– No, eso no me interesa.
Willow agarró con fuerza la taza de café.
– Estarás solo -dijo ella.
– Exacto.
– Eso no es bueno.
Kane la miró fijamente.
– Willow, ya te lo he dicho, no quiero ataduras emocionales. Nunca.
– No lo comprendo. Para mí, la familia lo es todo -le dijo ella, como si Kane le estuviera hablando en chino-. Yo me sentiría perdida sin mi familia. Todo el mundo necesita a alguien, incluso tú.
– Te equivocas.
Willow no lograba entender que Kane estuviera dispuesto a pasarse el resto de la vida solo.
– Anoche… fue tan íntimo -murmuró ella.
– Fue sexo.
– ¿Es ésa la única forma que tienes de conectar con otra persona, a través del sexo?
– No intentes analizarme, Willow -dijo Kane sin enfadarse-. No soy un hombre destrozado, no necesito ayuda.
– Pero necesitas a alguien además de a ti mismo, Kane -no obstante, Willow sabía que él no iba a creerla. Entonces, miró en dirección a los gatos-. ¿Quieres que les busque algún sitio?
– Pueden quedarse durante un par de semanas. Luego, yo mismo los llevaré a algún refugio para animales.
– ¿Necesitas que… que venga a ayudarte con los gatos? -le preguntó ella.
– No, sé valérmelas yo solo.
Por el tono de voz de Kane, Willow se dio cuenta de que se estaba alejando de ella. Era como si la unión que había existido entre ambos el día anterior se estuviera desvaneciendo.
– ¿Te molestaría que viniera a hacerles alguna visita antes de que los dejes en algún sitio?
– No, puedes hacerlo.
– Gracias. En fin, será mejor que me vaya ya.
– He traído tu coche hasta aquí -dijo Kane volviendo su atención al ordenador-. Está delante de la puerta.
– Gracias.
Willow llevó la taza de café a la cocina y la enjuagó. Después de agarrar su bolso, se dirigió a la puerta de la casa.
– Bueno, supongo que nos veremos.
– Adiós, Willow.
– Adiós -después de abrir la puerta, Willow lo miró-. ¿Quieres mi número de teléfono?
Kane también la miró. Ella buscó en los ojos de Kane un rastro de la pasión que viera en ellos el día anterior, pero no vio nada, absolutamente nada.
– No, ya veo que no -susurró Willow, y se marchó.
Kane terminó la presentación respecto a la seguridad de la última adquisición de la empresa. Todd y Ryan se miraron.
– Recuérdanos no volvernos a meter en un asunto como éste -dijo Ryan-. Es un auténtico dolor de cabeza.
Kane pensó en un trabajo parecido que realizó en Afganistán. Comparado con ese trabajo, éste podía hacerlo con los ojos cerrados.
– No es tan difícil, yo me encargaré de ello. Siempre y cuando todo el mundo siga las directrices marcadas, estaremos protegidos.
– ¿Y si no lo hacen? -preguntó Todd con una sonrisa traviesa.
– En ese caso, se las tendrán que ver conmigo -contestó Kane.
Todd miró a Ryan.
– Eso es lo que me gusta de él -luego, se volvió de nuevo hacia Kane-. Me he enterado de que ayer hubo un problema en casa. ¿Cómo es posible que, para un día que me voy, se arme un alboroto?
– Fue Willow -dijo Ryan antes de que Kane pudiera contestar-. Me lo contó Julie ayer por la tarde. Al parecer, Willow sigue enfadada contigo por interponerte entre Julie y yo.
Todd hizo una mueca.
– Yo no me interpuse entre vosotros, sólo intenté velar por lo intereses de un amigo. Eres feliz, ¿no? Bueno, pues no se hable más -de nuevo, volvió su atención a Kane.
– ¿Es peligrosa?
Kane sonrió.
– No tienes por qué preocuparte.
– ¿Está loca?
– No. Sólo quería insultarte por haberte metido en la vida de su hermana.
– Se trata del dinero -farfulló Todd-. Si la tía Ruth no hubiera ofrecido a sus nietas un millón de dólares si alguna se casaba conmigo, nada de esto habría ocurrido.
Kane arqueó las cejas.
– No sabía que estuvieras buscando esposa.
– No estoy buscando esposa -Todd suspiró-. La tía Ruth es la segunda esposa de nuestro difunto tío, es sólo tía política. Ruth tenía una hija que se escapó de casa a los diecisiete años y se casó. Ruth y nuestro tío rompieron relaciones con ella y no volvieron a saber de ella hasta hace unos meses. Nuestro tío murió. Ruth echaba de menos a su hija, se puso en contacto con ella y descubrió que tenía tres nietas a las que no conocía. No sé por qué, a Ruth se le metió en la cabeza que la vida sería perfecta si una de sus nietas se casara conmigo. Les ha ofrecido un millón a cada una si alguna logra llevarme al altar.
Todd miró a Ryan.
– ¿Os dais cuenta de lo ofensivo que es que Ruth piense que, para lograr que me case, tiene que pagar a alguien?
Ryan sonrió maliciosamente.
– La verdad es que a mí me parece gracioso -Ryan se volvió hacia Kane-. Fui a verlas con la intención de aclarar las cosas para que no intentaran nada respecto a Todd. Conocí a Julie y, después de algunas complicaciones, nos hicimos novios.
Kane también sabía que Julie estaba embarazada, pero no hizo comentario alguno. Ser el encargado de seguridad significaba guardar secretos, y eso se le daba bien.
– Por lo que el asunto está zanjado -dijo Todd-. Willow debería olvidarse de ello.
– No creo que vuelva -le dijo Kane-. Aunque admito que ocurrieron cosas interesantes.
Kane les contó que Willow salió corriendo y se hizo un esguince en el tobillo, pero no les comentó nada sobre los gatos ni sobre el sexo.
Sus dos jefes se quedaron mirándolo.
– No la dejaste ahí tirada, ¿verdad? -preguntó Todd.
– No. La llevé a mi casa y le puse hielo en el tobillo.
– ¿A tu casa? -Ryan quería confirmación del herbó.
– Sí.
– No sueles invitar a gente a tu casa -dijo Todd.
– Yo no invité a Willow. Ocurrió, simplemente -lo que era verdad. Aunque no tenía excusa para lo que ocurrió después.
– Ten cuidado -le advirtió Ryan con una sonrisa traviesa-. Las mujeres de esa familia son complicadas. Justo cuando menos lo esperas, se apoderan de tu mundo y lo cambian todo.
– A mí eso no me preocupa -declaró Todd con absoluta confianza en sí mismo-, yo no me voy a casar con ninguna de ellas. Tendrán que buscarse el millón de dólares en otra parte.
– Estaba pensando más en Kane -dijo Ryan-. Willow es muy bonita.
Todd miró a Kane.
– ¿Es verdad eso?
– No te preocupes por mí, no estoy interesado en las relaciones.
Willow se había ido y no volvería a verla, justo lo que quería. Pero en el transcurso del día fue recordando su sonrisa, su risa y sus caricias. Era como cuando se le metía en la cabeza una canción y no podía dejar de tararearla.
Willow apareció el sábado por la mañana sin previo aviso ya que no tenía el número de teléfono de Kane. Lo había buscado en la guía, pero Kane no aparecía. Incluso había mirado en Internet, pero nada. Era como si Kane no existiese.
Pero sí existía, ella lo sabía muy bien. Kane era un hombre que poseía una interesante mezcla de contrastes: era un hombre duro que sabía ser tierno, era un hombre rico que vivía con sencillez.
Se había dicho a sí misma que debía olvidarlo, pero no lo conseguía. Cada vez que cerraba los ojos casi podía sentirlo tocándola otra vez. La noche anterior había soñado con él.
Por lo tanto, preparada para la posibilidad de que Kane le pidiera que se diera media vuelta y volviera a su casa, agarró una bolsa que había dejado en el asiento posterior del coche y salió del vehículo. Le faltaban unos metros para llegar a la puerta cuando ésta se abrió.
Kane llevaba vaqueros y una camisa de manga larga; estaba para comérselo.
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