–Te admiro mucho, diste un paso muy importante al viajar al extranjero. ¿Decidiste hacerlo tú sola? ¿O con una amiga?
–Todo sola —dijo Cassie, encantada de que él valorara lo que eso requería.
–Eso es sensacional. ¿Qué piensa tu familia?
Cassie no quería mentir, así que hizo lo mejor que pudo para esquivar el asunto.
–Todos me apoyaron. Amigos, familia y mis antiguos jefes. Sí tuve algunos amigos que me decían que iba a extrañar y que volvería pronto, pero eso no ocurrió.
–¿Y dejaste a alguien especial allá? ¿Un novio, quizás?
Cassie apenas podía respirar al darse cuenta de lo que esa pregunta podía implicar. ¿Ryan le estaba insinuando algo? ¿O se trataba tan solo de una pregunta casual para saber más de ella? Tenía que ser cautelosa, porque él la había deslumbrado tanto que podría farfullar algo inapropiado fácilmente.
–No tengo novio. Salía con alguien a comienzos de este año en Estados Unidos, pero nos separamos un tiempo antes de que me fuera.
Eso no era cierto. Había terminado la relación con su novio violento dos semanas antes de irse, y una de las principales razones para viajar al exterior era para irse bien lejos, a donde él no la pudiera seguir y ella no pudiera cambiar de idea.
Cassie no le podía contar a Ryan la verdadera versión. Aquí y ahora, observando a la distancia las blancas crestas de las olas rodar hacia la orilla, quería que él pensara que su última relación había sido en un pasado lejano, que estaba tranquila y que no la había afectado, y que estaba lista para una nueva relación.
–Me alegro que me lo hayas dicho. Hubiese estado mal de mi parte si no me aseguraba —dijo Ryan suavemente—. Y supongo que fuiste tú la que terminaste, porque no creo que haya sido al revés.
Cassie se lo quedó mirando, hipnotizada por sus pálidos ojos azules, sintiéndose como si estuviese en un sueño.
–Sí, fui yo. No estaba funcionando y tuve que tomar una decisión difícil.
Él asintió.
–Eso fue lo que percibí de ti la primera vez que hablamos. Tu fortaleza interna. Esa capacidad para saber lo que quieres y para luchar por ello, y por otro lado tienes una empatía, dulzura y sabiduría increíbles.
–Bueno, no sé si sabiduría. La mayor parte del tiempo no me siento muy sabia.
Ryan se rió.
–Eso es porque estás demasiado ocupada viviendo la vida para ser demasiado introspectiva. Otra gran cualidad.
–Bueno, creo que mientras esté aquí podría aprender de un experto en esa materia —argumentó.
–¿No crees que la vida es más divertida cuando la vives con alguien que hace que valga la pena?
Sus palabras eran provocativas, pero su rostro era serio, y ella no podía apartar la mirada.
–Sí, definitivamente —susurró.
Esta no parecía una conversación normal. Significaba algo más. Debía significar algo más.
Ryan dejó su copa y la tomó de la mano para ayudarla a levantarse del almohadón profundo. Deslizó el brazo alrededor de su cintura de manera casual, por unos segundos, mientras ella se volteaba para ir para adentro.
–Que duermas bien —le dijo cuando llegaron a la puerta de su habitación.
Le rozó la parte baja de la espalda con la mano mientras se inclinaba hacia ella. Por un segundo, Cassie contempló con ojos fascinados la forma de sus labios, sensuales y firmes, enmarcados por un tenue contorno de barba incipiente.
Luego, sus labios tocaron los de ella solo por un momento, antes de que se alejara y dijera, suavemente, “Buenas noches”.
Cassie lo observó hasta que cerró la puerta de su dormitorio y luego, sintiéndose como si estuviese flotando en el aire, verificó que la luz de la habitación de Madison estuviera apagada y volvió a la suya.
Se sobresaltó al darse cuenta de que se había olvidado decirle a Ryan lo del robo.
No había tenido la oportunidad. La noche no había tomado ese camino, sino que se había desviado en una dirección totalmente diferente e inesperada, que la había dejado sintiéndose fascinada, esperanzada y expectante. Con ese beso sentía como si una puerta se hubiese abierto y a través de ella había podido entrever algo que cambiaría su mundo entero.
¿Lo había hecho de forma amistosa? ¿O lo había hecho por otra razón? No estaba segura, aunque así lo creía. La incertidumbre la hacía sentirse nerviosa y entusiasmada, pero en el buen sentido.
De vuelta en su habitación, volvió a revisar sus menajes y vio que Renee le había respondido.
“La mujer dijo que llamaba de un teléfono público. Así que no me dejó su número. Si vuelve a llamar le preguntaré su nombre”.
Mientras leía el mensaje, Cassie tuvo una idea repentina.
Esa mujer misteriosa había llamado desde un teléfono público, no había querido dejar sus datos y había contactado a una de las pocas amigas de la escuela de Cassie que aún vivía en su ciudad natal.
El padre de Cassie se había mudado de donde ellas habían crecido. Se había mudado muchas veces, cambiando de trabajo, cambiando de novias y perdiendo su teléfono en casi todas sus borracheras. No había estado en contacto con él en muchos años y no quería verlo nunca más. Estaba envejeciendo, su salud era frágil y había construido la vida que se merecía. Sin embargo, esto quería decir que él ya no podía ser localizado por familiares que quisieran ponerse en contacto. Incluso ella no sabía cómo comunicarse con su padre ahora.
Existía la posibilidad, que cuanto más pensaba en ella más convincente parecía, que quien había llamado era su hermana, Jacqui, haciendo lo posible por encontrar a Cassie. Una vieja amiga de la escuela sería su único contacto si no estaba en las redes sociales, como era el caso de Jacqui. Cassie la había buscado con frecuencia cada vez que tenía oportunidad, con la esperanza de que su trabajo de detective pudiese descubrir una pista acerca del paradero de su hermana.
Cassie sintió que se le erizaba la piel al considerar la posibilidad de que hubiese sido Jacqui la que había llamado.
No quería decir que Jacqui estuviese en una buena situación pero, de todos modos, ella nunca pensó que así fuera. Si Jacqui hubiese sentado cabeza, con un trabajo estable y un apartamento, se hubiese comunicado hace mucho tiempo.
Cuando Cassie pensaba en Jacqui siempre se imaginaba incertidumbre, precariedad. Visualizaba una vida tambaleándose en un frágil equilibrio entre el dinero y la pobreza, las drogas y rehabilitación, novios y personas violentas, ¿quién sabía los detalles? Cuanto más inestable fuera la vida de Jacqui, más difícil sería para ella contactarse con la familia que había dejado hace mucho tiempo. Quizás sus circunstancias no lo permitían, o la avergonzaba la situación en la que estaba. Podía haber pasado semanas o meses en la calle o desconectada de la red, totalmente drogada, o pidiendo comida, o quién sabía qué.
Cassie decidió que iba a tener fe y a optar por que Jacqui estuviese intentando comunicarse.
Le respondió rápidamente a Renee, sabiendo que Ryan podía desconectar el Wi-Fi en cualquier momento.
“Podría ser mi hermana. Si vuelve a llamar, por favor dale mi número”.
Con la esperanza de que su corazonada fuese correcta, Cassie cerró los ojos y sintió que había hecho lo que podía por restablecer el contacto con el único miembro de la familia que aún le importaba.
La mañana siguiente fue un caos organizado mientras Cassie intentaba ayudar a los niños a vestirse para la escuela. Faltaban artículos del uniforme escolar, los zapatos estaban embarrados y las medias no tenían sus pares. Se encontró corriendo de la cocina a los dormitorios, haciendo malabares con el desayuno y todo lo demás.
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