Aparte de las declaraciones de sus monjas, hacen declaraciones parecidas otras personas de fuera de la Orden, tales como Julián de Ávila, el famoso capellán, y Juan de Ovalle, casado con Juana de Ahumada, hermana de la Santa, que declara: «Muchas veces dijo a este testigo que el principal intento que había tenido a hacer estas fundaciones era ver la perdición de Francia y Alemania e Inglaterra, para en estas casas juntar algunas almas que suplicasen a Nuestro Señor por la reducción de estos herejes y por los prelados de la Iglesia; y que así, cuando le iban a pedir cosas a veces sin concierto y como cual tenía la necesidad, decía a este testigo: “qué les parece que no hemos de cargar de todas sus cosas; principalmente nos juntó el Señor para suplicarle esto, y que se compadezca de las ánimas de estos, que por cada una ánima daría yo mil vidas”» (BMC 18, 126-127).
Desconfiando totalmente de que la ruptura de la cristiandad se pudiera remediar con las armas, organizó santa Teresa su ejército de contemplativas, comprometidas en la tarea del apostolado del sacrificio y la oración, dejando, definitivamente, en manos del Señor, la solución y resolución de tantas desgracias. En esta su misión de fundadora tenía santa Teresa una conciencia clarísima de que esa era la voluntad de Dios sobre ella y por eso arrostró tantos trabajos y sufrimientos por complacer al Señor en esta obra de espectro eclesial enorme. Así funcionaba esta mujer tan comprometida y comprometedora, si las hubo.
Habla Julián de Ávila
El famoso capellán Julián de Ávila, viendo el incremento que iba tomando la obra de la Santa, dice:
Porque si se tiene en mucho el que un santo haya sido principio de un monasterio, ¿en qué se ha de tener que esta sierva de Dios haya sido principio y cabo de tantos monasterios, y de una religión de frailes, la más perfecta que se hallará en la Iglesia de Dios? Y que esto haya sido tan presto, que con no ser yo muy viejo, y cuando la empecé a conocer sería yo de más de treinta años, y en menos de otros treinta he visto los principios de las descalzas y de los descalzos, y están el día de hoy y tantas casas y conventos como si hubiera ciento o doscientos años que empezó. [...] ¿Pues quién diremos ha andado por aquí sino la mano del Señor que todo lo puede, y escogió a una mujer, y por su mano quiso que fuesen cosas tan grandes que tuviesen todos con qué se espantar y maravillar y alabar al Señor que tanto puede? (BMC 18, 225).
Por los siglos de los siglos
La obra de Teresa, la comprometida y la comprometedora, no terminó cuando ella murió sino que ha seguido en acción entre sus hijas e hijos. Y la Madre puede estar contenta de las grandes hijas e hijos que ha tenido. Basta pensar solamente en las que ya están glorificadas por la Iglesia: santa Teresa Margarita Redi (1747-1770), santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), santa Teresa de los Andes (1900-1919), santa Teresa Benedicta de la Cruz –Edith Stein– (1891-1942) o santa Maravillas de Jesús (1891-1974). Y últimamente el 17 de mayo de 2015 ha sido canonizada por el papa Francisco la beata María de Jesús Crucificado, la que llamamos la Arabita (1846-1878). Y a todas estas hay que añadir otra gran multitud de beatificadas por la Iglesia y tantas y tantas más o menos anónimas que se han santificado en los claustros del Carmelo. Teresa, la comprometida, comprometió ya a tantas en su vida y sigue haciéndolo ahora mismo comprometiendo a personas generosas que siguen sus huellas.
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