El beso de la finitud
(Ensayos de filosofancia en defensa del mundo)
El beso de la finitud
(Ensayos de filosofancia en defensa del mundo)
Óscar Sánchez
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Óscar Sánchez
Editorial Filosofía en la Calle
https://www.filosofiaenlacalle.com/editorial
filosofia.lacalle@gmail.com
ISBN: 978-84-09-37943-9
Depósito Legal: AL 286-2022
Ilustración de Jaime González Galilea, 2021
Maquetación:
german.balaguer@gmail.com
En los libros se trata de comunicar ideas, no de imprimir palabras.
John Davey, director editorial de Blackwell
Osculum cum basio necnon suavioque
James Joyce, Finn´s Hotel
Índice
Breve prefacio: cuidar del mundo, expandir el ser…
La secularización/naturalización de la ciencia
¡¡Google no tiene ni idea!! (la Sabiduría y la Vida, hoy)
¿Y si el mundo (no) fuera una simulación?
Coronavirus global y darwinismo amañado
En el 250 aniversario del nacimiento de Hegel y Hölderlin...
De Auschwitz como reducción al absurdo
El malentendido del “Realismo Especulativo” o “Nuevo Realismo”
Paul Valéry y T.S. Eliot: el paso del Tiempo a juicio…
Observaciones llanas sobre el primer Heidegger
¿Qué es “Post-modernidad”?
(Auto)Apocalypse Now
Querido mundo tonto…
“The Matrix” veinte años después
La Inteligencia Artificial y el Mago de Oz
Una, dos, tres… ¡mil Gretas Thunberg!
Tecnociencia: ¿el Séptimo de Caballería?
Disertación en torno a una (no)interpretación de los sueños
Dolce Essere Niente…
Chomsky nonagenario
El Trashumanismo y Hannah Arendt
Jürgen Habermas, la gran esperanza blanca
Migas (milonga semi-culta)
La verdadera cuestión de los “bebes a la carta”
Anti el “Anti-natalismo”
La “foto” del agujero negro o viviendo en el Supercúmulo de Virgo
Sub specie cotidianitatis
El modelo computacional o el fin de la aventura
Ludwig Wittgenstein: un hombre de verdad…
El ocaso de la virtud
O Conocer o Ser
El animal introvertido (psicosis ultrarreal)
Mecanicismo canalla
“Room” o “lo contrario” del Mito de la Caverna
Dios sin Dios (Spinoza y Leibniz)
In a Million of Years….
Tarkovsky: derrelictos…
Relatividad General y Principio Antrópico
Calidad de Muerte
Ígor Strawinsky (y lo) inteligible
El discurso del metomentodo
Lejos de la ciudad: Escenografía de “Así Habló Zaratustra”
Del Psicoanálisis como cárcel mental
“Aunque el alcohol eléctrico del rayo…”
Buenas noticias para los cetáceos
¿Por qué no Platón en el s. XXI? –una fábula filosófico/política
Fractal
Aristóteles y la “embarazosa cuestión”
De la normalidad sentida como tiranía
Vattimo ahora nihilista
Less is bore: una posible lección filosófica de la cuarentena
2.500 años de la gesta de los 300 (espartiatas)
La Filosofía o el Espejo de la Teología
“Mr. Turner”, o cuando el mundo era todavía hermoso....
De las izquierdas contra las derechas como guerras de religión
Antonio Escohotado y/o las drogas equivocadas…
“Sopinstant” de selenitas y la teoría de la Panespermia
El Infinito... ¿Y quién es ese mozo?
Cien años del Tractatus Lógico-Philosóphicus
La conspiración de los buenos alumnos (o “La educación necesaria”)
Stat Rosa Pristina Nomine: ¿Qué es una “Idea” platónica?
Ignoramus et ignorabimus: ¿Para qué sirve el “noúmeno” de Kant?
V de Vendetta, The Road y el último reducto de la libertad humana
Tal vez una ambigüedad en el pensamiento de Marx...
Amartya Sen y la ciencia jovial
Abismos clavados en abismos…
Apoteosis medieval
Decálogo escéptico contra los filósofos
Una “dictadura sin lágrimas”: Zamiátin y la transparencia
Escatología metafísica (o metafísica escatológica)
Breve prefacio: cuidar del mundo,
expandir el ser…
Me resulta personalmente muy emocionante, cada primavera, cuando en Japón se sale tradicionalmente a la calle para celebrar la fiesta de la contemplación de los cerezos en flor. No es que la cultura japonesa me resulte en absoluto familiar, todo lo contrario1. Sin embargo, la exaltación anual del blanco rosáceo en la Isla del Sol Naciente me recuerda a Aristóteles, el filósofo que sostenía que la perfección es posible, e incluso bastante frecuente, entre las cosas enormemente diversas de la Tierra. Lo que no dijo, o al menos no explícitamente, es que tal vez la tarea del ser humano sobre este extraño y abigarrado planeta –y tal vez más allá– consista precisamente en procurar llevar todas las realidades que le rodean a su floración, a su máximo esplendor. Como si todo ente fuera un sakura, un cerezo, a lo que los humanos en conjunto podríamos dedicarnos sería a despejar los obstáculos que se interponen para que se haga posible su culminación, y luego contemplar satisfechos y serenos nuestra obra, comiéndonos tal vez una bola de arroz. A esa contemplación, que nace del trabajo bien hecho, del pulimento de la faz de cada objeto, incluido cada hombre particular, es a lo que los japoneses denominan en primavera hanami respecto de las flores. Bien podría ser ese el sentido de la presencia del agente humano en el Universo: desbrozar, quitar las malas hierbas, podar, hacer espacio, dejar crecer la realidad inmúmera y realizar un hanami periódico, indefinidamente, sin un principio absoluto ni una caída del telón completa, tan sólo para que cada sakura por separado y en su totalidad se presenten ante él en su estado más óptimo.
No obstante, últimamente la especie humana tiene una imagen muy negativa de sí misma, prácticamente la opuesta. Andamos como sin ánimo y casi asumiríamos con resignación la teoría del malo de Matrix, el Agente Smith, cuando postula que quizá el hombre no sea sino el virus de la Tierra, el modo como el planeta ha proyectado destruirse a sí mismo. Y, claro, no tenemos manera alguna averiguar si es así o no. Los dos puntos de vista, tanto el de la criatura humana como homo faber, es decir, como ese ser que sabe o podría saber cómo plenificar el ser que le rodea y sustenta, como ese otro que ve en nosotros a culpables pecadores, en tanto homo destructor que han nacido para conducir al mundo en un viaje hacia el fin de la noche, son enfoques hipotéticos, entre los cuales jamás podremos decantarnos teóricamente – serían, pues, antinomias, en el lenguaje de Kant. Teóricamente no, pero en la práctica sí, y aquí está la gracia del asunto. En realidad, basta con actuar bajo la premisa de que el mundo a menudo imperfecto y accidentado necesita de nosotros para mejorar y ya estaríamos haciendo esa premisa realidad en el mismo acto de apostar por ella. Igualmente, si nuestro comportamiento se rige bajo la conjetura del Agente Smith, entonces se hará terriblemente cierta, puesto que actuaremos como la carcoma de la Tierra, seremos los exterminadores ontológicos, pero a sabiendas de que esto tendrá lugar porque lo hemos querido así, no porque nuestra presunta naturaleza intrínseca nos haya obligado a ello.
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