– Cuenta con ello. Como he dicho, me impresiona favorablemente lo que quieres hacer. Pero con tanta controversia, puede ser una dura batalla.
– Ya lo sé -Mari torció la boca-. Estoy pensando en traer un arma pesada. Una amiga mía de Nueva York, experta en relaciones públicas y captación de fondos.
– Te sugiero que le pidas que se una al proyecto. Alguien de fuera puede ofrecer una perspectiva refrescante. Además, tendrá otros contactos para las subvenciones; cuanto más dinero mejor, ¿no?
– Sí. Es buena idea -Mari sonrió y se relajó un poco-. Llamaré a Lilith esta tarde y le preguntaré si está disponible. Llevo años amenazándola con traerla aquí, por fin tengo una razón para hacerlo.
Comentaron las reuniones que iban a celebrarse y cómo podía colaborar Eric. Cuarenta y cinco minutos después, Mari se levantó para marcharse.
– Me siento mejor -dijo-. Gracias.
– Ha sido un placer.
– No tenías por qué hacerlo y aprecio tu apoyo. Si puedo devolverte el favor, házmelo saber.
– Lo haré -replicó él, acompañándola a la puerta.
Más tarde, Jeanne lo llamó por intercomunicador para decirle que una tal Lisa Paulson quería hablar con él.
– ¿Sí? -dijo Eric al auricular.
– Hola, Eric. Llamo de una empresa de reclutamiento de ejecutivos de Dallas. Empresas Bingham nos ha contratado para que busquemos alguien apropiado para un cargo de vicepresidente júnior. Tu nombre aparece en una lista de posibles candidatos. Me preguntaba si tendrías tiempo para hablar del tema conmigo.
Alas dos de la tarde, después de un corte de pelo y una manicura, Hannah regresó a casa. Aún se sentía flotando en otro mundo, tras su noche con Eric. Si pudiera embotellar la sensación, podría usarla para curar el cuarenta por ciento de los males mundiales.
Habían pasado muchas cosas en poco tiempo: ver la ecografía del bebé, descubrir que Eric la deseaba pero temía hacerle el amor y pasar la noche en sus brazos.
La noche y la mañana habían sido increíbles. No sólo por el extraordinario placer físico, también por todo lo demás. Habían hablado de muchas cosas, se sentía segura a su lado y había escuchado su respiración mientras soñaba con pasar el resto de sus días con él.
Aparcó el coche y salió. Dio una vuelta alrededor de la casa se sentó al sol en la hierba del jardín trasero. A lo lejos, veía las colinas y la parte superior de los árboles que rodeaban el lago.
Se preguntó si se estaba enamorando de Eric de verdad. Pensó en su relación con Matt. Se había sentido atraída por él, pero mientras estuvieron juntos Matt fue el seductor, tanto emocional como físicamente. Todo fue tan rápido que no tuvo la oportunidad de detenerse a pensar sobre lo que estaba ocurriendo. No quería cometer el mismo error con Eric.
Pero sin duda, eran dos hombres muy distintos. Entendía lo que era importante para Eric, que valoraba la verdad y el honor. Sonrió. Era un hombre bueno. Un hombre que se preocupaba por su bebé, a pesar de no ser el padre.
Se tumbó boca arriba y miró al cielo. Al principio la había preocupado que regresar a casa fuera una huida, pero por fin comprendía que en vez de escapar del pasado había avanzado hacia el futuro. Una buena decisión.
A las seis, Hannah dio los últimos toques a la cena romántica que había preparado. Puso un mantel rosa, un jarrón de flores frescas y su mejor vajilla en la mesa de la cocina.
Cenarían ensalada y estofado de buey. El espeso y fragante guiso burbujeaba lentamente en el fuego; lo serviría en cuanto llegase Eric.
– Es una provocación -murmuró, mirándose al espejo. Se había puesto un vestido sin mangas que se abotonaba por delante-. ¿La aceptará? -la imagen de Eric desabrochándole el vestido le provocó un escalofrío. Oyó un coche y se le aceleró el corazón. Corrió hacia la puerta y abrió justo cuando Eric subía los peldaños.
Estaba muy guapo con traje. Sus ojos oscuros destellaron una bienvenida y su sonrisa casi hizo que flotara en el aire de alegría. Parecía tan feliz como se sentía ella. Deseaba hacerle muchas preguntas: si el día se le había hecho eterno, si había contado los minutos, si quería quedarse a dormir con ella y si no le parecía que aún faltaba mucho para el fin de semana…
– Hola -lo saludó cuando entró en casa.
– Hola a ti también -él se quitó la chaqueta y la dejó en un banco que había junto a la entrada-. ¿Adivinas lo que ha ocurrido hoy?
« Te has dado cuenta de que estás enamorado de mí », pensó ella. La idea la asombró y dio gracias al cielo por no haberlo dicho en voz alta. Pero quería su amor.
– Te han subido el sueldo -dijo, porque era más seguro y no sabía cómo habría reaccionado él a su idea.
– Mejor aún -replicó él. Cerró la puerta y la llevó de la mano al salón-. Una empresa de Dallas me llamó para un puesto de vicepresidente. ¿No es fantástico? -se sentó a su lado en el sofá, sin percatarse de que ella se había dejado caer, en vez de sentarse con delicadeza.
– No entiendo -murmuró ella con sorpresa-. Pensé que te gustaba tu trabajo.
– Me gusta. Estoy aprendiendo mucho y contribuyendo con la organización. Pero el camino más rápido para ascender es una empresa de cazatalentos. Lisa, la encargada de la selección, dijo que le habían hablado de mí un par de personas -hizo una pausa y arrugó la frente-. El director de finanzas se marchó el año pasado. Trabajé bastante con él; quizá le diera mi nombre -hizo un gesto de indiferencia-. Da igual dónde lo consiguió, está impresionada y quiere que nos reunamos. Tengo que mandarle un curriculum. Tendré que actualizar el que tengo en el ordenador.
– ¿Vas a reunirte con ella? -preguntó Hannah, sintiendo que el mundo se hundía bajo sus pies.
– Claro. Es el primer paso. Después, si ella y el departamento de Recursos Humanos me aceptan, me reuniré con los directivos de la empresa -miró a la distancia-. Siempre pensé que tendría que irme para conseguir un puesto de vicepresidente, pero el puesto lo ofrece Empresas Bingham. No tendría que trasladarme.
– Eso es maravilloso -dijo ella con voz débil. No podía estar ocurriéndole eso después de la noche que habían pasado juntos. Ahora que se había dado cuenta de que estaba enamorada de él.
Él siguió explicando lo que Lisa le había comunicado sobre el proceso y sobre lo que se esperaba de él.
– Al menos no tendré que viajar para hacer las entrevistas -dijo-. Eso lo facilitará todo. Pero tengo mucho que hacer: investigar la empresa y el mercado, analizar la competencia y quizá preparar algunas ideas para incrementar la demanda.
Estaba allí, hablando, pero Hannah tuvo la sensación de que no estaba con ella. Se había retirado a su propio mundo. Un mundo del que ella no formaba parte. No sabía si sacudirlo para que recuperase el sentido o alzar las manos con gesto de derrota.
– Pareces muy emocionado -dijo, optando por un término medio.
– Es una oportunidad increíble.
– Claro que sí y tienes la inteligencia suficiente para aprovecharla. También la tienes para darte cuenta de que vas a cenar con una mujer guapa, que ha dedicado mucho tiempo a prepararse para estar contigo. Quizá quieras hacer algún comentario al respecto. ¡Ah! Y también mencionar que lo de anoche fue fantástico y no has podido dejar de pensar en ello, al menos hasta que llamó la seleccionadora.
– Perdona -Eric la miró unos segundos y sonrió avergonzado-. Creo que me he dejado llevar.
– Sólo un poco.
Se inclinó hacia ella y la atrajo. Ella se sintió mejor en cuanto la rodeó con sus brazos.
– ¿Mejor? -preguntó él.
– Va mejorando.
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