Jacquie D’Alessandro - Sólo Tú
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En este asombroso relato, nuestra heroína se enfrentará con el hombre del que huye… y descubre que, en lugar de ira, continúa habiendo una apasionada conexión que no puede negar. Y realizará un descubrimiento: que una noche puede cambiarlo todo… para siempre.
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– ¿Son del fuego? -preguntó con suavidad, delineando con los dedos las pálidas marcas fruncidas.
– Sí.
Le rodeó la cintura con los brazos y apoyó la mejilla sobre las antiguas heridas, luego depositó suaves besos sobre cada centímetro.
– Debió de dolerte muchísimo -susurró entre besos, con el corazón atormentado por lo que había sufrido-. Lo siento tanto.
– Ya no me duele.
Después de darle un último beso en la espalda, se puso de nuevo delante de él. Extendiendo la mano, acarició la punta de la erección con los dedos y él inspiró con fuerza.
– Estás tan bien hecho, Ethan. Eres tan pero tan fuerte.
Él tragó con fuerza y ella se deleitó al ver que el hambre le oscurecía los ojos y que la piel se le ruborizaba.
– No es que me sienta muy fuerte ahora mismo -dijo él con una voz que parecía más un gruñido ronco.
– Oh, ¿cómo te sientes?
– Conquistado.
Envolvió los dedos alrededor de su excitación y apretó con suavidad. Los ojos de Ethan se cerraron de golpe.
– Vencido -susurró.
– ¿Quieres que pare? -preguntó ella, repitiendo su pregunta de antes.
– ¡No! Dios, no. No pares.
Cassandra no pudo contener la sonrisa de pura satisfacción femenina que apareció en sus labios al oír su áspero tono.
– Si insistes -murmuró, y con los dedos recorrió su longitud, explorando cada centímetro de carne tensa, primero con una mano, luego con las dos, aprendiendo la forma, acariciando, volviéndose más atrevida y confiada con cada respiración de él que iba volviéndose más y más desigual.
Ethan soltó un largo gemido, echó la cabeza hacia atrás y apretó con más fuerza los ojos cerrados.
– Seguro que ni te imaginas lo increíbles que son estas sensaciones.
Cuando ella deslizó un dedo por la gota nacarada que relucía en la punta de su erección, extendiendo la cálida humedad por la henchida cabeza, él hizo un sonido estrangulado y la cogió en brazos.
– Ya no puedo soportarlo más -masculló con los ojos casi echando fuego. La puso sobre la colcha y se echó en la cama. Le separó las rodillas y se arrodilló entre los muslos abiertos. Respirando con fuerza, alargó la mano y le acarició los henchidos pliegues, que estaban húmedos, tensos y doloridos por la necesidad. La recorrió con la mirada hasta que sus ojos se encontraron, luego bajó el cuerpo hasta ponerse encima de ella.
El primer empuje fue largo, delicioso y tuvo como respuesta un jadeo de asombro, tanto por la gloriosa fricción como por la profunda intimidad de su cuerpo deslizándose en el de ella. Cuando estuvo sepultado hasta el fondo, se quedó quieto varios segundos, y Cassandra absorbió la indescriptible sensación de él llenándola, estirándola. Rodeándole la cintura con las piernas y los hombros con los brazos, le acercó a ella aún más.
– Entonces así es la pasión -susurró ella.
– Sí -Ethan salió casi del todo, luego despacio, se hundió profundamente otra vez, una caricia de seda que encendió dentro de ella el mismo fuego que antes le había consumido a él-. Y así… -Otro empuje largo, lento, otra gota nacarada mientras la penetraba. Los lentos empujes fueron acelerándose, profundizando, provocando espasmos, cada uno acercándola cada vez más a la liberación. Cassandra le clavó los dedos en los hombros, luego con un grito de sorpresa, se arqueó bajo él cuando las dulces y cálidas contracciones de placer la recorrieron de arriba a abajo. Sintió como el cuerpo de Ethan se tensaba, luego apretándose contra ella, él sepultó la cara en la curva que formaba la unión del cuello y los hombros y se derramó en su interior.
Cuando los estremecimientos disminuyeron, él respiró varias veces tembloroso y levantó la cabeza. Los ojos de Cassandra se abrieron, trémulos. Se le veía tan deslumbrado y saciado como se sentía ella, y una dolorosa ternura se extendió por su organismo.
– Entonces así es hacer el amor -murmuró apoyándole una mano en la mejilla.
Él giró la cabeza para besarle la palma.
– Tendría que decir que sí, pero la verdad es que no sabía que fuera así.
– ¿Así cómo?
– Exquisito.
Ethan se movió como si quisiera apartarse, y ella, con los brazos y las piernas, le rodeó aún más fuerte.
– No te vayas. La sensación de sentirte, de tenerte dentro, es, usando tus propias palabras, exquisita -Le miró a los ojos y dijo con suavidad-: Mis… relaciones con Westmore fueron muy… impersonales. Él nunca me hizo el amor como lo has hecho tú. Mi marido consideraba que venir a mi cama era un trabajo y derramaba su semilla dentro de mí tan rápido como podía con el único propósito de procrear un heredero.
Una rabia inconfundible llameó en los ojos Ethan.
– Cualquier hombre lo bastante afortunado como para tenerte que no adore la tierra que pisas es un asno -declaró él rotundo.
Su carnoso labio inferior tembló, y él bajó la cabeza para recorrérselo con la lengua. Cassandra jadeó y le atrajo para besarle lenta y profundamente. Cuando rompieron el beso, ella dijo indecisa:
– La habilidad con la que me has tocado… es obvio que has tenido… mucha experiencia.
Durante varios latidos de corazón, él la miró con ojos serios.
– Nadie, nunca, me ha tocado el corazón como lo has hecho tú Cassie -murmuró quedo.
Con los dedos le recorrió suavemente la cicatriz.
– Hace muchísimo tiempo que no he sentido la emoción de los celos, pero ahora descubro que tengo celos de todas las mujeres que te han tocado alguna vez. De todas las mujeres que te tocarán en el futuro -En efecto, el pensar en él con otra mujer, sepultado dentro de ella, compartiendo confidencias, le hizo un nudo en las entrañas y se le nubló la vista con una neblina roja.
– Cassie… no desperdiciemos el poco tiempo que tenemos pensando en un futuro más allá de las pocas horas que nos quedan.
Él tenía razón, por supuesto.
– Muy bien -Se estiró sinuosamente bajo él, sonrió cuando sintió su mano acariciándole el pecho-. Encuentro muy agradable tu inagotable interés por mi cuerpo -añadió.
– Estupendo, porque mi interés está muy lejos de saciarse.
– Estaba pensando algo parecido referente a ti.
La besó con suavidad en la comisura de los labios.
– No sé si alguna vez he oído una noticia mejor.
Ella respiró hondo, satisfecha, y percibió un tenue olor a rosas, lo que le indujo a preguntar:
– ¿Qué más tienes en esa bolsa?
– Una manta, una botella de vino y unas cuantas fresas para añadir a la bandeja de comida y hacer un picnic.
Se le humedecieron los ojos ante su consideración.
– Los picnics que solíamos compartir fueron algunos de los momentos más felices de mi vida.
– De la mía también. Luego, después de alimentarte, voy a hacerte el amor, esta vez de verdad ahora que no estamos tan ansiosos -Le acarició con la nariz la sensible piel de detrás de la oreja-. La próxima vez será incluso mejor. Menos precipitada. Y la tercera vez aún mejor.
– Enséñame -dijo ella, buscando sus labios para otro beso abrasador-. Enséñame todo.
Y él lo hizo. Hasta que finalmente Cassandra se quedó dormida entre sus brazos cuando el color malva del amanecer se abrió camino a través de la ventana. Y cuando despertó, él se había ido. Una hojita de papel descansaba sobre la almohada que todavía conservaba la huella en donde él había estado. Con dedos temblorosos, cogió la misiva y leyó el breve mensaje.
Nunca olvidaré esta noche. Perdóname por irme así, pero no puedo soportar decirte adiós .
Capítulo 7
Ethan tiró de las riendas de Rose , y después de dar a su jadeante y sudorosa yegua una cariñosa palmada en el cuello se quedó mirando, más allá de la playa, la luminosa extensión azul de St Ives Bay. Había estado montando a caballo desde que la tenue penumbra del amanecer se había impuesto a la oscuridad del cielo, intentando en vano exorcizar los recuerdos de la noche que le inundaban la mente. Ahora, varias horas más tarde, la luz del sol resplandecía, sin una nube a la vista para romper el interminable azul. ¿Cómo era posible que brillara el sol? Cassie se había ido. El tiempo debería haber sido gris y sombrío, dando paso a una fría llovizna, para ir en consonancia con su humor.
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