Novala Takemoto - Kamikaze girls

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Novela de culto de la cultura lolita japonesa. Libro escrito por Novala Takemoto. Momoko vive en Shimotsuma, un pueblo rural de Japón, y está obsesionada con la estética «lolita», un movimiento que adora el rococó francés del siglo XVIII y su forma de vestir. Su manera de ver la vida no encaja con la del lugar, que considera demasiado pueblerina para ella, por lo que decide vivir al margen de todo y pasar su tiempo dedicada a bordar, leer, escuchar música clásica y viajar a Tokio a comprar ropa lolita. Su vida cambia el día que conoce a Ichigo, una motera integrante de una banda juvenil de chicas y aspirante a sukeban que la embarca en la búsqueda de un mítico bordador de chaquetas de yakuza, al que nadie ha visto jamás, y del que necesita un trabajo muy especial. Durante esta empresa las dos vivirán lo que es la amistad, la lealtad, la bondad o el desamor. Un torbellino de emociones que anuncia un paso a la madurez al que intentan resistirse con pesar.

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Unos días después, mi madre fue al colegio a verme.

—Quiero que vengas para que tu mamá y tu nuevo papá podamos criarte juntos. Es por tu futuro, pero tu padre sigue en sus trece y se niega a entregarte. Si vives con ese personaje está claro como el agua que sufrirás y serás infeliz. —Yo era plenamente consciente de eso—. Aprecio de veras que seas tan buena y no quieras dejar solo a tu padre. Pero con ese hombre no se puede hacer nada. Cualquier cosa que haga se queda a medias, la suerte le abandonó desde el principio. Ese tipo de gente existe. Tu nuevo papá es una persona adorable, seguro que a ti también te lo parecerá. Ni se pone violento cuando bebe ni apuesta. Tiene un gran corazón y es amable con todo el mundo, sean como sean. Me sigue resultando un misterio por qué una persona como él se enamoró de mí, una mujer casada, con estudios de primaria y que trabajaba de señora de compañía. Y eso que tiene que haber montones de chicas con un historial mejor para él. Soy feliz, pero incluso ahora hay momentos en que dudo de si me estará engañando. Me da miedo que nos divorciemos. ¿Y si nada más divorciarnos me dice que todo era una broma para asegurarse de que yo iba en serio? Tal vez me abandone…

Por lo que me contaba mientras avanzaba en su historia, parece ser que este médico era concretamente el ginecólogo que se encargó de mi madre cuando me dio a luz. Durante el embarazo intentaron contener una inevitable atracción sentimental entre doctor y paciente, pero, un día, la atracción explotó. En el momento de dar a luz, tras llevar a mi madre a la sala de partos y subirla a la camilla, ella y su ginecólogo se quedaron solos durante un momento. Con la cara deformada por el dolor de las contracciones, la voz se alzaba desde los labios de mi madre: «¡Doctor…! ¡Doctor…!», y el doctor le cubrió la boca con sus labios. Mientras aguantaba el sufrimiento, mi madre rodeó los hombros del doctor con sus brazos para pedirle un beso más apasionado. Después de esto, los dos siguieron recorriendo, no sin complicaciones, la senda del adulterio.

—Ha tenido el detalle de esperar a que comenzaras el colegio para que nos casemos. Lo ha hecho pensando también en tus sentimientos. Quería casarse conmigo enseguida, pero tenía que cumplir mi obligación como madre y seguir viviendo con mi marido hasta que entraras en el colegio.

Como ginecólogo, este doctor me vio nacer de las partes íntimas de la mujer que amaba, un bebé que no era suyo y que parecía un mono horrible. Vamos, que presenció un espectáculo en cierto modo grotesco. Y aun así su amor no se apagó. Como ser humano, ese hombre estaba a otro nivel completamente distinto al inútil de mi padre. Sabía claramente que elegir esa nueva familia me resultaría beneficioso. Pero quería intentar vivir con el inútil de mi padre. Y es que, a pesar de que de ese modo me vería arrastrada a un montón de problemas, también habría un montón de risas. Parecía divertido.

—Espero que seas muy feliz con tu nuevo marido el doctor. Me alegra que él quiera que vivamos juntos, pero creo que no te sería favorable que, además de la experiencia del divorcio, tuvieras que llevarte una hija a tu nuevo matrimonio. Si mi padre se pone pesado y no quiere firmar el divorcio, ya me encargaré yo de convencerlo.

Como utilicé a propósito un estilo formal y un tono más adecuado para desconocidos, mi madre se puso a llorar:

—¿Y si después de todo no me divorcio? ¿Debería renunciar a casarme de nuevo? Me es imposible imaginar que podría vivir bien sola y separada de ti.

Contesté a mi madre, que no paraba de derramar lágrimas y de incomodarme con su llanto:

—Creo que el que va caminando por la montaña, descubre una veta de oro, no la explora y pasa de largo perdiendo la oportunidad que tenía delante de sus narices es un idiota. Cuando una oportunidad tan buena se presenta por casualidad ante tus ojos, pensar que es injusto habértela ganado sin hacer nada no significa que no tengas ambiciones. Hay gente que se acobarda de pronto ante una felicidad tan grande salida de la nada. Conseguir la felicidad exige más valor que soportar la infelicidad. Si encuentras algo importante para ti, aférrate a ello, defiéndelo hasta el final, aunque pierdas otras cosas en el camino. Muchas personas mueren sin haber encontrado algo realmente importante para ellas, ¿sabes? No te comportes como una niñata.

Tras estas palabras, le di la espalda a mi madre y comencé a caminar. Eran cosas muy fuertes para una niña de primaria, y encima hacia mi propia madre. Cómo molo, ¿verdad? Mientras recorría tranquilamente el camino de vuelta a casa, le daba vueltas en mi cabeza al discurso que acababa de hacer: «El “no te comportes como una niñata” del final fue muy efectivo, ¿a que sí? Como una frase decisiva de una serie de televisión. El sermón previo cobra vida con esa línea lapidaria al final. Pero decirla mientras llevo la mochila del colegio a la espalda… ¿será una imagen impactante?». Analizando las cosas que dije y cómo me había alejado de mi madre, seguramente me convertiría en una adulta inútil y desagradable. ¿Cómo se puede pensar que un ginecólogo normal se enamora de una paciente embarazada? ¿Y que le da el primer beso a una mujer tumbada en la camilla de la sala de partos, en medio del trajín de dar a luz? Es una situación imposible, se mire como se mire. ¿No? No entiendo en absoluto el amor entre adultos.

Sin lugar a dudas, la firma del divorcio causaría que el inútil de mi padre se derrumbara hasta en el trabajo y volviera alegremente a la bebida y al juego, algo propio de alguien como él. Pero lo infravaloré y, contra todo pronóstico, no salió a beber sin parar, sino que empezó a tomarse su trabajo muy en serio, qué digo en serio, con una energía e interés nunca vistos hasta entonces. Incluso comenzó a investigar con qué tipo de productos trabajaban otros falsificadores y a proponer a la organización que «como tal o cuál se venden tan bien, ¿por qué no los fabricamos nosotros también con nuestro logo de Versace?».

Las propuestas de mi padre eran absurdas: paipáis de Versace, pegatinas de Versace, estuches para lápices de Versace, almohadillas para hacer caligrafía de Versace… A pesar de que Versace no haría cosas así ni por error, el inútil de mi padre tanteaba a los de la organización diciéndoles que le dejaran fabricarlos, que se venderían muy bien. Aunque el inútil de mi padre decía que estaba investigando los productos de otros falsificadores, lo cierto es que no iba a investigar las tiendas de imitaciones de Louis Vuitton o Chanel, sino que estudiaba tiendas de imitaciones destinadas a menores de edad, donde pegaban a los productos fotografías de bandas de ídolos japoneses como los Johnny’s o las Morning Musume. Yo pensaba con mi mente infantil que no era una persona normal, que su forma de ver las cosas era más propia de una rana que de un ser humano. Las ideas del inútil de mi padre seguían adelante sin complicaciones (¡hasta los de la organización daban luz verde a esos proyectos!) y se empezaron a fabricar almohadillas para caligrafía y paipáis con «Versace» en letras doradas sobre fondo rojo.

«Es imposible que vendan nada, ¿quién lo comprará?», pensaba yo, observando con la boca cerrada. Pues parece que aun así se vendían bastante bien. Cuando empecé la secundaria, recuerdo ver cómo mis compañeros yankis de clase presumían de llevar los estuches y almohadillas para caligrafía de Versace que había ideado el inútil de mi padre, y por fin acepté que había nicho de mercado para eso. Aunque lo normal habría sido que presumiera descaradamente de que aquellas cosas que llevaban mis compañeros de clase habían sido idea suya, tristemente eran falsificaciones y no quería llevarme crédito por ello, así que, con un estado de ánimo más bien complicado, me limitaba a observar cómo los yankis de mis compañeros llevaban las falsificaciones de Versace. «¡Mira cómo mola este estuche! Es de marca, muy estiloso. Y muy caro, ¿eh? Es que es de Versace… ¡Hecho en Francia!» De vez en cuando oía cosas así. ¡Agh! El inútil de mi padre seguía creyendo que Versace era una marca francesa y la seguía colando en las tiendas como tal. Y ellos se lo tragaban y vendían a los consumidores un Versace hecho en Japón como si estuviera fabricado en Francia. Por culpa del inútil de mi padre, casi todo el mundo en Amagasaki cree erróneamente que Versace es una maison francesa. Me duele el alma solo de pensarlo. ¿Cómo es posible que nadie se haya dado cuenta? A nadie se le ocurre pensar: «¡Pero si Versace es italiana!». Me alucina que podáis ser tan ingenuos.

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