Francisco Páez de la Cadena - Jardines secretos

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¿Has delineado bien el nombre de tu amo?
¿Has recortado debidamente las violetas?
¿Vino a verte tu ama?
¿Sonrió como siempre?
¿La besaste?
¿O solo fue tu sueño, como tu vida: marchito, igual, secreto, impuro?

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Sinopsis Sinopsis Jardines secretos ¿Has delineado bien el nombre de tu amo? ¿Has recortado debidamente las violetas? ¿Vino a verte tu ama? ¿Sonrió como siempre? ¿La besaste? ¿O solo fue tu sueño, como tu vida: marchito, igual, secreto, impuro?

Jardines secretos

Memoria Memoria

York House Gardens York House Gardens Ya estuve aquí otra vez. Era marzo y solo la forsitia estaba viva. Largo corría este brazo del río: espeso y duro. Cerca de aquí compuso Pope sus sátiras pomposas: el robo del rizo, la elegía a una dama infortunada, sus hirientes sarcasmos sobre la topiaria y los monarcas. Suena el martillo e imagino el escoplo del carpintero. En este astillero fluvial se hacen barcas y se calafatean pequeñas pinazas de casco estrecho. El camino de sirga es hoy lugar de simple paso: esa anciana menuda, dos hindúes gastados, una niña. No funcionan las fuentes. Las rosaledas esperan sus rosales. Los bancos con grafitis no ofrecen ningún consuelo en la mañana fría. Entonces corrió una ardilla. Por temor o para proteger la bellota cogida. Igual que los hijos de los hombres: por interés o miedo. Qué queda por hacer, me digo. Nadie, ni yo mismo, responde. Amarilla forsitia. Pardo Támesis. Ni una voz. Ni una gota de agua suspendida. Es la desolación, me digo. ¿Y la niña?

Rosaleda Rosaleda El tiempo de las rosas ¿quién lo mide? ¿Cómo sabe la rosa que ya es rosa, cómo sabe qué debe, cómo sabe? Pasaré por aquí miles de veces. Regresaré a los muros encalados. Miraré como siempre y no veré. Suspiraré maltrecho y seguiré ignorante. Nada hay aquí que me sorprenda. La tierra está vacía. El temblor es el mismo de hace cincuenta años. Soy yo, como el que era, y casi ya no soy. Y mañana, tal vez a mediodía, brotará esta emoción apetalada. ¿Y cómo quiso? ¿Quién le dijo? ¿Por qué no supe nada?

Árbol de invierno entrevisto en Syon Park Árbol de invierno entrevisto en Syon Park A todos nos llega nuestro invierno. En otoño sus hojas de amarillo nos dictaron silencio. Hoy en diciembre las páginas tan blancas del libro de la nieve nos dicen minerales y desiertos. Nutrieron de muerte nuestros huesos. ¿Cómo quedó la hoja? ¿Qué se enterró en el laberinto, en la orilla aterida del sendero? ¿Dónde sembrar ahora lo que más nos importa, lo que no enceuntra hueco? Vivir, vivir. Es toda una locura pretenderlo. Surgen charcos de espejos. Ha llovido y el barro se envejece y se arruga en mil gestos. Los vientos son hirientes. Nada queda por dentro. El sol es un recuerdo de algo que supimos. Queda lejos el árbol que queremos, su corteza tan fría. Imposible saber si vive o solo nos ha dejado su cáscara insensible, su madera fugaz. Imposible saber si está esperando el fuego o las alturas, imposible saber tanto designio que yace soterrado, que no se manifiesta. Lo vemos: se yergue, en apariencia indemne, tiende a la inmisericordia de los cielos, guarda el silencio que en otoño amarillas nos dictaron sus hojas. También él desvaría: brotar, vivir, pura vesania. Ficciones. Intentos delirantes. Sueños.

Certidumbre del ciprés Certidumbre del ciprés La copa al aire, al polvo la raíz, lo oscuro al agua. Crece así, innominado, el árbol. Producto de lo oculto y de lo espeso, de una inquietud sutil, de líquidos etéreos. Así lo veo y sube a lo más alto, no abandona a los hombres, absorbe el mineral y la sustancia viva de la tierra, va a heredar una nube, podrá ser nido y columna sólida de sombra. No habrá invierno cruel que lo deshoje. Ha podido ascender, santificarse. Prefirió la dignidad terrosa. No volará jamás aun prestando sus alas, su silbido, al viento que discurre y le arranca su cántico sonoro de silencio. Se pudrirá en lo cierto. Enhiesto, sí, pero a qué precio.

Genius loci Genius loci

Casa de Pilatos

Hyde Park Corner

Dos visiones de Vaux-le-Vicomte

Ibn al-Ahmar mira por vez primera la colina en la que levantará La Alhambra

Mirador de Yuste

Panegírico de Saba sobre el jardín de Eram

Jovellanos en su banco de Ribadulla

Quinta dos azulejos

Charles Perrault imagina su bosquet du labyrinthe para el Petit Parc

Un viajero occidental contempla Ryoan-ji

Sueño

Topiarius

Árbol de primavera en Syon Park

Fatum

Tercer soneto a Clori

Ninfa de Stourhead

Jardín de Samarkand Street

Notas y dedicatorias

Datos de autor

Sinopsis

Jardines secretos

¿Has delineado bien el nombre de tu amo?

¿Has recortado debidamente las violetas?

¿Vino a verte tu ama?

¿Sonrió como siempre?

¿La besaste?

¿O solo fue tu sueño, como tu vida: marchito, igual, secreto, impuro?

Jardines secretos 2022 Francisco Páez de la Cadena 2022 La Equilibrista - фото 1
Jardines secretos

© 2022, Francisco Páez de la Cadena

© 2022, La Equilibrista

info@laequilibrista.es

www.laequilibrista.es

Primera edición: 2022

Maquetación: La Equilibrista

Imprime: Ulzama Digital

ISBN: 9788419126160

ISBN Ebook: 9788419126177

Queda prohibida la reproducción total o parcial de cualquier parte de este libro, incluido el diseño de cubierta, así como su almacenamiento, transmisión o tratamiento por ningún medio sea electrónico, mecánico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin el permiso previo por escrito de: NOCTIVORA, S.L.

a Marisol,

a quien debo mucho más que el título de este libro

The poet’s enchantment and the gardener’s are united in a common enterprise: the miraculous transformation of the world into a privileged sanctuary, a blossoming garden. In such a place, it is natural for rulers to dream of absolution less abstract than merely political power: the dream of an Adamic sovereignity over the world.

Terry Comito

Memoria

York House Gardens

Ya estuve aquí otra vez.

Era marzo y solo la forsitia estaba viva.

Largo corría este brazo del río:

espeso y duro.

Cerca de aquí compuso Pope sus sátiras pomposas:

el robo del rizo,

la elegía a una dama infortunada,

sus hirientes sarcasmos sobre la topiaria

y los monarcas.

Suena el martillo e imagino el escoplo

del carpintero.

En este astillero fluvial

se hacen barcas y se calafatean

pequeñas pinazas

de casco estrecho.

El camino de sirga es hoy

lugar de simple paso: esa anciana menuda,

dos hindúes gastados,

una niña.

No funcionan las fuentes.

Las rosaledas esperan sus rosales.

Los bancos con grafitis

no ofrecen ningún consuelo en la mañana fría.

Entonces corrió una ardilla.

Por temor o para proteger la bellota cogida.

Igual que los hijos de los hombres:

por interés o miedo.

Qué queda por hacer, me digo.

Nadie, ni yo mismo, responde.

Amarilla forsitia.

Pardo Támesis.

Ni una voz.

Ni una gota de agua suspendida.

Es la desolación, me digo.

¿Y la niña?

Rosaleda

El tiempo de las rosas ¿quién lo mide?

¿Cómo sabe la rosa que ya es rosa,

cómo sabe qué debe,

cómo sabe?

Pasaré por aquí

miles de veces.

Regresaré a los muros

encalados.

Miraré como siempre

y no veré.

Suspiraré maltrecho

y seguiré ignorante.

Nada hay aquí que me sorprenda.

La tierra está vacía.

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