Ellos saben que solo el miedo es capaz de opacar al amor en sus consciencias singulares, aunque no pueda arrancarlo de la vida. Por esa razón hacen todo lo que está a su alcance por dejar a un lado al temor, y vivir para siempre en el amor.
Los que han elegido el amor saben lo que significa vivir en la verdad y se alegran de permanecer en ella todos los días de la vida. No le ponen un nombre diferente a lo que es igual. No buscan cambiar la realidad. Solo aman, porque son amor.
Ellos iluminan con su presencia silenciosa o ruidosa. Saben que Dios no es filosofía, tampoco ciencia, teología o poesía. Saben que Dios es amor y que ellos son uno con él. En ese conocimiento basan su existencia y viven en la luz de la verdad. Son uno con el amor. Son la luz del mundo. Conocen los misterios de la vida porque saben quiénes son. Conocen la verdadera sabiduría porque han reconocido al amor.
¡Escuchadme todos! Sabed que aquellos que vienen a esta obra serán mis amadísimos santos desconocidos para el mundo, pero conocidos para siempre por mi amor.
Existen tantos caminos hacia la verdad como mentes y corazones. Aun así, esta obra propone uno en particular: una senda a la que todas las demás conducen.
Puedes llegar hasta ella por medio del ascetismo, la devoción, el sacrificio, la distensión, el renunciamiento al esfuerzo, el intelecto, o cualquier otro medio, incluyendo la meditación, la oración o la devoción. Puedes venir hasta aquí habiéndote separado literalmente del medio en el que existías o existes. O por medio de la lectura espiritual, la danza, las expresiones del arte o tras dedicar tu vida a una actividad religiosa. O sin nada de esto.
La filosofía te puede dejar cerca de las puertas del camino que aquí se te ofrece, y a veces también la ciencia y la teología. Pero ninguno de ellos, incluyendo a la devoción y la acción, puede ir más allá del punto de acceso o entrada.
Recuerda que el amor no es algo que tenga que pensarse, tampoco algo que tenga que ponerse en palabras o que haces. El amor es lo que eres. Por lo tanto, el supremo conocimiento consiste en saber qué eres en verdad. Esto no puede dejar de repetirse tantas veces como sea necesario, dada la importancia capital que tiene.
En el verdadero saber, el cual procede de conocer tu ser en la única luz que puede ser conocido, es decir, en la luz de la verdad eterna, conoces la relación divina. El camino que se propone en esta obra es el camino de ser. Uno que se recorre dentro de la relación divina, la relación directa con Dios. En ese camino, en la toma de consciencia de la relación entre tu ser y su fuente, y lo que significa esa relación divina, su propósito y su realidad, es en lo que consiste alcanzar la sabiduría.
Como dijimos anteriormente, ser conscientes de la relación directa con Dios, buscarlo a él y a su relación, es buscar la sabiduría, el conocimiento y la verdad. Por lo tanto, no es necesario pasarte horas, días o años sentado bajo un árbol, o ser clavado en una cruz, o recorrer rutas del mundo para compartir una sabiduría que te apetece, y que sin dudas es digna de ser compartida. Tampoco es necesario que hagas portentos, predigas el futuro, o liberes pueblos oprimidos.
No es necesario crear congregaciones y comunidades para alcanzar o vivir en el divino conocimiento. El verdadero saber procede de, y es, la relación divina, y solo se alcanza en ella. Su forma de expresión es particular, pero la sabiduría en sí no lo es; es universal.
Retornar a la relación directa con Dios es retornar a la verdad o, dicho de otra manera, es elegir al amor. Esta es la única elección que el ser humano tiene que hacer. El mundo físico no es un lugar para pagar culpas o pecados cometidos en un pasado inmediato o ancestral. No existe tal cosa como la ley del karma. No existe un karma en los hijos de Dios. Solo existe la consciencia haciéndose consciente de lo que es en verdad.
Dado que lo que tu ser es, lo es en relación a Dios, porque es un ser relativo, y no absoluto, entonces conocerte a ti mismo es conocerte en relación con Dios. En relación con la fuente sagrada que te da la vida. En relación con tu origen santo. En relación con el amor.
Cuando seas capaz de mirar todas las cosas y acontecimientos desde la relación que todo tiene con el amor y que este tiene con todo, habrás cumplido el propósito divino en ti. En efecto, habrás cumplido el único propósito que se puede cumplir, porque es el único verdadero.
Un mensaje de la voz de Cristo a través de un coro de ángeles, en presencia del arcángel Rafael y el arcángel Gabriel
¡Amado mío! ¡Pureza creada por el amor! Qué alegría es para nosotros el estar a solas contigo, escriba del cielo y receptor de la sabiduría del amor. Es cierto que debemos amarte en libertad, y que por esa razón respetamos tus tiempos y los quehaceres del mundo. Nuestra relación nunca será una interferencia en tu vida, sino que será la esencia de tu realidad. Somos unidad. Estamos contigo en todo tiempo y lugar, no solo ayudando a escribir lo que aquí se escribe, o mejor dicho dictando. Lo hacemos también cuando recibes lo que la consciencia de Cristo ha determinado sea recibido por ti en esta obra bendita y en todo otro momento santo.
También estamos unidos a ti cuando duermes, cuando preparas el desayuno, cuando deliberadamente te sumerges en oración. Somos uno contigo aun cuando estás haciendo las cosas del mundo, sean las que sean. Recuerda que ya no vives tú, sino que es Cristo quien vive en ti.
Una luz salutífera y esplendorosa te rodea por todas partes, aunque los ojos del cuerpo no sean capaces de verla. La belleza de esa luz se extiende hasta los confines del universo dando luz y vida a todo. Es la luz del Cristo viviente que brilla en ti. Es la luz de tu ser.
Envuelto en la aureola de santidad en la que fuiste creado, tú que recibes estas palabras aquí y ahora, vas por el mundo disipando la niebla, haciendo que los nubarrones se transformen en lluvia y devuelvan a la tierra el agua que le fue arrebatada, por causa de la condensación de la consciencia.
¡Oh, santa hija de Dios! ¡Alma que vive como niña eterna! ¡Oh, pureza del alma santa! ¡Bendición de la creación! Tú que has hecho la opción por el amor y te has hecho consciente de la relación divina en la que existes y eres, has de recordar que un manantial de gracias y milagros fluye desde el corazón de la Madre de los vivientes hacia tu ser y desde él hacia todo lo que existe. Alma bendita, tu función es iluminar porque eres la luz del mundo. Esta afirmación es tan poderosa que por más que la expliquemos de mil maneras diferentes, nunca lograremos abrazar la vastedad inasible de lo que encierra el misterio profundo de amor y verdad que eres.
Iluminar es la función del sol y tú no eres otra cosa que mi sol. Eres hijo de la luz. Eres hijo del viento. Eres hijo de Dios. Luz, viento, amor. Poder, movimiento, creación. Estos son los tres pilares del ser.
Dado que este sexto libro de este trabajo del cielo, regalado al mundo por medio de mi escriba amoroso y generoso, se centra en la preparación final para tu ministerio eterno, es decir, tu misión o trabajo para con el amor que Dios es. Dedicamos tiempo a desentrañar el misterio de la luz, es decir, de la iluminación.
Una vez que hayas terminado este libro, y más aún cuando hayas completado la obra en su totalidad, no te quedará ninguna duda acerca de tu propósito en el universo y en el mundo.
Hacemos una distinción entre universo y mundo para que recuerdes que existen infinitas realidades por crear y creadas dentro de la pura potencialidad del ser divino. Cuando nos referimos al mundo, hacemos referencia a la constelación de relaciones que estableces como individuo y en forma colectiva, con todo lo que forma parte del plano físico, dentro del tiempo y el espacio. Ese es “tu mundo”. Recuerda que esa es una de incontables dimensiones. La creación no tiene límites.
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