensos,
para Thomas Bernhard
Demoramos las preguntas decisivas, al hacer ininterrumpidamente preguntas inútiles y viles, ridículas, y cuando hacemos preguntas decisivas es demasiado tarde. Durante toda la vida demoramos las grandes preguntas, hasta que se convierten en una montaña de preguntas y nos ensombrecen.
Thomas Bernhard
1
LOS PASOS
Quien quisiera hacer un catálogo de monstruos no tendría más que fotografiar con palabras esas cosas que la noche trae a las almas somnolientas que no consiguen dormir. Planean como murciélagos sobre la pasividad del alma, o vampiros que chupasen la sangre de la sumisión.
Fernando Pessoa
Se oyen pasos. Arriba se oyen pasos. En el sótano, en la galería, en el desván, en toda la casa se oyen pasos: un ligero arrastrar de pies, deslizarse a lo largo de los tabiques, en las paredes, bajo la tarima y en los techos. Pasos de animales, de obsesiones, de merodeadores o insectos, pero pasos: inequívocos e irregulares pasos en el interior de la casa. No lo parecen, a veces, como un susurro o un silbido en los tabiques, algo acuoso, una corriente de aire o el agua en la tubería, quizás, porque las casas viejas, los caserones de pueblo están llenos de extraños ruidos, inmemoriales vigas que crujen, que crepitan, ratas en el sótano y en el desván, polillas, arañas e infatigables termitas. Es el pulso, la respiración, la vida interior de la casa, compuesta por cientos de diminutas criaturas, pequeños e inquietos corazones latiendo al compás del reloj de pared, que monótono, obsesivo, desgrana en el salón las horas. Pero a veces, en ocasiones, ciertas noches se despierta uno súbitamente y escucha sobrecogido esos nítidos pasos que resuenan por encima del tic tac del reloj de pared y que en nada se parecen a la habitual pulsión de la casa, pasos en las paredes, de abajo a arriba y de arriba a abajo, sobre el techo, irregulares pasos que parecen avanzar hacia ti, acercarse pausadamente a ti, y se detienen sobre tu cabeza, justo encima, o en el tabique que roza la cama, a escasos centímetros de tu cuerpo, para escuchar tu respiración jadeante y nerviosa, entrecortada, y el acelerado fluir de la sangre en tus venas. O se acompañan, los pasos, de otros ruidos, cuerpos que se deslizan, que se arrastran, que reptan, y arañazos estridentes en la pared. Ratas corriendo, tal vez, o polillas que incuban en la oscuridad sus huevos. Cualquier cosa puede ser en estos caserones de pueblo, con cámaras de aire vacías, aislantes, entre los tabiques interiores y los gruesos muros de adobe que delimitan el exterior. Cualquier cosa: gatas maullando como bebés sobre el tejado o murciélagos batiendo sus alas membranosas en la cuadra. Pero uno tiende siempre a pensar lo peor cuando en las noches de insomnio escucha esos pasos, ratas, merodeadores o insectos acechando tras los tabiques, esperando no se sabe qué ni por qué... Tiende uno siempre a pensar lo peor porque el insomnio es así, dado a fantasmagorías, creador infatigable de monstruos. Ratas corriendo, quizás, o cualquier otra cosa... niños encerrados, emparedados, llorando... manos amputadas que se abren camino... Delirios nocturnos, por supuesto, divagaciones de una mente agotada, necesitada de descanso y sueño, porque a decir verdad no pueden ser más que ratones, los causantes, ratas o ratones y sus crías, probablemente cientos, que se deslizan y arrastran por esas cámaras de aire a las que no existe acceso. Habría que derribar alguna pared interior para cerciorarnos de lo que allí pueda haber. Claro que entonces habría que estar preparados, habría que tener calculado y previsto de qué manera proceder, cómo enfrentarse a ellas, las ratas, si es que en el mejor de los casos son realmente ratas lo que se agita tras la pared... Podríamos utilizar entonces gatos, cepos, venenos durante unos días, limpiar las cámaras en cuestión y volver a levantar luego el tabique... Podríamos entonces serenarnos, podríamos dormir al fin tranquilos... Solo que a veces, por las noches, no parecen de ratones ni ratas, esos pasos, sino de algo más grande y pesado, pasos humanos, diría yo, si no fuera porque sé que nadie puede entrar ahí, ni por el tejado ni por el sótano ni por el desván se puede acceder a esas cámaras, de unos treinta centímetros de anchura, cuya única finalidad es proteger el interior del frío... Cámaras vacías, inhabitables, selladas... Solo pueden ser por tanto ratas, las causantes, y sin embargo a veces esos pasos parecen humanos, pasos de alguien aprisionado, comprimido, que se arrastra lentamente y se dirige vacilante hacia nuestra habitación, recorre la casa hacia nuestro dormitorio y allí se detiene, junto a nuestra cama, al otro lado, y nos escucha y araña insistentemente la pared... Parecen pasos humanos y sin embargo nadie puede entrar ahí, nadie puede sobrevivir ahí encerrado por más que yo me empeñe en razonar lo contrario... Es la inteligencia, la coordinación, la dirección de esos pasos lo que en realidad me inquieta: por qué hacia nuestra habitación, por qué siempre de noche, por qué invariablemente ese destino... Las ratas, creo, no se comportan así... Aunque a decir verdad, tampoco los merodeadores se comportan así... Nadie se comporta así, pero yo sigo escuchando esos pasos... Por la noche, cuando mi mujer duerme, se dirigen lentamente hacia nuestro dormitorio y allí se detienen, alguien o algo nos controla, acecha, nos vigila desde el otro lado y no sé para qué ni por qué... Claro que eso a ella no se lo puedo decir, esta vez no, porque entonces sobrevendría de nuevo el terror, nos dominaría seguramente el pánico y tendríamos que cambiar de vivienda otra vez... Una vez más tendríamos que mudarnos de casa y seguramente en la próxima nos pasara lo mismo, empezaríamos cualquier día a escuchar ruidos, pasos tal vez, y poco a poco todo se poblaría de sombras, se tornaría siniestro, extraño, hostil... Quizás los ruidos, los merodeadores, los pasos estén dentro de mí, en lo profundo, al interior, y sea yo el que al fin y al cabo se los haga escuchar a ella, pasos y ruidos que no existen y que solo nosotros dos escuchamos... Quizá esta vez sean solo ratas, las causantes, y pura y simple sugestión, sobreexcitación, cansancio, fatiga... Solo eso. Así que no debemos precipitarnos, tampoco, mejor considerar esos ruidos simples ruidos y esos pasos simples pasos, ratas corriendo tal vez, en lugar de sacar de quicio las cosas y forzar de nuevo otro traslado...
No puede uno cambiar de vivienda solo por eso y pese a todo nosotros lo hemos hecho ya, hemos cambiado de casa por escuchar susurros, pasos, ruidos, y por sentirnos dentro asfixiados, descorazonados, vacíos... Pero no siempre se puede seguir así, no siempre se puede cambiar de vivienda, mudarse solo por escuchar ruidos, a algún sitio alguna vez hay que llegar... Mejor quedarse, no decir nada, no hablar del tema y esperar. Porque no obstante es pese a todo muy probable que sean solamente ratas, las culpables, y abriendo algún tabique, el de nuestra habitación tal vez, podamos terminar con ellas, eliminarlas, zanjar el asunto, y podamos asimismo serenarnos, relajarnos y dormir al fin tranquilos...
2
LAS TARJETAS
El origen de todas las violencias entre hombre y mujer reside en que rarísimamente nos encontramos de acuerdo sobre el valor de un hecho, de un pensamiento, de un estado de ánimo: lo que para uno es una tragedia, para otro es juego.
Cesare Pavese
Me lo ha dicho al llegar a casa mi mujer, durante la comida, que han llamado de la Imprenta Alonso preguntando de qué color quería las tarjetas... Así sin más, sin otra explicación, eso me ha dicho... No he entendido nada, no sé a qué se refiere, ni siquiera sé qué Imprenta es esa... Llego agotado del periódico, desmotivado, y mi mujer me dice que han llamado de una Imprenta que no conozco preguntando el color de unas tarjetas... De nada ha servido insistir, pedir explicaciones, detalles, molestarme incluso: me ha contestado siempre lo mismo, que solo le han dicho eso, en la Imprenta, de qué color quería las tarjetas, y nada más, imaginó que yo estaría al tanto y quedó en comentármelo cuando llegara. En un margen del periódico, a lápiz, ha anotado el número de teléfono de la Imprenta para que llame y aclare el asunto, si quiero, y no hay más añadir, según ella eso es todo y se acabó... Le ha sentado mal mi curiosidad, mi preocupación, mi alarmante insistencia... Que llame yo y pregunte, si me interesa, porque ella no sabe nada, también llega agotada del trabajo y no descarga conmigo, dice, no le da vueltas inútiles a las cosas ni se obsesiona por tonterías... Seguramente haya sido una equivocación, añade, y nada más, no hay por qué preocuparse, no hay por qué insistir... Lo malo es que en la Imprenta Alonso, cuando más tarde he llamado, me han dicho que olvidé anteayer decirles de qué color quería las tarjetas: blanco, hueso, marfil... Eso me han dicho... Que yo no había encargado esas tarjetas, respondí, que sería una equivocación en el teléfono o en cualquier otro dato, pero no, no era ese el caso, el número de teléfono al que llamaban era el nuestro, el de casa, y los datos que tenían eran los míos, mi nombre, mis apellidos y mi dirección, eso era lo curioso, que todos los datos que tenían eran exactos, correctos, alguien que no era yo había encargado unas tarjetas de visita a mi nombre, pero no había especificado el color: ese era el caso. Que de verdad no sabía nada, insistí, que no había ido por allí ni encargado esas tarjetas, que debía ser una coincidencia o alguna broma pero que, por favor, anularan ese encargo porque no necesitaba (ni realmente quería) esas tarjetas... Que no se explicaban entonces lo que había podido pasar, quién era el que anteayer había ido allí y dejado mis datos y por qué no los suyos, era absurdo, unas tarjetas de visita a nombre de otra persona, eso era absurdo, no lo entendían, habían realizado ya el diseño, solo faltaba determinar el color, y ahora esas tarjetas no tenían destino... Una coincidencia extraña, admití, porque realmente no sabía ya qué decir, ni ellos ni yo, llegado un punto, sabíamos ya qué decir, alguien que no era yo había encargado a mi nombre unas tarjetas, ese era el caso, y yo no necesitaba (ni realmente quería) esas tarjetas... Que me disculparan, pues, pero que, por favor, insistí, anularan ese encargo... Y así ha quedado la cosa. Después de muchos rodeos han decidido, de momento, paralizar la elaboración de las tarjetas. Si fuera no obstante a preguntar por ellas quien anteayer las encargó, me han dicho, le comentarán lo que ha sucedido, que yo no he aceptado su encargo y que si pese a todo quiere él las tarjetas. Tal vez puede que él las quiera, han insistido, y por eso, de momento, conservarán en su ordenador el diseño con mis datos. Si él, quien realmente las encargó, apareciera por la Imprenta a buscarlas, como de hecho dijo que haría, ellos tendrían el diseño listo para imprimirlas y dárselas como efectivamente acordaron... Solo en ese caso, lógicamente, las tarjetas serían impresas... Y así, más o menos, hemos quedado. Ambas partes, la Imprenta y yo, descontentos, pero incapaces de llegar a ningún otro acuerdo. Ni ellos pueden obligarme a mí a recoger las tarjetas ni yo puedo, efectivamente, contrariar su argumento. La cuestión entonces es: ¿quién encargó anteayer las tarjetas? Esa pregunta, ese análisis continuo de hipótesis me ha absorbido la cabeza, enervando mi energía y mi pensamiento... ¿Quién y por qué? ¿Y para qué? ¿Con qué finalidad? ¿Con qué sentido.? Una broma de mal gusto, tal vez... El caso es que no se me ha ido de la cabeza, toda la tarde ahí, dándole vueltas, quién y por qué, y mi mujer volviéndome a decir lo mismo, que le doy demasiada importancia a todo, que estoy siempre igual, dándole a todo vueltas, creando fantasmas donde no los hay y desgastándome por dentro y por fuera: envejeciendo antes de tiempo. La convivencia... La difícil convivencia... Ella no me entiende a mí y yo no la entiendo a ella... Ni contigo ni sin ti: la eterna historia... Pero también eso, según ella, es darle vueltas inútiles a las cosas. Todo en el fondo es así, un continuo, permanente girar y analizar y sospechar, en mi cabeza. Mientras ella, mi mujer, intenta parar su mente, desconectar, yo en cambio me empeño en lo contrario, en no dejar ni un solo instante de darle a todo vueltas... Los dos en planetas distintos... Pero no es ese ahora el caso. Lo que ahora me preocupa, lo que me obsesiona en este instante, al margen de los pasos de anoche, es quién y por qué encargó anteayer las tarjetas... No me lo puedo quitar de la cabeza... Sé que esta será, como casi todas, una noche de insomnio a fuerza de pensar en ello y enredarme en descabelladas hipótesis... Lo sé, pero no logro quitármelo de la cabeza... Alguien tiene mis datos, de algún modo los ha conseguido, me ha jugado una broma pesada y no logro quitármelo de la cabeza... Será, tengo la sensación, otra noche intranquila...
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El merodeador»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El merodeador» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El merodeador» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.