León Tolstoi - Anna Karénina

Здесь есть возможность читать онлайн «León Tolstoi - Anna Karénina» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Anna Karénina: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Anna Karénina»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

"Todas las familias felices se parecen entre sí; pero cada familia desgraciada tiene un motivo especial para sentirse así. En casa de los Oblonsky andaba todo trastrocado. La esposa acababa de enterarse de que su marido mantenía relaciones con la institutriz francesa y se había apresurado a declararle que no podía seguir viviendo con él."
La novela «Anna Karénina» de León Tolstói está considerada una de las obras cumbres del realismo. Para Tolstói, «Anna Karénina» fue su primera verdadera novela.

Anna Karénina — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Anna Karénina», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

La contrariaba, sobre todo, que, enamorado de su hija, hubiese estado un mes y medio frecuentando la casa, con el aspecto de un hombre que vacilara, observara y se preguntara si, declarándose, el honor que les haría no sería demasiado grande. ¿No comprendía, acaso, que, puesto que visitaba a una familia donde había una joven casadera, era preciso aclarar las cosas? Y, luego, aquella marcha repentina, sin explicaciones… «Menos mal ––comentaba la madre– que es muy poco atractivo y Kitty –¡claro!– no se enamoró de él.»

Vronsky, en cambio, poseía cuanto pudiera desear la Princesa: era muy rico, inteligente, noble, con la posibilidad de hacer una brillante carrera militar y cortesana. Y además era un hombre delicioso. No, no podía desear nada mejor.

Vronsky, en los bailes, hacía la corte francamente a Kitty, danzaba con ella, visitaba la casa… No era posible, pues, dudar de la formalidad de sus intenciones. No obstante, la Princesa pasó todo el invierno llena de anhelo y zozobra.

Ella misma se había casado, treinta años atrás, gracias a una boda arreglada por una tía suya. El novio, de quien todo se sabía de antemano, llegó, conoció a la novia y le conocieron a él; la tía casamentera informó a ambas partes del efecto que se habían producido mutuamente, y como era favorable, a pocos días y en una fecha señalada, se formuló y aceptó la petición de mano.

Todo fue muy sencillo y sin complicaciones, o así al menos le pareció a la Princesa.

Pero, al casar a sus hijas, vio por experiencia que la cosa no era tan sencilla ni fácil. Fueron muchas las caras que se vieron, los pensamientos que se tuvieron, los dineros que se gastaron y las discusiones que mantuvo con su marido antes de casar a Daria y a Natalia.

Al presentarse en sociedad su hija menor, se reproducían las mismas dudas, los mismos temores y, además, más frecuentes discusiones con su marido. Como todos los padres, el viejo Príncipe era muy celoso del honor y pureza de sus hijas, y sobre todo de Kitty, su predilecta, y a cada momento armaba escándalos a la Princesa, acusándola de comprometer a la joven.

La Princesa estaba acostumbrada ya a aquello con las otras hijas, pero ahora comprendía que la sensibilidad del padre se excitaba con más fundamento. Reconocía que en los últimos tiempos las costumbres de la alta sociedad habían cambiado y sus deberes de madre se habían hecho más complejos.

Veía a las amigas de Kitty formar sociedades, asistir a no se sabía qué cursos, tratar a los hombres con libertad, ir en coche solas, prescindir muchas de ellas, en sus saludos, de hacer reverencias y, lo que era peor, estar todas persuadidas de que la elección de marido era cosa suya y no de sus madres.

«Hoy día las jóvenes no se casan ya como antes», decían y pensaban todas aquellas muchachas; y lo malo era que lo pensaban también muchas personas de edad. Sin embargo, cómo se casaban «hoy día» las jóvenes nadie se lo había dicho a la Princesa. La costumbre francesa de que los padres de las muchachas decidieran su porvenir era rechazada y criticada. La costumbre inglesa de dejar en plena libertad a las chicas tampoco estaba aceptada ni se consideraba posible en la sociedad rusa. La costumbre rusa de organizar las bodas a través de casamenteras era considerada como grotesca y todos se reían de ella, incluso la propia Princesa.

Pero cómo habían de casarse sus hijas, eso no lo sabía nadie. Aquellos con quienes la Princesa tenía ocasión de hablar no salían de lo mismo:

–En nuestro tiempo no se pueden seguir esos métodos anticuados. Quienes se casan son las jóvenes, no los padres. Hay que dejarlas, pues, en libertad de que se arreglen; ellas saben mejor que nadie lo que han de hacer.

Para los que no tenían hijas era muy fácil hablar así, pero la Princesa comprendía que si su hija trataba a los hombres con libertad, podía muy bien enamorarse de alguno que no la amara o que no le conviniera como marido. Tampoco podía aceptar que las jóvenes arreglasen su destino por sí mismas. No podía admitirlo, como no podía admitir que se dejase jugar a niños de cinco años con pistolas cargadas. Por todo ello, la Princesa estaba más inquieta por Kitty que lo estuviera en otro tiempo por sus hijas mayores.

Al presente, temía que Vronsky no quisiera ir más allá, limitándose a hacer la corte a su hija. Notaba que Kitty estaba ya enamorada de él, pero se consolaba con la idea de que Vronsky era un hombre honorable.

Reconocía, no obstante, cuán fácil era trastornar la cabeza a una joven cuando existen relaciones tan libres como las de hoy día, teniendo en cuenta la poca importancia que los hombres conceden a faltas de este género.

La semana anterior, Kitty había contado a su madre una conversación que tuviera con Vronsky mientras bailaban una mazurca, y aunque tal conversación calmó a la Princesa, no se sentía tranquila del todo.

Vronsky había dicho a Kitty que su hermano y él estaban tan acostumbrados a obedecer a su madre que jamás hacían nada sin pedir su consejo.

–Y ahora espero que mi madre llegue de San Petersburgo como una gran felicidad –añadió.

Kitty lo relató sin dar importancia a tales palabras. Pero su madre las veía de diferente manera. Sabía que él esperaba a la anciana de un momento a otro, suponiendo que ella estaría contenta de la elección de su hijo, y comprendía que el hijo no pedía la mano de Kitty por temor a ofender a su madre si no la consultaba previamente. La Princesa deseaba vivamente aquel matrimonio, pero deseaba más aún recobrar la tranquilidad que le robaban aquellas preocupaciones.

Mucho era el dolor que le producía la desdicha de Dolly, que quería separarse de su esposo, pero, de todos modos, la inquietud que le causaba la suerte de su hija menor la absorbía completamente.

La llegada de Levin añadió una preocupación más a las que ya sentía. Temía que su hija, en quien apreciara tiempo atrás cierta simpatía hacia Levin, rechazara a Vronsky en virtud de escrúpulos exagerados.

En resumen: consideraba posible que, de un modo a otro, la presencia de Levin pudiese estropear un asunto a punto de resolverse.

–¿Hace mucho que ha llegado? –preguntó la Princesa a su hija, refiriéndose a Levin, cuando volvieron a casa.

–Hoy, mamá.

–Quisiera decirte una cosa… ––empezó la Princesa.

Por el rostro grave de su madre, Kitty adivinó de lo que se trataba.

–Mamá ––dijo, volviéndose rápidamente hacia ella–. Le pido, por favor, que no me hable nada de eso. Lo sé; lo sé todo…

Anhelaba lo mismo que su madre, pero los motivos que inspiraban los deseos de ésta le disgustaban.

–Sólo quería decirte que si das esperanzas al uno…

–Querida mamá, no me diga nada, por Dios. Me asusta hablar de eso…

–Me callaré –dijo la Princesa, viendo asomar las lágrimas a los ojos de su hija–. Sólo quiero que me prometas una cosa, vidita mía: que nunca tendrás secretos para mí. ¿Me lo prometes?

–Nunca, mamá –repuso Kitty, ruborizándose y mirando a su madre a la cara–. Pero hoy por hoy no tengo nada que decirte… Yo… Yo… Aunque quisiera decirte algo, no sé qué… No, no se que, ni como…

«No, con esos ojos no puede mentir», pensó su madre, sonriendo de emoción y de contento. La Princesa sonreía, además, ante aquello que a la pobre muchacha le parecía tan inmenso y trascendental: las emociones que agitaban ahora su alma.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Anna Karénina»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Anna Karénina» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Léon Tolstoï - Anna Karénine Tome I
Léon Tolstoï
libcat.ru: книга без обложки
Léon Tolstoï
libcat.ru: книга без обложки
Неизвестный Автор
Leo Tolstoy - Anna Karenina
Leo Tolstoy
Leo Tolstoi - Anna Karenina | Krieg und Frieden
Leo Tolstoi
León Tolstoi - Anna Karénine
León Tolstoi
Alessandro Dallmann - Anna Karenina von Lew Tolstoi
Alessandro Dallmann
Annamaria Benedek - Nina Johns
Annamaria Benedek
Liev N. Tolstói - Anna Karénina
Liev N. Tolstói
Kandy Shepherd - Kur nuneša jausmai
Kandy Shepherd
Отзывы о книге «Anna Karénina»

Обсуждение, отзывы о книге «Anna Karénina» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x