Rebecca Winters - Una sirena atrapada

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Una sirena atrapada: краткое содержание, описание и аннотация

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Cuando Andrew Cordell vio a una hermosa sirena nadando hacia él, supo que había caído bajo su hechizo. Su alarmante descubrimiento resultó ser la futura bióloga marina Lindsay Marshall. Ella estaba ensayando un anuncio, vestida de sirena, y descubrió que esa actuación había conseguido encantar a algo más que a los peces. ¡Andrew se había quedado completamente prendado! Pero si el atractivo viudo no creía en cuentos de hadas marinas, ¿qué esperanza había de que se produjera un final feliz?

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– Papá me ha dicho que te ha invitado a venir cuando esté aquí el Gobernador Stevens y su familia. ¿Qué es una semana más? ¡No te vas a creer todas las cosas divertidas que tenemos planeadas!

Andrew la metió en la habitación siguiente a la de Randy y la dejó sobre la cama.

– Aunque parece maravilloso, me temo que tengo otros compromisos. Pero me siento honrada de que hayáis pensado en mí.

Andrew tenía algo que decir al respecto, pero prefirió esperar a que estuvieran solos. Randy dejó la maleta de ella en el suelo.

– ¿Tienes hambre, Lindsay?

– No, pero sí sed.

– ¿Quieres un refresco?

– Algo sin cafeína.

– Ahora mismo lo traigo -dijo Randy apresurándose a salir de la habitación e intercambiando una señal de ánimo con su padre antes de desaparecer.

Lindsay empezó a hablar en el mismo momento en que se marchó, pero anticipándose a otro rechazo, Andrew tomó la iniciativa y se dirigió al cuarto de baño del dormitorio con el neceser de ella.

– El médico ha dicho que te vendría bien un baño caliente -dijo-. Voy a abrir los grifos y mandaré a mi ama de llaves para que te ayude.

El baño tenía otra puerta que daba al pasillo. Haciendo como si no oyera a Lindsay, Andrew salió e interceptó a Randy en lo más alto de las escaleras, le quitó el bote de refresco de las manos, comunicándose entre ambos sin palabras.

– Gracias, hijo. Dile a Maud que suba, ¿quieres?

Randy asintió y salió corriendo.

Tan pronto como el baño estuvo lleno, Andrew cerró el grifo y le preparó todo a ella. Luego salió de nuevo al pasillo, donde se encontró con Randy y la doncella. Le dio el frasco con las medicinas a Maud diciéndole:

– Asegúrate de que se las toma antes de meterse al baño. Cuando esté presentable ven a mi estudio y házmelo saber. Yo me ocuparé de todo entonces. Si quiere cenar algo más tarde, ya se lo prepararé yo.

Maud asintió.

– Es bueno tener de nuevo una mujer en casa, Andrew.

– Yo estaba pensando lo mismo.

Todos sonrieron con la camaradería que les daba haber pasado cinco años juntos viviendo lo mejor y lo peor.

Randy y él se dirigieron luego al dormitorio principal.

– Vaya, papá. ¿Qué vas a hacer con Lindsay? No es que esté precisamente cooperando.

– ¿Te has dado cuenta? Voy a tener que mantenerla aquí hasta que la pueda convencer de que los miedos que tiene sobre mí no tienen sentido.

– Es evidente que te ama, así que sé que encontrarás la forma.

Andrew le dio una palmada en el hombro.

– Tengo suerte de tenerte a mi lado. Ahora sal de aquí y disfruta de los fuegos artificiales.

– Lo haré. Troy y yo vamos a ver a esas chicas que salieron en las fotos de la universidad.

– Parece interesante. Ahora sólo recuerda nuestra regla de los cinco minutos para despedirse.

– No sufras. Tengo que estar en el trabajo mañana a las ocho -dijo Randy sonriendo-. Tú compórtate también.

Eso hizo que Andrew sonriera, olvidándose por un momento de la nube negra que se le había echado encima.

Después de ducharse y cambiarse, Andrew bajó a la cocina. Se hizo un sándwich y se lo llevó a su despacho, desde donde llamó a Clint. Las emergencias sucedían los días de fiesta tanto como entre semana y Andrew quería terminar algunos asuntos pendientes antes de ir a ver cómo estaba Lindsay. Por suerte, había sido un día tranquilo y era libre para concentrarse en ella.

Poco después, Maud le dijo que ya se había acostado y él le dio las gracias y se despidió.

Había dejado la puerta del dormitorio de ella entreabierta y Andrew entró con el sigilo de un gato y se acercó al borde de la cama. Ella estaba tumbada dándole la espalda y con las sábanas por la cintura. Debía estar dormida. Después de lo que había pasado, era lo más natural. Pero una parte incivilizada de Andrew deseó despertarla. Pero se contuvo y se volvió, dispuesto a marcharse.

– ¿Andrew?

El corazón le dio un salto y se volvió inmediatamente.

– ¿Eres tú? -preguntó ella tumbándose de espaldas.

Andrew se acercó más.

– No quería despertarte. Sólo he venido para asegurarme de que estabas bien y para despedirme.

– Te estaba esperando -dijo ella como adormilada-. Tenemos que hablar.

– Esta noche no, Lindsay. Deja que actúen las medicinas. Mañana tenemos todo el día.

– No. No lo comprendes. No puedo quedarme.

– No vas a ir a ninguna parte hasta que no te hayas librado por completo del dolor.

– El dolor no importa. Yo…

Pero no terminó el resto de la frase porque una fuerza más poderosa que cualquier que hubiera sentido en toda su vida hizo que Andrew se arrodillara. La hizo volverse de lado y dijo:

– ¿Es aquí donde te duele?

Mientras tanto le masajeaba por debajo de la cintura.

Ella gimió de placer.

– Oh… me gusta.

– Se supone que tiene que ser así.

Incapaz de detenerse, le apartó la dorada cabellera y empezó a frotarle la espalda. Cada vez se acercaba más a ella, hasta que le rozó el cuello con los labios.

De alguna manera, sin saber cómo había sucedido, las manos de él se pusieron sobre la piel de ella, donde el pijama se había separado. Un pequeño gemido se escapó de la garganta de ella y eso excitó más aún a Andrew. Entonces su boca encontró la esquina de la de ella.

– Lindsay…

Al momento siguiente ella se volvió y elevó la boca hasta la de él.

Su pasión en el establo sólo había sido un preludio de la increíble respuesta que mostró en ese momento. Se besaron lenta, sensualmente, hasta que Andrew se ahogó en emociones. En sensaciones.

No quiso pensar que las pastillas podían haber disminuido el poder de raciocinio de ella, permitiendo que la necesidad física se impusiera a la decisión consciente. Antes de que la hubieran medicado le había dicho que no había ninguna esperanza de tener un futuro juntos. Pero ahora le daba la bienvenida con una pasión desinhibida, consumida por el fuego que habían creado.

Lindsay parecía insensible a cualquier clase de dolor y susurraba su nombre una y otra vez. Andrew llevaba mucho tiempo soñando con ese momento, desde que la vio por primera vez. Pero hacer el amor con ella cuando no estaba en plena posesión de sus facultades y con tantas cosas sin resolver entre ellos iba contra su código ético particular.

Se apartó de ella y se puso en pie. Cuando la oyó gemir algo en protesta, estuvo a punto de dejar a un lado sus estúpidos principios y meterse en la cama con ella.

Agarrándose al último vestigio de autocontrol que le quedaba, retrocedió un paso. De camino hacia la puerta se detuvo para ver si ella decía su nombre. Si decía una sola palabra se quedaría con ella allí. Pero sólo oyó el silencio.

Pasaron unos momentos más mientras esperaba alguna señal de que ella no quisiera que se marchara. Cuando esa señal no llegó, se obligó a sí mismo a abandonar la habitación.

El guardaespaldas del pasillo levantó la mirada cuando vio la torturada expresión de Andrew.

– ¿Está ella bien?

Andrew asintió.

– La medicación la ha ayudado a dormir. Voy a darme un baño en la piscina antes de acostarme. Si se despierta y me necesita, allí estaré.

– Muy bien, jefe.

Capítulo 10

A eso de las cuatro y media de la madrugada, Lindsay se despertó en medio de una pesadilla. Estaba empapada de sudor frío y la almohada llena de lágrimas. Se sentó en la cama y se apartó el mojado cabello del rostro.

Había soñado con Andrew. Habían tenido una pelea terrible y él le había dado un ultimátum, lo que terminó en que los dos seguirían sus vidas por separado, perdidos para siempre el uno del otro. Los detalles del sueño le resultaban borrosos, y la mayor parte del tiempo era la voz y la imagen de su padre lo que escuchaba y veía. Su subconsciente le estaba mandando un mensaje claro, que el matrimonio con Andrew no funcionaría nunca.

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