– No soy la misma -contestó, todavía un poco mareada y como si hubiera caído desde una gran altura. Pero de repente la rabia se abrió camino en su interior-. No soy la misma. Era una estúpida cuando te conocí, pero he madurado desde entonces. Empecé a hacerlo el día que te marchaste a Londres con Judith y tuve que enfrentarme a todo el mundo.
– Tú podías haber venido también. Te lo pedí, te supliqué que vinieras.
– ¿Creías que iba a unirme a vosotros de verdad?
– Intenté explicarte mi relación con Judith -dijo con enfado-, pero no me escuchaste. Ni siquiera quisiste verme, tuve que hablar con tu padre.
Qué bien recordaba Jane aquel día terrible. La tristeza en su corazón, las voces furiosas en la entrada y Lyall esperando en la puerta enfadado. ¡Esperaba de verdad que cayera en sus brazos!
– Ven conmigo ahora mismo, Jane -había insistido-. Judith no significa nada. Nunca tendremos aquí futuro. Aquí la gente es cerrada, llena de prejuicios. Todo será diferente en Londres.
En esos momentos, Lyall la estaba mirando con la misma expresión de impotencia y rabia.
– ¿Me estás diciendo que todo lo que dijiste en esos momentos era verdad? ¿Que todo lo que me habías dicho antes era mentira? ¿Que nunca tuviste la intención de salir de Penbury?
– ¿Por qué te resulta tan difícil creerlo? -preguntó con desafío.
– Porque recuerdo la expresión de tus ojos cuando me dijiste que me amabas, y porque no te imaginaba quedándote aquí en Penbury el resto de tus días sólo para agradar a tu padre.
Jane se metió bruscamente la camisa por la cintura del pantalón.
– ¿Nunca se te ha ocurrido que quizá sea más valiente quedarse que escapar?
– En tu caso no, Jane. ¡Tú no te viniste conmigo por cobardía!
– ¡No te atrevas a llamarme cobarde! ¿Tú sabes lo que han sido estos diez años? ¿Tú sabes lo que ha sido admitir que todo el mundo tenía razón sobre ti? ¡Yo les había dicho a todos que no eras como decían, y te fuiste con Judith! Por lo menos, no fui tan estúpida como para irme detrás de ti. Tú sigues diciendo que mi padre quería que me quedara en Penbury, pero era porque no quería que me fuera contigo. ¡Qué razón tenía! Cuando me fui a la escuela de jardinería, se alegró mucho.
– No tanto como para dejarte que terminaras el curso -apuntó con ironía.
– ¡No le dio un ataque de corazón porque quisiera! Tuve que volver a casa. Tuve que dejar el curso y aprendí contabilidad y a tratar con los proveedores para que mi padre descansara. ¿Crees que fue fácil para mí? ¿Crees que yo quería dejar mis sueños y abandonar mi carrera, o intentar buscar dinero para mandárselo a Kit a la universidad? ¿Crees que fue fácil ver morir a mi padre? -Jane comenzó a llorar y se secó las lágrimas con la mano-. ¿Lo imaginas, Lyall?
– No -admitió finalmente con expresión hermética.
– ¡Entonces, no vuelvas a llamarme cobarde otra vez! Tú has sido el cobarde, Lyall. Te gusta hablar de tu libertad y de tu independencia, ¿verdad? Pero son excusas para justificar tu miedo a comprometerte con alguien. ¡Yo fui feliz tres meses! ¿Cuánto tiempo duró Judith, un mes, dos? Antes de que te aburrieras y buscaras a otra, alguien que no amenazara tu preciosa independencia, alguien tan desesperado como para aceptar tus condiciones, sin importar lo que ella sintiera o quisiera. ¿Eso nunca te ha importado, verdad? ¡Lo único que te importa es lo que te pasa a ti!
Lyall intentó decir algo, pero supo que ella no iba a escuchar. Ella no quería discutir con él, sólo quería decirle todo lo que tenía dentro.
– Me imagino que te divierte haber venido y hacer que los recuerdos emerjan. Nunca te has parado a pensar que no quería volver a verte más, que era perfectamente feliz como estaba. ¡Claro! Estabas aburrido y querías divertirte un poco, igual de aburrido que diez años atrás, y pensaste lo divertido que sería engañarme. Ahora estás intentando hacer lo mismo, sólo que ahora tengo diez años más. ¡Ahora no voy a dejar que destroces mi vida como entonces! Eres egoísta, arrogante y un irresponsable, y no quiero nada contigo, así que, deja que continúe mi camino.
La expresión de Lyall era de perplejidad absoluta.
– Muy bien, tengo cosas mejores que hacer que quedarme delante de alguien que me acusa de ser egoísta, y que nunca ha pensado lo que yo sentía hace diez años. Eso es porque nunca estuviste interesada en mí, ¿es eso, Jane? Tú estabas cansada de ser una buena chica y quisiste probar a hacer algo diferente de lo que te decían. Estabas esperando a alguien y aparecí yo por casualidad. Yo era tu prueba de rebeldía, quisiste saber lo que era enamorarse, pero no querías que durara mucho tiempo. Si no me hubieras visto con Judith aquel día, habrías encontrado otra excusa para volver con tu papá. ¡Creía que ese imbécil de Alan Good no te pegaba, pero estáis hechos el uno para el otro! Vete con él y nunca habrá ningún fallo en tu burbuja tranquila, segura y aburrida. No tienes por qué preocuparte, Jane, puedes quedarte con Alan y con Penbury. No quiero volver a veros.
– Muy bien -gritó Jane, después de que Lyall se hubo dado la vuelta para alejarse sin mirar atrás-. Bien -volvió a repetir como para asegurarse, pero se abrazó como si sintiera frío y su voz sonó desolada en el bosque silencioso y vacío.
Cuando Lyall la llamó al día siguiente al despacho, ella no quiso ponerse al teléfono.
– Dice que sólo quiere pedirte perdón -insistió Dorothy, que intentaba disimular su curiosidad.
– No me importa. No quiero hablar con él.
Le había dicho todo lo que tenía que decirle. Había pasado una noche inquieta, pensando en los besos una y otra vez, y el haberse dejado arrastrar y haberle respondido tan apasionadamente la había hecho decidir no volver a verlo. Seguiría mandándole informes sobre el progreso de las obras, pero no había ninguna necesidad de verlo personalmente. Sus hombres estaban haciendo un buen trabajo y era demasiado tarde para que cambiara de opinión y cambiara el contrato. Aunque sí podía de cambiar de opinión en etapas de la obra posteriores, pero aunque tuviera muchos defectos, sabía que Lyall no era vengativo. Lo más probable era que dejara todo a su secretaria y se marchara de Penbury como había dicho.
El pensamiento tendría que haberla alegrado, pero lejos de eso la inquietó. Las palabras de Lyall resonaban en sus oídos. ¿De verdad creía que ella lo había utilizado? La había acusado de ser egoísta, cobarde y aburrida. ¿Era verdad que la veía así? ¿Era así?
Jane no quería responder a eso. Así que se concentró en el trabajo, ordenó la contabilidad hasta la fecha, clasificó los informes metidos en cajones tan llenos que apenas podían cerrarse. El despacho quedó mucho mejor cuando hubo terminado, pero nada cambió. La opinión de Lyall seguía resonando en su cabeza, y lo que era peor, Alan seguía insistiendo. Se presentaba inesperadamente por las tardes en su casa, algo que nunca antes había hecho, y Jane se quedaba en el despacho trabajando hasta tarde para evitarlo. También estaba preocupada por Kit, estaba esperando que le mandara dinero, pero el director del banco le había negado el préstamo, lo cual significaba que tendría que vender pronto la casa. Por todo ello, estaba cansada de los hombres.
Lyall tampoco se lo puso fácil y la llamaba todos los días, y todos los días Jane se negaba ponerse al teléfono.
– ¿Por qué no quieres hablar con él? Parece tan educado al teléfono que no puedo creer que sea el mismo Lyall Harding.
– Pues es el mismo Lyall.
– Era tan mal educado de joven… Pobre chico, no creo que haya sido muy feliz. Conocí a su madre, era una mujer muy guapa, pero no era suficientemente fuerte como para enfrentarse a su padre. Joe Harding era un hombre muy difícil -Dorothy lanzó un suspiro de resignación mientras seguía trabajando-. Creo que amaba a Mary a su manera, pero estaba tan celoso que hizo que su vida fuera un desastre. Solía ser muy tirano con Lyall también, hasta que fue suficientemente mayor como para enfrentarse. No me sorprende que Lyall fuera así. Odiaba no ser capaz de proteger a su madre, y sólo conseguía luchar contra su padre haciendo gamberradas. No todo el mundo lo veía así, claro. Sólo veían que metía en problemas a sus hijos, y enamoraba a sus hijas. Creo que todo el mundo se quedó tranquilo cuando se fue.
Читать дальше