Ella entonces trató de quitarle el pantalón, pero cuando tuvo a Mac completamente desnudo, él se había puesto tan nervioso que ella no pudo tocarlo donde más deseaba. El sí podía. Comenzó a lamer la piel de su vientre despacio, como si tuvieran toda la noche por delante. Se concentró en hacerlo suavemente, para luego, repentinamente, darle pequeños mordiscos. Luego bajó las manos hasta encontrar su centro. Lo tocó con tanta suavidad, que era imposible lastimarla… Pero tampoco llegó a hacer ningún ademán para tomarla.
Era una tortura. Kelly agarró la cabeza de él, suplicando, con los ojos cerrados, un beso. El fuego en su vientre era demasiado intenso para soportar un minuto más. Pasó una pierna alrededor del cuerpo de él y notó el peso y el calor de su sexo excitado. Pero él siguió besándola, acariciándola. Pero para Kelly las caricias no eran suficientes, tampoco era suficiente frotarse contra él.
– Mac…
Entonces él extendió la mano sin mirar y estuvo a punto de tirar la lámpara. Abrió el cajón de la mesilla y murmuró algo entre dientes hasta localizar un preservativo.
– No me va a gustar utilizarlo, y me imagino que a ti tampoco. Pero acabas de tener un hijo y no quiero ponerte en peligro.
– Ni siquiera pensaba en…
– No quiero que pienses que tengo preservativos porque había planeado esto. No había nada organizado. Simplemente te deseaba mucho y tenía miedo de…
Ella lo besó, para borrar los miedos de él, y para olvidarse de los suyos. Ella sabía que hacer el amor no era lo más importante para un matrimonio. Conocía el sentido del honor de Mac, pero no sus sentimientos. Aunque esa noche estaba siendo tan maravillosa que no importaba nada más. Deseaba que Mac se sintiera amado y dejó a un lado todo lo demás. Quizá al principio había temido parecer una seductora torpe, pero Mac se había convertido en un amante exigente.
Todo lo demás era humo, aquello era fuego. Cuando la puso debajo de él, ella lo agarraba a su vez, impaciente por sentirlo dentro. Probó despacio, para ver si ella estaba preparada. El deseo, lascivo y húmedo, estalló en las venas de Kelly en esos primeros momentos de posesión. Un placer salvaje y firme invadió su corazón en una carrera hacia el éxtasis total. Era perfecto. Nada en su vida había sido tan perfecto. Pertenecía a Mac.
El la penetró una y otra vez, cada vez un poco más deprisa, cada vez acercándose más a la cúspide de la plenitud. Hasta que ella no pudo más. Se agarró a su cuello y su respiración se hizo tan entrecortada como la de él. Sus corazones palpitaban a la vez.
– Te amo, Kelly. Te amo…
Ella sintió ese amor más allá de las palabras y se sintió al límite. Gritó su nombre, mientras el placer estallaba dentro de ella en diferentes oleadas. Cuando todo acabó, Mac se tumbó a su lado y le dio un beso en la sien. Fue el último recuerdo de Kelly antes de quedarse dormida.
A las tres en punto, Kelly escuchó el llanto de su hija. Con los ojos cerrados todavía trató de incorporarse.
– No te levantes. Iré yo -susurró él.
Sus cuerpos estaban entrelazados y Mac tardó unos segundos en separarse. Luego se levantó y Kelly se volvió a quedar dormida.
Mac llegó al dormitorio de Annie. Una pequeña luz iluminaba la carita de la niña, que tenía la boca abierta dispuesta a dar otro grito. Se imaginó que tendría hambre. Hacía una semana que la niña sólo estaba tomando la mitad de su biberón nocturno. Aunque no era eso. El problema era que se había puesto de espaldas, era su último movimiento aprendido, y estaba enfadada porque no podía volverse a dar la vuelta. El la puso boca abajo y después de dos palmaditas en la espalda, volvió a dormirse.
Parecía que aquella noche todo el mundo dormía estupendamente menos él. Tratando de no hacer ruido, volvió al dormitorio. La luz de la luna entraba por la ventana y se posaba en la mejilla de Kelly, en su pelo rubio. La mujer se había dado la vuelta y había robado toda la sábana y la colcha. Mac esbozó una sonrisa y al recordar todo, volvió a excitarse.
Todavía desnudo, abrió la ventana que daba al balcón y salió. El bosque estaba en silencio. El aire olía ya a primavera, pero seguía siendo frío y el suelo estaba gélido bajo sus pies. El cambio de temperatura le sentó bien. Desde las sombras oyó el grito de una lechuza. Pero nadie respondió y Mac no entendía por qué aquella maldita lechuza no aceptaba su soledad.
Aunque después de aquella noche, Mac no podía hablar de soledad. Porque estar solo no era lo mismo que sentir soledad. Cuando alguien descubría lo que significaba tener pareja, ya nada era igual.
– ¿Mac? ¿Pasa algo?
Al escuchar la voz adormilada de Kelly, inmediatamente retrocedió y cerró la puerta.
– Nada. Todo está bien. No quería despertarte…
– No has sido tú. Ya me había despertado la niña. ¿Estaba bien?
– Sí. Estaba practicando movimientos nuevos, darse la vuelta y cosas así…
Mac se metió en la cama y se abrazó a ella.
– ¡Estás helado! ¡Y tus manos parecen trozos de hielo! -exclamó, agarrándole las manos para calentárselas con las suyas. A continuación, se apretó toda entera a él, para darle calor a todo el cuerpo-. ¿No podías dormir?
– Nunca he dormido demasiado profundamente.
– Como tu hija -replicó, apoyando la cabeza sobre el hombro de él-. Por si no te lo había dicho nunca… te diré que eres un padre maravilloso, Mac.
Mac se sintió orgulloso y se emocionó al oír a Kel nombrar a Annie como la hija de ambos. Pero cuando ella introdujo una pierna entre las suyas, todo pensamiento paternal se borró de su cabeza.
– Eres una mujer muy maternal.
– Siempre me encantaron los niños. ¿Me vas a decir qué te preocupa?
– Nada. De verdad.
– No me lo creo. Si eres capaz de estar a las tres de la mañana en el balcón, es porque algo no te deja descansar. ¿Te arrepientes de lo que hemos hecho?
– No -dijo, presionando la boca contra la sien de la mujer. Nunca podré lamentar hacer el amor contigo.
Los ojos de Kelly brillaron un instante, como si necesitara oírle decir aquello. Pero no había terminado.
– Entonces es otra cosa la que te molesta. Mac… ¿Sigues pensando que amo a tu hermano?
– No -dijo despacio, con decisión.
– Hay sólo una cosa más que querría hablar sobre Chad. Esta noche pensé que quizá me habrías creído antes si yo hubiera sido más clara, más sincera. Pero es difícil ser sincero cuando no… no quiero… hablar mal de él contigo. Puede que no estéis muy unidos, pero sois hermanos. No quiero que tú rompas tu relación con él por mí.
– Te hizo daño -replicó él, acariciando su cabello.
– Puede que sí, pero es algo pasado. No siento ahora dolor. Siento cierta tristeza por haber sido tan ingenua, tan estúpida… pero es culpa mía, no de tu hermano. Pero lo que no soportaría es que discutierais por mi causa. Sé que no te gusta su modo de vida. Pero si alguna vez cambia y quiere hacer algo importante en la vida, tú serás el único al que escuchará.
– ¿Nunca te he dicho que eres maravillosa?
– ¿Qué?
– No voy a matarlo, te lo prometo. Y tampoco voy a olvidar que es mi hermano. Y ahora, vamos a olvidarnos de él, ¿de acuerdo?
– Es tarde ya. No sé por qué empezaste esta ridícula discusión. Sabes que mañana tienes mucho trabajo y necesitas descansar, así que cierra los ojos y duerme.
Mac no pudo evitar una sonrisa. Recordó que había sido ella la que había empezado. Además, ella era la que tenía que estar todo el día con la niña y, por tanto, la que necesitaba descansar. Algunas veces, mejor dicho, a menudo, la cabeza de ella funcionaba de una manera muy original.
Читать дальше