– Tengo en línea a un caballero de la casa de suba tas de Christie’s en Nueva York.
Al oír mencionar la palabra Nueva York el pulso de Nic automáticamente se triplicó.
– ¿Le paso o prefiere que tome el mensaje?
– Hablaré con él ahora.
– Muy bien, señor.
Mientras esperaba, cerró el archivo de las reservas de oro extranjeras que había estado examinando y apagó el ordenador.
– ¿Señor Pastrana? -sonó una voz americana a través del auricular.
– Sí, soy yo. Dígame.
– Soy John Vashom, del departamento de joyas de Christie’s. Desde que nos puso en alerta, hemos estado vigilando por si una pieza de la colección de María Luisa robada en el palacio de la familia Varano en Colorno apareciera por aquí. El caso es que esta mañana ha aparecido para subastarse un peine con piedras preciosas incrustadas. El vendedor es anónimo. Consulté nuestra base de datos, de joyas en paradero desconocido y lo comparé con algunas de las fotos que nos había proporcionado. La pieza en cuestión parece ser la misma. ¿Cómo desea que proceda?
Una ráfaga de adrenalina recorrió el cuerpo de Nic. Como por arte de magia se le brindaba la oportunidad de ir a Nueva York y librarse al fin del compromiso con la familia de su difunta prometida Nina Robles. Después de todo, la temida visita mensual no se produciría. De hecho, nunca volvería a repetirse.
– Le agradezco que se haya ocupado de la situación con tanta rapidez, señor Vashom.
– He intentado hacerlo lo mejor que he podido.
Inconscientemente, Nic se quitó la banda negra en señal de luto que llevaba en el brazo y la lanzó a la papelera. Era difícil para él contener toda aquella emoción.
– Un agente de la CIA se pondrá en contacto con usted dentro de una hora. Hasta entonces, guarde el peine y no diga a nadie nada sobre esto.
– Cuente conmigo.
Nic comprobó su reloj. Eran las nueve y media de la mañana en la costa este de Estados Unidos.
– Salgo para Nueva York ahora mismo. Estaré allí antes de que cierren. Necesito que me dé su número de móvil para que podamos estar en contacto.
Mientras lo anotaba, hizo mentalmente un listado de las personas a quienes tenía que llamar. Después de colgar, telefoneó al investigador jefe en Roma que coordinaba los esfuerzos de varios agentes de policía que trabajaban de incógnito en el caso. Signore Barzini se pondría en contacto con la CIA en Nueva York.
Luego llamó a signore Rossi, el autentificador de joyas más famoso de toda Italia. El era el único que podría constatar que el peine era una pieza auténtica, así que dispuso para él un vuelo a Nueva York desde Parma en uno de los aviones privados de los Varano.
La colección de joyas había pertenecido a la duquesa de Parma, conocida también como María-Luisa de Austria de la casa Borbón y segunda mujer de Napoleón Bonaparte. El robo del tesoro hacía dos años había sido un duro golpe para la familia. Desde entonces, Nic y sus primos habían estado llevando a cabo una investigación privada con la ayuda de la policía y los agentes secretos.
El pasado agosto habían recuperado una de las piezas auténticas al aparecer ésta en una subasta en Londres. Nic había pagado una pequeña fortuna para recuperarla. Desgraciadamente, no había rastro de la persona o personas responsables del atraco.
Ahora que otra pieza de la colección, auténtica o no, había aparecido en Estados Unidos, Nic tenía la esperanza de poder encontrar alguna nueva pista.
Telefoneó a su padre, pero tenía puesto el contestador. Después de evaluar la situación, le pidió a su padre que presentara sus excusas ante la familia Robles por no poder reunirse con ellos. Incluso el padre de Nic estaría de acuerdo en que la llamada de la casa de subastas constituía una emergencia que los padres de Nina comprenderían.
Las familias Pastrana y Robles compartían profundos vínculos a través de la casa española de Borbón. Sin embargo, si los padres de Nina creían que podrían endilgarle a Nic a su hija Camilla de veintisiete años como reemplazo de su hermana por alguna tradición familiar, estaban muy confundidos.
Después llamar a su conductor, Nic salió del banco por la entrada privada y subió a la limusina. De camino al aeropuerto telefoneó al piloto, a quien le dijo que tu viera listo el avión de los Pastrana. No era necesario pasar por casa, puesto que a bordo tenía ropa y productos de aseo.
Eufórico por haberse desecho de la banda que lo mantenía cautivo, telefoneó a Max para ponerle al corriente de la situación, pero también tenía puesto su contestador. Frustrado por no poder hablar con él, le dejó un mensaje contándole sus planes. Después llamó a Luc, quien descolgó al tercer tono.
– Olivia y yo estábamos a punto de llamarte. Navegaremos hacia Mallorca este fin de semana. ¿Te gusta ría reunirte con nosotros allí el domingo después de tu visita de rigor?
Luc sonaba como un hombre distinto. Desde su boda con Olivia, era mucho más que feliz. Esperaban un bebé para septiembre. Nic nunca había conocido a una pareja más contenta que ellos a no ser por Greer y Max.
– Nada me gustaría más, pero ha surgido algo importante. Hay noticias que no pueden esperar.
En tan sólo unos minutos le contó todo lo relaciona do con la llamada de Christie’s.
Luc se había serenado.
– Me reuniré contigo en Nueva York.
– No. Olivia y tú necesitáis tiempo para estar solos. Simplemente te cuento esto para que sepas que estaré algún tiempo fuera encargándome de la investigación.
– ¿Qué sucede?
Nic tomó aire.
– ¿Y si te digo que la banda en señal de luto está en la papelera de mi despacho para que la tiren con la basura en unos cuantos minutos?
– ¡ Dieu merci ! -Explotó su primo-. Era una costumbre arcaica a la que nunca te debiste haber sometido. Espero que esto signifique lo que creo que significa.
– Es lo único en lo que he sido capaz de pensar desde la boda de Max -susurró.
– Puede que tengas problemas en seguirle la pista a Piper. La semana pasada llamó a Olivia desde Sydney. No estoy seguro de que haya regresado ya a Estados Unidos.
– La encontraré aunque tenga que volar hasta Australia.
– Si me entero de algún cambio, te lo haré saber. ¿Estás seguro de que no quieres que vaya contigo a Nueva York?
– Esperemos y veamos qué tiene que decir signore Rossi acerca del peine. Si es el original, entonces tendremos que charlar con Max.
– Muy bien. Buena suerte y cuídate, mon vieux .
Nic sabía lo que su primo quería decir. Desde la boda de Luc, Nic no se había atrevido a poner un ojo en Piper. Debido a la odiosa banda negra, como crudo recuerdo de su oscuro pasado y su dolor, no había sido capaz de acercarse a ella.
Durante los últimos once meses, veinticinco días y siete horas había llevado la banda fielmente, excepto por los cuatro días en que se había hecho pasar por el capitán del Piccione, el pasado junio. Aquellos cuatro días habían sido suficientes para que un par de ojos de color aguamarina lo embrujaran mientras que él y sus primos perseguían a las trillizas Duchess creyendo que ellas eran las responsables del robo de las joyas de la familia Varano del palacio de Colorno en Italia.
Nada más lejos de la realidad y, sin embargo, aquel corto espacio de tiempo había cambiado su vida para siempre.
– Voy a necesitarla, Luc.
– ¿Cuál es tu plan?
– Buena pregunta. Técnicamente hablando debería haber esperado una semana más antes de quitarme la banda, pero como me voy del país por un tiempo indefinido, nadie notará la diferencia excepto Piper. Eso si todavía me habla.
– Si alguien puede ganársela, ése eres tú. Hablamos más tarde.
Читать дальше