Maureen Child - Juego Seductor

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Juego Seductor: краткое содержание, описание и аннотация

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Había vuelto para reclamarla
Durante tres años, ella había sido la imagen que turbaba sus sueños. El recuerdo de un apasionado y anónimo encuentro empujó al magnate Jesse King a regresar a Morgan Beach, California. Estaba decidido a encontrar a esa mujer misteriosa para poseerla una vez más. Un King jamás perdía.
Bella Cruz no se alegraba en absoluto de ver de nuevo a Jesse King. El millonario la había seducido, abandonándola después… ¡y ni siquiera la reconocía! Pero como era su nuevo casero, debía tener contacto con él. Esperaba que Jesse no descubriera su identidad porque, si así fuera, Bella jamás podría negarse a su seducción.

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– Vuelves a pensar en él.

Ella parpadeó y miró a Kevin.

– ¿Cómo lo sabes? -le preguntó, con una sonrisa.

– Estás babeando.

Rápidamente, ella levantó una mano y se la llevó a la boca. Entonces, hizo un gesto de recriminación a su amigo.

– Qué gracioso eres.

– Pareces feliz, Bella. Me alegra verte así.

– Soy feliz -admitió ella, pero su voz la delató.

– Pero…

– Pero no va a durar, Kevin. Uno de estos días, Jesse va a decidir que ha llegado el momento de seguir con su vida y no deseo que llegue ese instante.

– ¿Cómo lo sabes? A mí me parece que está pasando mucho tiempo contigo -dijo él extendiendo la mano sobre la mesa en la que estaban almorzando para acariciarle suavemente la mano-. Un hombre no hace eso si no está interesado.

– Lo sé -replicó. Entonces, apartó su plato. Ya no tenía hambre-. Está interesado ahora, pero, ¿cuánto tiempo le va a durar?

– Venga ya, Bella -dijo Kevin sacudiendo la cabeza-. Tal vez deberías darle la oportunidad de que fastidie las cosas antes de castigarle por ello.

– Yo no le estoy castigando.

– Tal vez no, pero ya estás ensayando tu discurso de despedida.

– Simplemente me estoy preparando y cualquiera diría que mi mejor amigo lo aprobaría.

– Tu mejor amigo piensa que estás loca. En serio, cuando no lo tienes, estás triste. Cuando lo tienes, estás loca. Las mujeres están como una cabra.

– Gracias. ¿Le has contado a Traci tu teoría? -le preguntó Bella. Su novia, una modelo que trabajaba para una de las agencias más importantes de California, estaba viajando constantemente y, en esta ocasión, llevaba fuera de Morgan Beach casi cuatro semanas.

– Por supuesto. Ella dice que estoy equivocado. Como tú, pero las dos sois mujeres. No veis ciertas cosas.

– Vaya, vaya. Y sí las mujeres estamos locas, ¿por qué queréis los hombres estar con nosotras?

Kevin sonrió.

– Bueno, ¿dónde está hoy tu príncipe azul? Hacía más de una semana que no almorzabas conmigo. Normalmente, lo sueles hacer con él.

– Dijo que tenía que reunirse con alguien. No me dijo con quién -dijo Bella, frunciendo ligeramente el ceño

– Por lo que, como es natural, tú estás pensando que se trata de otra mujer.

Bella abrió los ojos de par en par.

– Bueno, no lo había pensado. Hasta ahora.

Kevin suspiró.

– Anda, cómete tus brotes de alfalfa.

– Me está volviendo loco -dijo Jesse.

– Si quieres mi opinión, eso no es demasiado difícil -le dijo Justice King a su hermano menor mientras aplicaba los alicates al alambre de espino que estaba colocando en una valla.

– Muy amable, gracias.

Jesse se metió las manos en los bolsillos y contempló las suaves colinas y los campos que rodeaban el rancho de su hermano. Soplaba un viento frío y el sol vertía sus rayos a pesar de un cielo cuajado de nubes grises. Parecía que el verano se iba a despedir con una tormenta.

Había hecho el viaje de dos horas que se tardaba en ir al rancho de su hermano en una hora y media. A pesar de que le habían puesto una multa por exceso de velocidad, había merecido la pena. Tenía que salir de Morgan Beach. Necesitaba distanciarse de Bella y aclararse la cabeza. Conducir a toda velocidad era el mejor modo de conseguirlo.

No hacía más que decirse que la estaba viendo demasiado. Todos los días. Todas las noches. Se estaba conviniendo en una parte de él y amenazaba con introducirse demasiado en su vida, tanto que llegara el momento en el que él no supiera desprenderse de ella. Cuando estaba a su lado, no paraba de tocarla. Cuando no lo estaba, no hacía más que pensar en ella.

¿Qué demonios le estaba ocurriendo a su vida?

– Esto es muy serio, Justice. Se está metiendo en mi vida y yo se lo estoy consintiendo.

– Tal vez sea bueno -replicó Justice mientras seguía trabajando en su valla-. Tal vez te has cansado ya de tener una mujer nueva todas las semanas y estás preparado para algo diferente. Más permanente.

– Espera un momento, nadie ha dicho nada de permanente.

– Madre mía, pero si te has puesto pálido -comentó Justice, riendo. Regresó a su furgoneta y dejó las herramientas en la parle trasera-. Me alegra verlo.

– Sí, porque a ti te ha salido muy bien.

Inmediatamente, la sonrisa de Justice se le borró del rostro.

– Lo que ocurrió entre Maggie y yo no tiene nada que ver con esto.

– Claro, podemos hablar de mí, pero no de Maggie -comentó Jesse mientras le daba una patada a la tierra.

– Has sido tú el que ha venido a verme, ¿lo recuerdas, Jesse? Si estás teniendo problemas con una mujer, son tus problemas, no los míos.

– Bien. Olvídalo. Y sigue con la boca cerrada sobre tus asuntos.

Justice jamás le había contado a nadie que era lo que había ocurrido entre Maggie Ryan, su esposa, y él. Toda la familia adoraba a Maggie, pero un día, Justice y ella decidieron separarse sin que ninguno de los dos ofreciera explicación alguna.

De eso había pasado un año y Justice seguía completamente mudo sobre el asunto.

– Mira, tú eres el único de los hermanos que ha estado casado -le dijo Jesse después de un minuto-. ¿A quién si no debería preguntar?

– Prueba con Travis. O con Jackson. O incluso con Adam -replicó Justice mencionando a sus tres primos, que llevaban felizmente casados un par de años.

– No están por aquí. Tú sí.

– Qué suerte tengo.

– ¿Cómo diablos puede un hombre acostumbrarse a tener una sola mujer en su vida? -le preguntó Jesse-.Yo nunca lo he hecho antes. Jamás he tenido una novia formal. Ni la he querido. Me gustan las relaciones sin ataduras, ya lo sabes.

– Pues no tengas ataduras.

– Bella no es esa clase de mujer. Ella tiene ataduras por todas partes y yo no hago más que enredarme en ellas.

– ¿No las quieres? Córtalas y sigue con tu vida. Punto final.

Jesse miró a su hermano y suspiró. Sabía que Justice tenía razón, pero…

– Ese es el problema-dijo-. Por primera vez en mi vida, no sé si quiero seguir con mi vida.

La exhibición de surf había atraído a una gran cantidad de público. Espectadores de todo el Estado se habían reunido allí, en Morgan Beach, para contemplar un espectáculo que, hasta el momento, había merecido la pena.

Algunos de los mejores surfistas del mundo estaban cabalgando las olas. Parecía que no hacían esfuerzo alguno mientras se deslizaban por la superficie del agua o mientras avanzaban por un túnel de agua.

El día estaba algo nublado, pero cuando el sol salía, se reflejaba sobre la superficie del agua como si fuera un potente foco. El olor a cerveza y perritos calientes lo inundaba todo mientras las gaviotas chillaban a modo de acompañamiento. La exhibición estaba demostrando ser un modo fantástico de despedir el verano y, sin ninguna duda, todos los espectadores terminarían visitando las tiendas cuando terminara la fiesta. Por el momento, Bella tenía su tienda cerrada para poder disfrutar del espectáculo. Y de Jesse.

Tenía un asiento magnífico en las gradas que se habían instalado en la arena para la ocasión. No estaba sola. A su lado se encontraban Jackson, el primo de Jesse, y su esposa Casey. Iban acompañados de sus hijas Mia y Molly, En realidad habían ido a California para visitar Disneyland, pero no habían podido resistirse a ver a Jesse cabalgando las olas.

– Es muy bueno, ¿verdad? -comentó Casey mientras observaba cómo Jesse maniobraba su tabla sobre las olas.

Todo el mundo aplaudió efusivamente. Bella sonrió. Estaba muy emocionada por poder ver cómo Jesse hacía lo que mejor se le daba. Tenía tanta gracia y estilo que eclipsaba a todos los demás surfistas. Todo el mundo parecía pensar lo mismo.

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