– Te quiere. No quería perderte ni a ti ni tu confianza, y yo tampoco. ¿Quieres saber cómo entró Michael en escena?
Al parecer, Madeline era lo bastante sensata como para no preguntar hasta qué punto habían perdido a Sloane ahora que sabía la verdad. Lo cual era positivo, porque Sloane no habría sabido qué responder.
– Cuéntame -respondió.
– Michael, tu padre, porque así es como se ve él, estaba enamorado de tu madre. Sus familias eran amigas, se conocían del círculo de la política. El padre de Michael y tu abuelo eran colegas. A los dos senadores no les supuso ningún sacrificio concertar el matrimonio de él con tu madre. Así tendrías un buen apellido y Michael tendría el apoyo influyente de tu abuelo durante los comienzos de su carrera.
– Un trato político -dijo Sloane contrariada.
– Pero a ti nunca te vieron de ese modo. Tu madre te quería y tu padre, Michael, os quería a las dos. Se habría casado con tu madre incluso sin eso. Fue idea de tu abuelo. -Madeline exhaló. -Sé que suena sórdido…
– Es que es sórdido. -Sloane dejó el vaso en la mesa y se levantó para recorrer la estancia. -No me lo puedo creer.
– Por eso nunca fuimos capaces de armarnos de valor para contártelo.
Sloane suspiró y luego se volvió hacia su madrastra, pero Madeline habló antes.
– ¿Qué más dijo Robert? -Su voz desprendía un atisbo de temor.
A Sloane le palpitaba la sien derecha. Se tomó un analgésico que llevaba en el bolso. Luego se frotó la frente y se centró en la conversación que había oído la noche anterior.
– Robert preguntó si Samson tenía pruebas y Frank dijo que no le hacían falta. Que Michael había confirmado su afirmación.
Madeline suspiró.
– ¿Qué más?
Sloane cerró los ojos e intentó recordar. Frank había dicho que Samson suponía una amenaza para la campaña de Michael, pero que su padre se negaba a actuar en beneficio propio y hacer algo con Samson. Y Frank no quería que Michael se enterara de lo que habían planeado.
Porque era obvio que pensaban eliminar la amenaza.
Sloane se incorporó en el asiento mientras el corazón le palpitaba con fuerza en el pecho. ¿Frank quería eliminar a Samson para evitar que hiciera pública su paternidad?, se preguntó Sloane. ¿Se refería Frank a eso al decir que Samson suponía una amenaza para la campaña? No quería que el público supiera que el senador Michael Carlisle había mentido a su hija durante casi treinta años, porque entonces pensarían que el senador era capaz de mentirles a ellos. Era la única explicación.
– ¿Qué pasa? -preguntó Madeline, que obviamente había advertido la desazón de Sloane.
– Nada. Es que… necesito un poco de tiempo para pensar. -Volvió a coger el vaso e intentó conservar la calma.
Frank había hablado de Samson como si planease hacer algo perjudicial al hombre que resultaba ser su padre biológico, lo cual representaba para ella un polvorín emocional y un peligro inminente. Y a Sloane no le cabía la menor duda de que Frank no amenazaba porque sí, sobre todo si el trabajo de su vida estaba en juego; y él consideraba que la apuesta de Michael Carlisle por la vicepresidencia y, en última instancia, la presidencia, era su misión.
También era la misión de la familia Carlisle. Todos ellos habían trabajado duro para que llegara ese momento. A pesar de la gran mentira que le había contado, Sloane no pensaba permitir que nada ni nadie impidiese a su padre hacer realidad sus sueños.
Pero por otro lado, alguien tenía que advertir a Samson de que corría peligro, y la única persona que podía hacerlo era Sloane. Hizo girar el vaso entre las manos mientras la fría condensación le humedecía la piel. No le quedaba más remedio que encontrar a su padre biológico. Reconocer su relación. Se estremecía con sólo pensarlo, pero también se sentía nerviosa e intrigada.
¿Qué haría cuando lo conociera?, se preguntó Sloane. Tenderle la mano y presentarse, para empezar. Preguntarle qué quería de su padre, para continuar. Descubrir qué upo de amenaza suponía para él. Y, era de esperar que fuera ella quien resolviera el posible problema entre él y los hombres de su padre.
Pero en aquellos momentos no podía revelar la amenaza de Frank porque entonces Madeline nunca le permitiría ir a ver al hombre. No sin que el Servicio Secreto la siguiera, lo cual alertaría a Frank y echaría por tierra su principal objetivo.
Se sentó bien erguida para aliviar los retortijones de estómago, los nervios que amenazaban con dominarla.
Miró a su madrastra, que la observaba en silencio.
– Quiero conocerlo. -Sloane no se atrevía a llamarle «su padre». Apenas era capaz de articular palabra, y mucho menos de llevar a cabo su plan. Poco a poco iría armándose de valor.
– ¿Quieres conocer a Samson? -preguntó Madeline, sorprendida por la reacción de Sloane.
Sloane asintió.
Su madrastra inclinó la cabeza y se tomó su tiempo para responder.
– De acuerdo.
– ¿Cómo? -Sloane había imaginado que tendría que pelear por ello.
– Siempre he sabido, aunque tu padre lo negara, que este momento llegaría. Y tu madre, que Dios la tenga en su gloria, dejó una carta para ti. Era imposible que supiera que no viviría para verte crecer, pero era pragmática, y lo dejó todo listo por si acaso. -Madeline se levantó y se acercó a Sloane. -Está en casa. En la caja fuerte. En cuanto volvamos…
– Estoy impaciente. Quiero conocerlo ya.
– ¿Ya? -preguntó Madeline sorprendida. -¿No quieres tomarte algún tiempo para asimilar la noticia? ¿Hablar primero con tu padre?
– ¡No! -No estaba preparada para encararse con Michael aún. No hasta que hubiera conocido a su padre biológico. No hasta que le advirtiera del posible peligro. Y no hasta que la seguridad de la campaña de su padre estuviera garantizada. Tenía demasiadas cosas en la cabeza como para lidiar con las emociones que seguro brotarían a la superficie si se encaraba con él por haberle mentido. -¿Sabes si Samson sigue viviendo en Yorkshire Falls?
Frank seguro que lo sabía, pero Sloane no podía preguntárselo. Y Michael quizá lo supiera, pero entraban en juego las mismas consideraciones emocionales. En esos momentos se veía incapaz de enfrentarse a él.
– Es perfectamente posible que siga viviendo en Yorkshire Falls -respondió Madeline resignada. -Le explicaré la situación a tu padre. Mientras tanto, llévate mi coche -le dijo al tiempo que cogía el bolso.
– Alquilaré uno. -«Con un nombre falso», pensó aunque no se lo dijo. No quería que nadie supiera su paradero. Se llevó una mano al estómago, pero seguía sin poder aliviar los retortijones que sentía a causa de los nervios. -¿Y la rueda de prensa de papá?
Madeline se acercó a ella y le dio un beso en la frente.
– Si alguien pregunta, diré que estás enferma. Acostada en tu habitación. Tu padre también te cubrirá las espaldas. ¿Y tu negocio?
Sloane no había pensado en su negocio de interiorismo desde que huyera de ese mismo hotel la noche anterior.
– Ya había decidido tomarme un fin de semana largo para estar con vosotros. Supongo que mis clientes pueden esperar unos cuantos días más. -No pensaba que le fuera a costar mucho tiempo encontrar a su verdadero padre.
– De acuerdo, pero quiero que estés protegida.
– No. Nada de servicios secretos. Nada de detectives. Nadie. Necesito hacer esto sola. -Cruzó los brazos sobre el pecho. No pensaba ceder al respecto. Ni un ápice.
– Has puesto esa cara. -A Madeline volvieron a brillarle los ojos.
– ¿Qué cara?
– La que pomas de pequeña. «No pienso comerme el brócoli y no puedes obligarme.» Esa cara.
Sloane se rió. Los recuerdos que tenía, tanto de Michael como de Madeline, eran maravillosos. Lástima que se hubieran basado en una mentira capaz de cambiarle la vida.
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