1. El cuestionamiento de su papel a raíz del fracaso de las cruzadas tras la caída de Acre en 1291, un cuestionamiento generalizado que se traduce en críticas, advertencias y proyectos de reforma.
2. La voluntad generalizada entre las monarquías de Occidente de acelerar procesos de integración política que apuntaban directamente a las órdenes militares y que aspiraban a su control por parte de las respectivas coronas.
3. La intensificación de la tensión interna en cada una de las órdenes militares, orientada hacia una redefinición de sus estructuras en la que el protagonismo nobiliario adquiere cada vez mayor presencia.
Este cuadro que afecta al conjunto de las órdenes militares puede ejemplarizarse en una de ellas, la de Calatrava, que a lo largo de este primer tercio del siglo XIV vive con intensidad una dinámica conflictiva coincidente con el largo y complejo maestrazgo de García López de Padilla (1297-1336), y en la convendrá contextualizar, y en buena parte explicar, el nacimiento de la Orden de Montesa.
CRÍTICAS Y FÓRMULAS ALTERNATIVAS
Las críticas a las órdenes militares son antiguas, anteriores a la caída de Acre. Ya eran una realidad después de la derrota de Hattin, e incluso con anterioridad, 1 pero es cierto que a raíz de aquel acontecimiento, el de la caída de Acre, esas críticas arreciaron y se tradujeron en búsqueda de fórmulas alternativas que devolvieran su eficacia a las milicias. 2 La más conocida de todas ellas, y que involucra a la Orden de Calatrava, es el proyecto luliano de la Orden de la Milicia formulado en 1305. Todas las órdenes militares, empezando por templarios y hospitalarios y acabando en todas las peninsulares, se reunirían bajo el liderazgo de un bellator rex , un hijo de rey que debería acabar ciñendo la corona de Jerusalén. 3
Estos proyectos nunca se materializaron, desde luego no en lo que se refiere a las órdenes militares peninsulares, y de manera muy imperfecta y lenta por lo que respecta a Temple y Hospital, cuando la disolución de la primera en 1312 comportó el teórico traspaso de sus bienes a la del Hospital. La razón del fracaso es que los reyes occidentales no veían con buenos ojos la concentración de tanto poder en una sola institución, a menos que quedara bien clara su directa dependencia respecto a la Corona.
Los papas, que habían defendido algunos de estos proyectos de unificación, hubieron de plegarse a la negativa de los reyes, pero eso no les impidió que intensificaran sus críticas sobre la ineficacia de las órdenes militares. De hecho, en 1320, ante los rumores que circulaban, Juan XXII ordenaba a su legado en la Península que investigara en qué se gastaban santiaguistas, calatravos y alcantarinos sus rentas y por qué desatendían la defensa de la frontera granadina. 4 Más adelante, en 1327, el propio papa denegaba a Alfonso XI la creación de una nueva orden en Castilla al estilo de Montesa o Cristo, porque dudaba mucho de que pudiera tener alguna utilidad. 5
El escepticismo del papa acerca del valor de las órdenes militares, en el caso concreto de la de Calatrava, pudo verse reforzado por el proceso al que fue sometido en 1325 ante la corte real su maestre, García López de Padilla, imputándole cargos tan graves como dejación de fortalezas fronterizas y huida del propio escenario del combate. El resultado del proceso fue su deposición. 6
PROCESOS DE INTEGRACIÓN POLÍTICA
Este clima de desconfianza y de desapego papal hacia las órdenes militares fue decisivo para que los reyes aceleraran sus procesos de integración política, incluyéndolas en ellos. El razonamiento era evidente: si las órdenes militares no eran eficaces es porque los maestres no eran los hombres idóneos para dirigirlas, y ello se resolvía interfiriendo en los procesos de elección y nombrando a aquellos que, desde la fidelidad a la Corona, pudieran servirla eficazmente con sus recursos. 7
Este fenómeno de mediatización, cuyos antecedentes hay que situar ya a mediados del siglo XIII, se vio particularmente intensificado a partir de la disolución del Temple y de las difíciles circunstancias que acompañaron el destino de sus bienes; y desde luego el fenómeno fue, como no podía ser de otro modo, especialmente visible en la Península Ibérica. Se manifiesta en ella básicamente de dos formas no excluyentes. La primera, mediante la creación de órdenes militares fuertemente dependientes de la realeza, siendo paradigmáticos los casos de Montesa en 1317 y de Cristo en 1319. Y la segunda, mediante procesos de reorganización interna promovidos por la Corona y tendentes tanto a racionalizar recursos como a garantizar la movilización de efectivos idóneos. Ejemplifica muy bien esta última iniciativa la monarquía portuguesa, que, entre 1321 y 1327, normativiza la disciplina de las órdenes de Cristo, Santiago y Avis, sobre una plantilla regularizada por la propia Corona en la que se especificaban recursos y hombres necesarios, así como la precisa red comendataria que debía articularlos. 8
El caso castellano es algo más complicado. Coincidiendo con la disolución del Temple se iniciaba una larga regencia, la de la minoría de Alfonso XI, un tiempo de debilidad de la Corona que no finalizaría hasta 1325. Este fue el año en que, por vez primera, se puso de manifiesto su voluntad real de sometimiento de los maestrazgos a la Corona, y se hizo de la manera traumática que ya conocemos, mediante el sometimiento del maestre calatravo López de Padilla a un proceso por traición, que inevitablemente acabó en su destitución. Pero no pensemos que la trayectoria anterior del maestre había sido fácil. Su elección en 1297 había provocado un cisma que obligó a intervenir a la casa madre de Morimond, 9 y más tarde hubo de afrontar dos intentos de deposición antes del de 1325, en los que incluso algún rival alternativo llegó a proclamarse «maestre por la gracia de Dios», un título a todas luces inusual. 10
Varias claves están detrás de tanta turbulencia, pero una de ellas, y no la menos importante, es la de las conexiones del maestre con el rey Jaime II, unas conexiones de cercanía política que datan del comienzo mismo del maestrazgo de López Padilla, en el momento –su acceso se produjo en 1297– en que había guerra declarada entre Aragón y Castilla por la posesión del Reino de Murcia. 11
Esta circunstancia contribuyó a debilitar de manera extraordinaria la figura del maestre en el interior de su propia orden, una orden castellana dirigida por el amigo del enemigo. 12 No es raro, pues, que a raíz de la resolución del conflicto, y con toda seguridad de común acuerdo con Jaime II, el maestre quisiese blindarse obteniendo en 1306 del capítulo de la Orden la concesión vitalicia del convento aragonés de Alcañiz y de cuantas villas y castillos dependían de él en los reinos de Aragón y Valencia, 13 una situación que, por otra parte, quizá venía ya produciéndose desde antes de que López de Padilla accediera al maestrazgo. 14
La activa colaboración del maestre y la Orden de Calatrava en el cerco de Algeciras de 1309 15 no modificó en modo alguno este anómalo cuadro de un maestre castellano protegido por el rey de Aragón frente a la contestación de su propia Orden; y esta circunstancia, en un contexto de extrema debilidad de la monarquía castellana, 16 explica que en 1311, la fecha de otra desestabilizadora maniobra interna de los freires calatravos que estuvo a punto de costarle el control de la Orden a su titular, 17 se produjera la iniciativa del rey Jaime II de proponer al papa la creación de un maestrazgo calatravo aragonés, autónomo del de Castilla, aplicándole las rentas de la Orden del Temple en proceso de disolución. 18 No lo sabemos con certeza pero todo parece indicar que el beneficiario sería el maestre García López de Padilla, que aquel mismo año, el de su crisis interna, se encargaba de notificar al rey aragonés hasta qué punto era comprometida la posición del rey de Castilla. 19
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