También soy escritora, y este ha sido un don que Dios ha puesto en mi camino sin haberlo imaginado. Sabiendo que un don es un regalo del Cielo, antes de escribir pido a Dios que me inspire para transmitir lo que sea de ayuda y bendición para los lectores. Espero que disfrutes de leer estos devocionales escritos con tanta dedicación y cariño para niños y niñas como tú, ¡que aman a Jesús!
Magaly Tuesta Viveros de Alaña
Yo también tuve tu edad. Crecí en el Perú y en Bolivia, en un hogar donde aprendí a conocer y amar a Jesús. Mis papis me guiaron, junto a mis hermanas, por el camino que conduce al Cielo. Los cultos familiares fueron su mejor inversión. No soy más una niña, pero disfruto mucho compartir del amor de Jesús con niños y niñas como tú.
Me casé con Walter, un hombre maravilloso del que vivo enamorada. Mi tesoro más valioso es mi hija, Nicole, que aunque ya va dejando de ser niña, conserva su tierno corazón. Juntos vivimos extraordinarias aventuras misioneras en Ecuador, Chile y el Perú. Aunque siempre me gustó escribir, fue Dios quien me dio la oportunidad de hacerlo, a través de una amiga especial. Él tiene un plan maravilloso para tu vida, como lo tiene para la mía. Deseo de todo corazón que estas lecturas puedan aportar “un rayito de luz para cada día” en tu vida, y que al practicar estas virtudes, nunca dejes de brillar hasta llegar al Hogar celestial. ¡Maranata!
Mirta de Samojluk
¿Cómo están, chicos? Toda mi vida trabajé con niños, así que puedo decir que un “poquito” los conozco. Pero lo mejor es que fui niña. Amaba cuando con mi mamá compartíamos momentos de lecturas en esas noches frías de invierno, bien calentitas en la cama. O en el patio en esas mañanas veraniegas, dialogábamos de las lecturas compartidas. Hoy, puedo ser parte de escribir este bello libro, Un rayito de luz para cada día , que espero disfruten.
Les dije que trabajé con niños, y sí, aún soy docente y también soy bibliotecaria en una escuela. Los niños me preguntan sobre qué leer y les sugiero aquella literatura que enriqueció mi infancia. También estuve rodeada de tres niñas hermosas, que hoy tienen sus propios hijitos. A ellos, mis cuatro nietos, Emily (13), Sebastián (12), Melissa (10) y Valeria (8) les dedico estas historias para que puedan enriquecer su vida con los valores que buscan transmitir.
Cinthya Samojluk de Graf
¡Qué lindo saludarte! Aunque no nos conocemos, estoy feliz de poder comunicarme contigo a través de estas palabras. Te escribo desde el Perú, donde vivo en la Universidad Peruana Unión junto a mi esposo, Roy, y a mis hijitas, Emily y Melissa. En nuestra familia nos encanta cantar, leer y acampar. Amamos los animales y viajar. Nos gusta andar a caballo y jugar juntos. Además, tenemos el privilegio de hacer homeschooling , la escuela en casa, así que nos divertimos aprendiendo y creciendo cada día.
En medio de las muchas cosas lindas que nos gusta hacer, disfrutamos el culto en familia, ¡especialmente cuando hay relatos! A mis hijas les encantaron las historias de este devocional, así que estoy segura de que también serán de bendición para ti. Anhelo que llegue el día en que nos conozcamos cara a cara en el cielo, y me cuentes cómo lo que leíste en este libro te ayudó a crecer como Jesús. ¡Nos vemos allá!
1º de enero
“La fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve” (Hebreos 11:1, NVI).
¡Qué lindo es empezar algo nuevo! Casa nueva, ropa nueva, un nuevo año de clases en la escuela, una receta de cocina nueva; todas son cosas que nos traen emoción y expectativa. Hoy también espero que hayas abierto este, tu nuevo devocional, con alegría y entusiasmo, oliendo tal vez el aroma a tinta, y preguntándote de qué tratará. ¡Lo iremos descubriendo juntos!
Hoy empieza un nuevo año. ¿Qué desafíos traerá? No lo sabemos. Pero sí sabemos que tendrá momentos alegres, y quizá algunos tristes; y que Dios siempre estará a nuestro lado. ¿Cómo lo sabemos? Pues porque él lo prometió en su Palabra. Y porque tenemos fe.
¿Qué es la fe? Es importante que lo sepamos, pues este mes vamos a hablar mucho acerca de la fe y de la fidelidad. La fe es estar seguros de cosas que no vemos. Es confiar. Para muchos de los científicos de hoy, creer en cosas que no vemos es una idea ridícula. Según ellos, si no lo puedes ver, medir y tocar, ¡no existe!
Pero te hago una pregunta: cuando estás en una habitación, y tu papá en otra, ¿cómo sabes que él está allí realmente? Tal vez, de repente estornuda, o tose, o quizá sus pantuflas hacen un ruidito cuando mueve los pies. Yo sabía dónde estaba mi papá porque silbaba ¡todo el tiempo! Algunas veces, sin embargo, tu papá puede estar completamente callado y sin hacer ningún ruido. ¿Cómo sabes, entonces, que él está allí? Muchas veces, simplemente, porque él te dijo que estaría allí. Y tú le crees.
Puedes tener fe en algo que no veas, porque a veces lo sientes, lo percibes de alguna manera. ¿Cómo sabes que Dios es real y te cuidará este año? Porque siempre te ha cuidado. Porque sientes su presencia en tu vida. Y puedes tener fe en que Dios te guía porque él cumple sus promesas. ¿Crees en él? ¿Tienes fe?
Ten por seguro que, con Dios de tu lado, puedes comenzar hoy viviendo por fe, sabiendo que cada día será una aventura junto a tu Dios, quien está a tu lado, tu mejor Amigo. Cinthya
2 de enero
“Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu” (2 Corintios 3:18, NVI).
¿Sabes para qué sirven los espejos? Existen muchas variedades y usos, pero su función principal es recibir la luz y reflejar una imagen. Debes tener el espejo correcto para poder ver la imagen que quieres reflejar.
Una de las actividades más esperadas por grandes y chicos en las vacaciones de invierno de mi niñez era una feria orientada a la familia. Mucha gente llegaba de todas partes de la ciudad y era recibida por una curiosa llamita que daba la bienvenida.
Mis padres hacían un gran esfuerzo para poder llevarnos, y recuerdo con cariño que pasar las vacaciones de Fiestas Patrias recorriendo la feria era el premio que recibíamos mis hermanas y yo por habernos esforzado durante el primer semestre escolar. Pabellones inmensos llenos de decorados coloridos ofrecían atracciones de todo tipo para todos los gustos, suficientes para entretener a miles de personas por el precio de una sola entrada.
Una de las atracciones que mi familia y yo más disfrutábamos era el salón de los espejos. Esta clásica recreación era la más solicitada; las filas para entrar eran casi interminables. Desde los pasillos se escuchaban las fuertes y contagiosas risas de la gente que desde que entraba no paraba de reír.
El secreto de esta divertida atracción era la variedad de espejos con superficies irregulares que no reflejaban lo que esperabas ver, sino una cambiante apariencia del cuerpo de las personas. Podías verte muy pequeño, con el cuello largo, con los brazos cortos e incluso, ver parte de tu cuerpo volteada de cabeza. Pero aunque las ilusiones ópticas creadas por algunos espejos podían ser muy graciosas, estos mostraban un reflejo falso y distorsionado de lo que en realidad éramos.
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