Charles contuvo una sonrisa. El sargento les acompañó a la estancia donde se hallaba Victoria. Estaba sentada en una silla, bebiendo té bajo la atenta mirada de una matrona. Parecía furiosa y, al ver a Charles ya Olivia, dejó la taza en el suelo y se encaró a su hermana.
– Es culpa tuya, ¿verdad? -espetó sin siquiera saludar a Charles, que las observaba ensimismado; eran idénticas: la misma cara, los mismos ojos, hasta el mismo sombrero, aunque el de Victoria estaba un tanto ladeado.
– ¿Qué es culpa mía? -preguntó Olivia con irritación.
– Por tu culpa no me han arrestado.
– Estás loca, Victoria Henderson. Tienes razón. Deberían encerrarte, pero en un manicomio. ¿Tienes idea del escándalo que causaría tu arresto? ¿Sabes la vergüenza que supondría para nuestro padre? ¿Acaso piensas alguna vez en los demás? ¿O no está eso en tu orden del día?
El sargento y la matrona intercambiaron una sonrisa. Charles acordó con ellos la manera de llevarse a Victoria. En la comisaría estaban dispuestos a pasar el incidente por alto; la joven simplemente se encontraba en el lugar incorrecto en el momento más inoportuno. El sargento le recomendó que la vigilaran bien en el futuro e inquirió si eran sus hermanas. A Charles le sorprendió la pregunta, pero le halagaba que Olivia hubiera acudido a él.
El taxi aguardaba frente a la comisaría, de modo que el abogado sugirió que continuaran la discusión en el coche. Olivia estaba fuera de sí, y Charles pensó que Victoria se negaría a marcharse, pero no tenía nada más que hacer allí: la policía no pensaba arrestarla, la fiesta había acabado. Olivia seguía sermoneando a su hermana mientras subían al vehículo. Charles decidió sentarse entre las dos.
– Señoritas, creo que lo mejor será olvidar este desafortunado incidente. No ha pasado nada y nadie tiene por qué enterarse.
Primero se dirigió a Olivia y le instó a que perdonara a su hermana. Después suplicó a ésta que en adelante se mantuviera alejada de cualquier manifestación, porque de lo contrario, acabarían arrestándola de verdad.
– Eso sería más honrado que apelar a mi clase e ir corriendo a papá.
Continuaba enfadada porque su hermana y el abogado habían acudido a rescatarla. Además, no quería que éste se entrometiera en sus asuntos.
– ¿ No te has planteado cómo reaccionaría nuestro padre si se enterara? ¿Por qué no piensas un poco más en él y menos en tus estúpidas reuniones y en el voto para la mujer? ¿Por qué no te comportas como es debido en lugar de esperar que te saque de todos los líos?
Olivia se puso los guantes con manos temblorosas.
Charles las observaba fascinado: la una tan seria y la otra tan indomable. En ciertos aspectos Victoria le recordaba a Susan, su difunta esposa, firme defensora de grandes ideales y causas perdidas. Sin embargo Susan también tenía una lado más dócil, que él añoraba cada noche cuando se encontraba solo en la cama. No obstante, ahora tenía que pensar en Geoffrey, pero por mucho que lo intentara era incapaz de olvidarla y en el fondo de su corazón sabía que tampoco quería. En todo caso le intrigaba esa fierecilla de ardientes ojos azules.
– Quisiera dejar claro que no he pedido que vinierais a rescatarme -puntualizó Victoria con frialdad cuando el taxi se detuvo frente a la casa.
Actuaba como una niña enfurruñada, y Charles tuvo que reprimir una sonrisa. Merecía ser castigada como una chiquilla, pero ni siquiera estaba arrepentida de lo que había hecho ni agradecida de que hubieran acudido en su ayuda.
– Entonces tal vez sea mejor que la enviemos de vuelta a la comisaría -comentó.
Victoria le fulminó con la mirada antes de entrar en la casa y arrojar el sombrero sobre una mesa.
– Gracias -dijo Olivia, avergonzada y furiosa por la actitud de su hermana-. No sé qué hubiera hecho sin su ayuda.
– Quedo a su disposición.
– Espero que no sea necesario.
– No la pierda de vista hasta que llegue su padre -susurró Charles.
Estaba claro que se trataba de una rebelde impenitente, aunque no por ello dejaba de tener cierto encanto.
– Menos mal que llega mañana -dijo Olivia al tiempo que observaba a Charles con preocupación. Había confiado en él y esperaba que no la traicionara-. Por favor, no le diga nada; se disgustaría muchísimo -suplicó.
– Se lo prometo. Ni una palabra. -Ahora que había pasado todo, lo divertía el incidente-. Algún día se reirá de lo ocurrido. Cuando sea abuela explicará a sus nietos que una vez estuvieron a punto de arrestar a su hermana.
Victoria se acercó a ellos, masculló un «gracias» de mala gana y subió a su habitación para cambiarse. Esa noche cenaban con la señora Peabody, y Olivia invitó a Charles; era lo mínimo que podía hacer para agradecerle su ayuda.
– No puedo, pero gracias de todos modos. Siempre procuro cenar con mi hijo.
– ¿ Cuántos años tiene?.
– Nueve.
Olivia sintió un escalofrío al pensar que había perdido a su madre siendo tan niño.
– Espero conocerle algún día.
– Es un buen chico. La vida no ha sido nada fácil para ninguno de los dos desde la muerte de su madre.
Charles se sorprendió de su propia sinceridad, pero le resultaba fácil hablar con Olivia, a diferencia de su hermana, que más bien le incitaba a propinarle una bofetada.
– Lo comprendo. Yo nunca conocí a.mi madre, pero Victoria y yo nos tenemos la una a la otra.
– Debe de ser algo extraordinario tener una hermana gemela. Supongo que es imposible que alguien esté más unido a otro ser. con excepción de un marido o una esposa, claro está. Deben de ser como dos mitades de la misma persona.
– Ésa es la sensación que tengo a veces, aunque en ocasiones me parece que somos unas perfectas desconocidas. Para algunas cosas somos completamente diferentes, y para otras idénticas.
– ¿ Le molesta que la gente las confunda? Sospecho que debe de ser muy irritante.
– Te acostumbras. Antes resultaba divertido, ahora es algo normal.
Le agradaba conversar con Charles, y él también parecía sentirse a gusto a su lado. Charles, por su parte, pensaba que Olivia era la clase de mujer con la que podría establecer una amistad, pero quien le fascinaba era su hermana. A pesar de que no las distinguía, algo en su interior le indicaba cuándo estaba en presencia de Victoria, pues le hacía sentir incómodo. Sin embargo con Olivia tenía la impresión de estar con una vieja amiga o una hermana pequeña.
Minutos más tarde, Charles Dawson se marchó, y Olivia subió por la escalera para hablar con su hermana.
Victoria estaba mirando por la ventana con expresión triste. Reflexionaba sobre lo ocurrido esa tarde y lo estúpida que se había sentido cuando el sargento la separó del resto de las mujeres.
– ¿Cómo voy a presentarme de nuevo ante ellas? -preguntó a Olivia.
– Para empezar, ni siquiera deberías haber estado con ellas. -Olivia suspiró y se sentó frente a su hermana-. No deberías comportarte así, Victoria. No puedes dedicarte a perseguir ideales sin pensar en las consecuencias. Al final no sólo te harás daño a ti misma, sino también a los demás, y no quiero que eso ocurra.
Victoria la miró con atención y de nuevo brilló en sus ojos la chispa que Charles había detectado.
– ¿Y si puedo ayudar a más personas de las que hiero? Hay que luchar para defender aquello en lo que crees. Sé que te parecerá un disparate, pero a veces pienso que estaría dispuesta a morir por un ideal.
Lo más terrible era que Olivia sabía que su hermana hablaba en serio. En su interior ardía esa especie de fuego que le permitiría dar la vida por una causa.
– Me asustas cuando hablas así.
– No es ésa mi intención. Yo no soy como tú, Olivia. ¿ Cómo es posible que seamos tan diferentes y tan iguales a la vez?
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