Sola. La abandonaba. Era como todos los demás. Primero la tomaba y luego la dejaba.
– Muy bien. -Se levantó despacio y entumecida se puso el vestido.
– No me mires así. -Le puso las manos sobre los hombros-. ¿Crees que quiero marcharme?
– Los hombres siempre hacen lo que quieren. -Apartó la mirada hacia otro lado-. Copulan y luego se van.
– ¡Por el amor de Dios! Yo no soy como los hombres de la Casa de Nicolás. Y tú lo sabes.
– Yo no sé nada. Excepto que te vas. -Se separó bruscamente de él-. Y que soy una tonta. -Sus ojos echaban chispas-. No lo seré más. No tienes que salir corriendo porque creas que te voy a molestar. Copular no significa nada. Los animales del campo lo hacen y luego se largan.
– No ha sido así. No piensas lo que dices, Selene.
No, solo estaba dejándose llevar por sus sentimientos.
El dolor y la rabia crecían por segundos.
– Habría hecho cualquier cosa. Vine a ti y te dije cosas que me dolía decir. No tuve orgullo. Quería demostrarte… ¿confianza? No tienes derecho a reclamármela. -Cogió con brusquedad la capa del suelo-. No tenías derecho a pedirme nada.
Se dio la vuelta y echó a correr colina arriba.
– Espera. -Kadar iba en pos de ella-. Iré contigo.
– No des ni un paso más -dijo ella sin volverse-. Acércate a mí y te juro que te haré rodar colina abajo.
El viento le azotaba sus cabellos mientras apresuraba el paso.
Más rápido. Escapa del dolor.
Procura dejar el daño atrás.
Las manos de Kadar se convirtieron en puños mientras veía a Selene correr colina arriba.
La había herido. Después de tantos años de cariño y paciencia se había limitado a alargar la mano para coger lo que quería. Ella había ido a darle lo que él deseaba. Él había ignorado ese regalo y en su lugar tomó su cuerpo. Y luego, al instante siguiente, destruyó esa incipiente confianza.
¿Qué se supone que debería hacer? ¿Contarle lo de Sinan? Ni Ware ni ella debían saberlo antes de que partiera en el Estrella oscura.
¡Diantre, qué difícil había sido no contárselo! Ella le había ofrecido todo lo que él deseaba, y así se lo devolvía.
Que Dios te maldiga, Sinan.
Ella ya se había perdido entre las sombras de los muros del castillo. Él se dio la vuelta para mirar hacia el puerto. Embarcaría en el Estrella oscura por la mañana y le diría a Balkir que zarpara de inmediato. Cuanto antes llegara a Maysef, antes podría cumplir su misión y regresar a casa.
Si salía vivo de ello.
Sobreviviría. No permitiría que Sinan ganase reclamándole su alma o su vida. Regresaría a Montdhu.
Volvería a Selene.
Kadar ya no la seguía.
Se adivinaba el puente levadizo en la oscuridad.
Selene apenas podía distinguir nada en la densa sombra que proyectaban los muros de piedra del castillo.
Pronto alcanzaría sus aposentos, terminando con las sombras, terminando con Kadar.
Tonta. Había sido una tonta. Nunca más.
Construye de nuevo un muro. No dejes que nadie entre.
Así estarás más segura. No dejes que nadie.
Un dolor agudo le quemó la sien izquierda.
Oscuridad.
Alí Balkir estaba esperando en la cubierta mientras Kadar embarcaba por la pasarela del Última esperanza .
– Buenas noches. Buen barco. Casi tanto como el Estrella oscura .
– Mejor -dijo Kadar con brusquedad. Estaba dolido y frustrado y esta noche no estaba de humor para discutir con Balkir. Si el capitán lo apretaba demasiado, seguramente le partiría el cuello a ese bastardo-. Vuelve a tu barco. Ya te dije que…
– Me darías tu decisión mañana -terminó Balkir por él-. Pero Sinan no nos da opción a ninguno de los dos. Tengo órdenes y deben cumplirse. Ya hemos esperado demasiado. He decidido partir esta misma noche.
– ¿Ah, sí?
Balkir dio un paso atrás y luego se detuvo.
– Sería poco prudente de tu parte que me hicieras daño. Si no vuelvo al Estrella oscura , las consecuencias podrían ser de lo más desagradables. He tomado medidas para asegurarme tu conformidad.
Kadar se puso rígido.
– ¿Qué medidas?
La sonrisa de Balkir era petulante.
– Era necesario. El amo debe ser obedecido.
– ¿Qué medidas?
– La mujer. La pariente de lord Ware, la hermana de su esposa. La hemos cogido. En estos momentos viene de camino al Estrella oscura .
– ¿Selene? -Un farol. Tenía que ser un farol-. Mientes.
– No estoy mintiendo. Ordené a Murad que la cogiera mientras regresaba al castillo. -Hizo una pausa-. Después que te vimos copular con ella en la colina.
El terror le heló la sangre. No era un farol.
– Veo que te afecta -afirmó Balkir-. Es natural.
Está claro que ella te importa.
Había sido un error dejar que Balkir notara esa primera reacción. Le había proporcionado un arma.
– Es solo una mujer. La olvidé nada más abandonar su cuerpo. ¿Qué te hace pensar que hay algo más?
– No lo hago. Como bien dices, no es más que el cuerpo de una mujer, un juguete.
– Entonces suéltala.
– Pero esta mujer es importante para tu amigo lord Ware. Podrá canjearla por territorios y encontrar aliados a través del matrimonio. -Ladeó la cabeza como si estuviera considerándolo-. Aunque su valor ahora ha disminuido desde que has comprobado que ya no es una virginal damisela. Sin embargo, sigue siendo atractiva, y eso siempre ayuda.
Kadar se dio cuenta de que Balkir estaba disfrutando con todo esto. La sabandija creía que tenía la sartén por el mango.
– Ella es valiosa para Ware. No para mí. Suéltala.
– Me parece que también es valiosa para ti. No creo que quisieras enfrentarte a tu amigo con su sangre en las manos. -Hizo una pausa-. Así que vendrás conmigo al Estrella oscura y zarparemos de inmediato,
– Has hecho todo esto sin motivo. -Apretó los puños-. ¡Maldita sea! Pensaba ir contigo de todas formas.
– Entonces no te importará venir conmigo ahora mismo. -Avanzó hacia la pasarela-, Antes de que mis hombres se impacienten. No han visto una mujer desde que salimos de Hafir, y las mujeres de piel clara, a sus ojos, solo sirven para una cosa. Estoy seguro de que Murad les dirá con qué ganas te ha tomado entre sus muslos esta misma noche.
Kadar puso todo su empeño en controlar su ira. Ya llegaría la hora de matar a Balkir, pero no era el momento.
– Si voy, ¿la soltarás?
– Ya veremos. -La sonrisa de Balkir era descaradamente triunfante-. Tendré que pensarlo. Ahora ven conmigo. Debemos apresurarnos.
Selene tenía los ojos cerrados. Un fino hilo de sangre bajaba serpenteando lentamente desde la herida de la sien.
– Bastardo, la has herido. -Kadar apartó los ojos de Selene, que estaba tumbada en un camastro, para dirigir una mirada letal a Murad-. ¿Es grave?
– Creo que pronto despertará. -Murad se acercó instintivamente a Balkir como para protegerse-. Había que darse prisa. Estábamos casi a las puertas del castillo.
– Más vale que se despierte pronto, o la herida que te voy a hacer en tu sien te atravesará ese cerebro de buey. -Kadar se sentó en la litera-. Traedme agua fría y un paño suave y limpio.
– Necesito a Murad para que me ayude a hacernos a la mar -dijo Balkir-. Volverá en cuanto no sea requerido para otros quehaceres más importantes.
– Agua y un paño -repitió Kadar-. Ahora.
Balkir dudó y luego se encogió de hombros.
– Como desees. Unos minutos más no harán daño a nadie.
– Muy sensato. -Kadar le miró directamente a los ojos-. ¿Tendré que suponer que no tienes intención alguna de liberarla?
– Creo que comprenderás que es una posibilidad. Parece que la mujer tiene más valor para ti del que pensaba. Estoy seguro de que Nas… Sinan aprobará que le entregue un arma para guiarte por el camino que él elija.
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