Jilly se quedó helada al oír el nombre.
– ¿Carol Weber? ¿La conoces?
– Sí, la he conocido esta misma mañana. Me la han presentado.
– ¿Es una rubia alta y atractiva con una marca sobre un labio?
– En efecto. ¿Tú también la conoces?
– Por desgracia, sí. Obviamente sabía que Jack iba a estar allí y fue a intentar seducirlo.
– Cosa que hizo, supongo.
– Exactamente.
– Bueno, eso ya es agua pasada. Ahora hay otra cosa más importante: Millenium Airlines quiere cerrar un trato con nosotros y estoy buscando a alguien que se encargue de la campaña. El trabajo incluye una bonificación importante, por no hablar de los vuelos gratis. ¿Te interesa?
– Sí, por supuesto, pero creo sinceramente que le deberías dar esa cuenta a Matt.
– ¿A Matt? ¿Por qué lo dices? -preguntó sorprendido.
– Porque hará un gran trabajo. Es un magnífico profesional y ya tiene experiencia con líneas aéreas porque el año pasado trabajó con Global Airways. Además, me consta que sus ideas para ARC eran brillantes. Jack ha cometido un tremendo error.
– ¿Me estás diciendo que sus ideas eran mejores que las tuyas?
– Creo que tanto las suyas como las mías eran buenas, pero francamente las suyas me gustaban más. Tiene mucho talento. Y yo también, claro… Sin embargo, estoy segura de que él es más apropiado para esa campaña.
Adam entrecerró los ojos.
– ¿Ha pasado algo durante el fin de semana, Jilly?
– No, en absoluto. Sencillamente creo que es la persona adecuada, nada más. El noventa y nueve por ciento de las veces creo que yo soy la persona más adecuada. Pero en este caso, creo que deberías dárselo a él.
– Bueno, tomaré en consideración tu consejo.
Adam se levantó, en inequívoco gesto de que la reunión había terminado, y Jillian salió del despacho y se dirigió rápidamente a los ascensores. Tenía una reunión con un cliente en media hora, pero sus pensamientos estaban muy lejos de la campaña que debía presentar.
Sólo podía pensar en Matt. Y estaba segura de que haría un gran trabajo con Millenium Airways.
Cuando Jilly dejó a su cliente, eran las seis en punto. Sólo estaba a tres manzanas de la estación Penn y decidió volver directamente a casa en lugar de regresar al trabajo. Estaba cansada y había cancelado su cena con Kate.
Durante el trayecto en tren, no dejó de pensar en su amante. Todavía no podía creer que hubiera renunciado a la oferta de Adam para dársela a Matt, pero había sido sincera al decir que era más apropiado para aquella campaña.
Unos minutos después, ya había descendido del tren y caminaba lentamente hacia su pequeña casa de Cape Code. Nevaba suavemente, lo que le recordó de inmediato la batalla de nieve con Matt. Y justo entonces, poco antes de llegar, divisó a lo lejos la inconfundible silueta de su deportivo negro.
En cuanto llegó a su altura, una de las portezuelas se abrió y Matt se plantó ante ella. Llevaba un abrigo negro, un pañuelo y una bolsa marrón. Y estaba tan atractivo, que lo habría devorado a besos allí mismo.
– Vaya sorpresa -dijo ella.
– Espero que no sea desagradable.
Jilly arqueó una ceja.
– Eso depende de lo que hayas venido a hacer.
– Te lo diré si me invitas a entrar. Hace frío y he venido sin guantes.
– ¿Cómo has sabido dónde vivía?
– Bueno, me gustaría poder decir que he hecho un arduo trabajo de investigación detectivesca, pero lo cierto es que encontré tu dirección en la guía telefónica.
– Ah, comprendo. ¿Y cuánto tiempo llevas esperando?
– Alrededor de una hora.
– ¿Y cómo sabías que vendría esta noche?
– No lo sabía, pero esperaba que lo hicieras.
Jilly le hizo un gesto para que la siguiera a la casa y él lo hizo.
– Está bien, no quiero ser responsable de que te congeles. De modo que entra un rato.
– Gracias -dijo él con una sonrisa.
Segundos más tarde, se encontraron en el interior de la pequeña casa. Jilly encendió las luces y él aprovechó la ocasión para echar un vistazo a su alrededor. El lugar estaba decorado con elegancia y había muchas fotografías por todas partes. En algunas se veía a la que debía de ser su madre. Y en otras, aparecía su difunto padre.
– Es un sitio muy bonito…
– Sí. El vecindario está muy bien. Tuve suerte de encontrarla antes de que los precios se pusieran por las nubes. El piso superior lo tengo alquilado y con eso gano lo suficiente para pagar la hipoteca. Mi alquilada, la señora Peterson, es un encanto. Es viuda y se podría decir que la heredé cuando compré la casa.
– No habré aparcado en su sitio, ¿verdad?
– No, ahora está en Florida, visitando a su hijo. En realidad la echo de menos porque aquí me siento sola…
– Sí, la soledad es algo terrible.
– Por cierto, ¿qué llevas en esa bolsa?
– Ahora te lo enseño…
– Está bien. ¿Quieres que te traiga algo de beber?
– No, gracias -respondió.
Ella se sentó en el sofá y Matt aceptó la invitación, aunque se acomodó a cierta distancia. -Espero no ser una molestia… ¿Esperabas a alguien?
– No, no tenía nada que hacer. Pero siento curiosidad por tu presencia aquí. ¿No es un poco pronto?
– Sí, pero me marché de la oficina después de hablar con Adam.
– Ah. Entonces, imagino que ya te habrás enterado de lo de Carol Weber.
– Desde luego. Pero ya estoy acostumbrado. No es la primera vez que me sucede. De hecho, quiero confesarte una cosa… Al principio, pensé que tú también eras de ese tipo de personas.
Ella arqueó una ceja.
– Yo pensé algo parecido de ti. Te creía capaz de cualquier cosa con tal de conseguir un cliente.
– Bueno, debo admitir que a veces no me he portado muy bien. Pero este fin de semana he aprendido muchas cosas. Cuando empecé a trabajar en Maxximum, me di cuenta de que tú serías mi competidora y supongo que fui especialmente agresivo contigo porque me recordabas a Tricia -le confesó-. Sin embargo, me equivoqué. Y de paso también he aprendido que tienes la sonrisa más maravillosa del mundo, que eres toda inteligencia y belleza, que adoro tu sentido del humor, que tu piel es increíblemente suave…
– ¿Le dices eso a todas las mujeres?
– No. Sólo te lo digo a ti, aquí y ahora – respondió, muy serio-. Pero he aprendido algo más: que pasar un solo minuto más sin ti sería una verdadera tortura.
Jillian contuvo la respiración e intentó encontrar las palabras para confesarle, a su vez, lo que sentía. Le costó un poco, pero al final lo consiguió.
– Yo también quiero confesarte algo. He admirado tu profesionalidad desde el principio, pero pensaba que eras muy controlador. Este fin de semana he aprendido que hay una gran diferencia entre ser controlador y simplemente considerado.
– Al parecer, ambos hemos aprendido cosas importantes… Pero dime una cosa, ¿por qué me has recomendado para la campaña de Airways?
Ella carraspeó.
– Veo que Adam es incapaz de mantener un secreto…
– No creas. No me lo dijo hasta que me lo propuso y lo rechacé. Le he dicho que tú eras más adecuada para ese puesto.
– ¿Le has dicho eso? ¿Es que te has vuelto loco?
– Yo diría que tú has hecho exactamente lo mismo…
– Sí, bueno, tenía mis razones.
– Pues cuéntamelas, si no te importa.
– Tú ya has trabajado con líneas aéreas y creo que lo harás mejor, eso es todo.
– ¿Esa es la única razón, Jilly? -preguntó con desconfianza.
– Sí -mintió-. ¿Y tú? ¿Por qué razón me has recomendado?
– Porque eres brillante, creativa y una verdadera profesional. Además, llevas más tiempo que yo en Maxximum y mereces una oportunidad. -Vas a conseguir que me ruborice.
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