Barbara Dunlop - Una vida prestada

Здесь есть возможность читать онлайн «Barbara Dunlop - Una vida prestada» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современные любовные романы, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Una vida prestada: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Una vida prestada»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

¿Podría un matrimonio basado en una mentira pasar la prueba de la verdadera pasión?
Emma McKinley deseaba salvar la empresa de su familia, pero sabía que era difícil. Lo que no esperaba era que el millonario magnate hotelero Alex Garrison le ofreciera ayuda… una ayuda acompañada de un anillo de boda y de un acuerdo prenupcial. Era el típico matrimonio de conveniencia: él saldaría sus deudas y ella le daría la mitad de la empresa.
Pero aquella farsa pronto se hizo mucho más intensa de lo que ninguno de los dos habría esperado…

Una vida prestada — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Una vida prestada», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Ahora quiero presentarte a alguien.

Emma miró por encima de su hombro.

– Pero ¿no va a seguirnos?

– No creo.

– Pero…

Las puertas del ascensor se abrieron.

– Creí que iba a salir detrás de nosotros y mejorar su oferta.

– No ha hecho ninguna oferta.

– Pero iba a hacerlo.

– Sí, así es.

No podía creérselo.

– ¿Hemos salido de su despacho sin saber en qué consistía su oferta?

No entendía esa manera de hacer negocios.

– Pero a lo mejor era…

– Deja de hablar y métete en el ascensor -susurró él.

Emma dudó un instante y miró a la secretaria. Sabía que no era buena idea discutir en público, pero estaba furiosa.

– A lo mejor era una buena oferta -dijo después de que entraran y se cerraran las puertas del ascensor-. A lo mejor era una oferta fantástica.

– ¿Crees que Clive Murdoch se ha hecho rico comprando hoteles a un precio por encima del mercado? Yo creo que sólo quiere aprovecharse de tu inexperiencia.

– Bueno, no es el único, ¿verdad? -repuso ella.

– Yo no estoy aprovechándome de ti, Emma -dijo él, apretando la mandíbula-. Yo te estoy sacando de la bancarrota.

– Y todo por amor al arte, claro. No creo en tu benevolencia.

– Sabes de qué se trata todo esto desde el principio. Se abrió el ascensor.

– ¿Cómo puedo saber que no te estás aprovechando de mi inexperiencia? -insistió ella-. Por otro lado, me has insultado. Llevo toda mi vida trabajando en este negocio y lo he hecho todo. Desde atender el bar a participar en la renovación de hoteles.

– ¿Esas son tus referencias? ¿Haber trabajado en el bar?

– Hasta hace poco he ocupado el puesto de vicepresidenta de operaciones. No soy ninguna aprendiz ignorante.

– ¿No? Entonces, ¿cómo es que accediste a reunirte con Murdoch en su propio despacho? -le preguntó él mientras atravesaban el vestíbulo.

Emma no entendió su pregunta.

– Porque tenía que hablar con él.

Salieron del hotel. La temperatura era bastante más alta en la calle.

– Deberías haber conseguido que fuera él a verte.

– ¿En qué hubiera cambiado eso las cosas?

– Es una ventaja táctica -repuso él con una sonrisa-. Es un típico error de novato. Menos mal que estaba allí para rescatarte.

– Ni siquiera dejaste que me hiciera una oferta.

– La oferta era lamentable, Emma. He venido en coche, está al otro lado de la calle.

– Eso no lo sabes.

Alex se detuvo al final de las escaleras y la miró.

– Sabía que tenías una reunión con él y que quería comprar. También sabía cómo hacerle callar. ¿No crees que conozco el valor que tienen los hoteles en el mercado?

– No eres nada modesto, ¿verdad? -le espetó.

Pero se arrepintió al momento, creía que tenía razón.

Ella había albergado la esperanza de que Murdoch le ofreciera una solución a su situación, para que así no tuviera que vender la mitad de la cadena a Alex ni seguir con la farsa de la boda.

Pero Murdoch no buscaba un acuerdo que beneficiara a McKinley. Sólo quería comprar y a buen precio. Pero no iba a admitir que había estado equivocada. Ya tenía bastante ventaja sobre ella como para darle más motivos.

– Como te he dicho antes, hay alguien que quiero que conozcas -le dijo Alex.

– ¿Tu abogado?

– No, no es mi abogado, sino mi ama de llaves.

Alex tenía reputación de hombre frío y cerebral, pero ella se dio cuenta de que el ama de llaves era su debilidad. Intentaba ocultarlo, pero estaba muy claro.

– A veces tiene un poco de mal humor y suele prejuzgar a las personas. Pero ha estado en mi familia desde que nací e intento seguirle la corriente -le advirtió mientras entraban en los jardines de la mansión.

– Porque te aterroriza -adivinó Emma.

Alex tardó algo más de la cuenta en contestar.

– No digas tonterías.

Emma observó los árboles y los bellos jardines. La primera vez que visitó la casa, había estado demasiado concentrada en su reunión con Alex como para fijarse en lo que había a su alrededor.

– ¿Qué le has dicho de mí?

– Que me caso contigo por tus hoteles.

– ¡Dime que no es verdad!

– La verdad es que le dije que estaba intentando sacarte de una mala situación económica. Ella adivinó lo de los hoteles.

– Bueno, al menos no tengo que mentirle.

– No tienes por qué mentir a nadie.

Esa era la tontería más grande que había oído en todo el día.

– Sí, tengo que mentir

– No. Les podemos decir a la gente que nos casamos, que no podíamos ser más felices. Gracias al acuerdo económico creo que los dos estaremos contentos. Y les diremos también que vamos a dirigir juntos la cadena McKinley. Todo eso es verdad.

– ¿Y qué haremos cuando nos pregunten sobre nuestros sentimientos? ¿Contestar con evasivas?

Alex se rió.

– ¡Vaya! -dijo, mirando la mansión de tres plantas-. Tu casa es más grande que algunos de nuestros hoteles.

– Por eso me he comprado un piso en Manhattan.

– ¿Por qué? ¿Te perdías aquí?

El volvió a reír.

– Si me das unas cuantas vueltas aquí con los ojos cerrados, seguro que no vuelves a verme.

– Buen consejo -repuso él, aparcando frente a la escalera de entrada.

Emma hizo una mueca y él se rió. Subieron hasta la puerta.

– Tenemos que hablar de esto -le dijo ella.

– ¿De mi casa?

– De todo. De cómo vamos a conseguir que este matrimonio funcione. ¿Cuánto tiempo tenemos que pasar juntos? ¿Cómo vamos a coordinas nuestros horarios?

– Podemos coordinar nuestros horarios mientras desayunamos.

– ¿A qué hora te levantas?

– Sobre las seis.

Emma asintió.

– Muy bien. Podemos hablar por teléfono mientras desayunamos, sobre las siete.

– ¿Por teléfono?

– ¿Prefieres hacerlo por correo electrónico?

– Prefiero desayunar en la misma mesa.

– ¿De qué estás hablando?

– Del desayuno, Emma. Presta atención. Estamos hablando del desayuno.

– Pero ¿dónde? -exclamó ella, confusa.

– Aquí, por supuesto.

Emma se quedó paralizada.

– ¿Aquí?

– ¿Se te ocurre algún sitio mejor?

– Mi dúplex.

– ¿Quieres que compartamos dormitorio? -preguntó él con una mueca mientras abría la puerta.

– No tenemos por qué vivir juntos.

– Claro que sí, vamos a estar casados.

Pero ella pensaba que sólo sería así sobre papel y que, aunque tuvieran que pasar algún tiempo juntos en la misma residencia, no podía ser allí. Entró en el vestíbulo, era como una catedral.

– La gente normal no vive así, esto es casi un palacio.

– Eso es porque mi tatarabuelo Hamilton era miembro de la realeza británica, el segundo hijo de un conde.

– No me sorprende.

– Era el conde de Kessex, es una pequeña comarca al sur de Escocia. El hermano mayor heredó el titulo y Hamilton se convirtió en comandante de la marina británica. El fue el que compró este terreno y construyó la mansión.

Ella se concentró en los cuadros.

– Era éste -indicó él mientras señalaba a un hombre con uniforme militar.

Tenía una apariencia orgullosa, seria e intensa. Con veinticinco años menos, sin bigote ni uniforme, resultaba bastante parecido a Alex. Emma retrocedió y miró a uno y a otro.

Emma miró todos los retratos que colgaban de las paredes.

– Sí, sí -repuso Alex-. Ya lo sé.

– Ahora entiendo muchas cosas. Supongo que está en tus genes el intentar expandir el imperio familiar.

– ¡Me gusta esta chica! -dijo una mujer tras ellos con acento británico.

La señora era más alta que Emma y llevaba el pelo corto y rubio. Un par de gafas le colgaban del cuello con una cadena.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Una vida prestada»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Una vida prestada» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Una vida prestada»

Обсуждение, отзывы о книге «Una vida prestada» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x