• Пожаловаться

Julia Quinn: Diez cosas que me gustan de ti

Здесь есть возможность читать онлайн «Julia Quinn: Diez cosas que me gustan de ti» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Исторические любовные романы / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Julia Quinn Diez cosas que me gustan de ti

Diez cosas que me gustan de ti: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Diez cosas que me gustan de ti»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Es su primera temporada en Londres y la joven Annabel Winslow ya ha conseguido un pretendiente. El conde de Newbury, un anciano repugnante que solo busca heredero para su fortuna, le ha propuesto un matrimonio de conveniencia que solucionaría la penuria económica de su familia tras la muerte de su progenitor. A pesar de sus reservas hacia el noble, Annabel no ve otra salida a las difíciles circunstancias a las que se enfrentan los suyos y ya ha tomado una determinación. Hasta que el atractivo canalla Sebastian Grey, sobrino del conde y aspirante a su título y fortuna, se cruza en su camino hacia el altar. ¿Qué hacer? ¿Seguir la lógica y los dictados de las convenciones y entregarse a una vida lúgubre e infeliz o capitular ante la desaforada pasión que ha nacido con una simple mirada y un roce casual?

Julia Quinn: другие книги автора


Кто написал Diez cosas que me gustan de ti? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Diez cosas que me gustan de ti — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Diez cosas que me gustan de ti», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

De momento, Sebastian ganaba catorce partidas a tres.

En realidad, eran dieciséis a una. Se había apiadado de Edward a medio torneo. Y eso había añadido interés al asunto. Era mucho más difícil perder a propósito de forma realista que ganar. Pero lo había conseguido. Edward no había sospechado nada.

La partida número dieciocho se celebraría esa misma noche. Y Sebastian allí estaría, por supuesto. Prácticamente vivía en esa casa. Se decía que era porque alguien tenía que vigilar al joven Edward, pero la verdad era que…

Seb sacudió la cabeza mentalmente. Ya había dicho suficientes verdades.

Bostezó. Dios, estaba cansado. No sabía por qué había bebido tanto la noche anterior. Hacía siglos que no lo hacía. Pero se había acostado temprano, y no podía dormir, y entonces se levantó, pero no podía escribir porque…

Porque nada. Había sido terriblemente irritante. No podía escribir. Las palabras no le venían a la mente a pesar de que había dejado a la pobre heroína escondida debajo de una cama. Y al héroe, en esa misma cama. Iba a ser la escena más arriesgada hasta la fecha. Cualquiera creería que, al ser tan nuevo, le resultaría fácil.

Pero no. La señorita Spencer seguía debajo de la cama y su escocés seguía encima del colchón, y Sebastian no estaba más cerca del final del capítulo doce que la semana pasada.

Después de dos horas sentado en el escritorio, mirando una hoja en blanco, se había dado por vencido. No podía dormir y no podía escribir y, más por inquina que por otra cosa, se levantó, se vistió y se marchó al club.

Había champán. Alguien estaba celebrando algo y habría sido de mala educación no unirse a la fiesta. También había varias jóvenes muy guapas, aunque Sebastian desconocía el motivo por el cual estaban en el club.

O quizá no las había visto en el club. ¿Había ido a algún sitio, después?

Santo Dios, se estaba haciendo demasiado viejo para aquellas tonterías.

– Quizá diga que no -dijo Edward, por lo visto sin ningún motivo.

– ¿Eh?

– La chica Vickers. Quizá le diga que no a Newbury.

Sebastian reclinó la espalda y se presionó las sienes con los dedos.

– No dirá que no.

– Creí que no la conocías.

– Y no la conozco. Pero Vickers estará deseoso por emparentar con Newbury. Son amigos y Newbury tiene dinero. A menos que la chica tenga un padre realmente indulgente, tendrá que hacer lo que diga su abuelo. Eh, un momento. -Arqueó las cejas y las arrugas de la frente pareció que le activaban su perezosa mente-. Si es la hija de los Fenniwick, dirá que no.

– ¿Cómo sabes todo eso?

Seb se encogió de hombros.

– Sé cosas.

Básicamente, se limitaba a observar. Era increíble lo que se podía llegar a saber acerca de otro ser humano a través de la observación. Y escuchando. Y comportándose de forma tan encantadora que la gente solía olvidarse de que tenía un cerebro.

No solían tomárselo en serio, y él casi lo prefería así.

– No, espera -dijo, recreando la imagen de una chica muy delgada, tanto que desaparecía cuando se ponía de perfil-. Es imposible que sea la hija de los Fenniwick. No tiene pechos.

Edward se terminó el último trozo de pastel de carne. Por desgracia, el olor no desapareció tan deprisa.

– Espero que no lo sepas de primera mano -dijo.

– Soy un excelente juez de la forma femenina, incluso desde lejos. -Sebastian miró a su alrededor, buscando algo sin alcohol para beber. Un té. Un té le sentaría bien. Su abuela solía decir que, después del vodka, era lo mejor del mundo.

– Bueno -dijo Edward, observando cómo Sebastian se levantaba y tocaba la campana para llamar al mayordomo-, si lo acepta, prácticamente habrás perdido el condado.

Seb volvió a dejarse caer en el sofá.

– Nunca fue mío, para empezar.

– Pero podría serlo -dijo Edward, inclinándose hacia delante-. Podría ser tuyo. Yo, seguramente soy el trigésimo noveno en la línea de sucesión de algo importante, pero tú… tú podrías ser el próximo conde de Newbury.

Sebastian contuvo la arcada que le subió por la garganta. El conde de Newbury era su tío, enorme y escandaloso, con su mal aliento y su carácter todavía peor. Le costaba imaginarse, algún día, respondiendo a ese nombre.

– Sinceramente, Edward -dijo, mirando a su primo con la mayor franqueza que pudo-, me da igual una cosa y la otra.

– ¿No lo dirás en serio?

– Pues sí -murmuró Seb.

Edward lo miró como si se hubiera vuelto loco. Sebastian decidió responderle volviendo a tenderse en el sofá. Cerró los ojos y estaba decidido a mantenerlos así hasta que llegara el té.

– No digo que no apreciara las facilidades que acompañan al título -dijo-, pero he vivido treinta años sin ellas y veintinueve sin ni siquiera imaginarme que podrían ser mías.

– Facilidades -repitió Edward, considerando la palabra-. ¿Facilidades?

Seb se encogió de hombros.

– El dinero sería muy conveniente.

– Conveniente -repitió Edward, atónito-. Sólo tú definirías algo así como conveniente.

Seb volvió a encogerse de hombros e intentó echar una cabezadita. Casi siempre acababa durmiendo así, a ratitos, en sofás, sillas, cualquier sitio excepto su cama. No obstante, su mente se negaba a relajarse y a olvidarse de los últimos chismes acerca de su tío.

Realmente le daba igual heredar el condado. A la gente le solía costar creérselo, pero era cierto. Si su tío acababa casándose con la chica de los Vickers y tenía un hijo con ella, mejor para él. El título no sería para él. Sebastian no podía tomarse la molestia de enfadarse por haber perdido algo que, para empezar, nunca fue suyo.

– La mayor parte de la gente -dijo Sebastian en voz alta, puesto que sólo estaba Edward en la habitación y podía permitirse parecer un bufón sin pensar en las consecuencias-, sabe si va a heredar un condado. Yo sólo soy el heredero aparente. Aparentemente, el heredero. A menos que alguien consiga matarme antes, heredaré.

– ¿Perdón?

– Que alguien podría redefinir el concepto como heredero obvio -murmuró Seb.

– ¿Siempre das lecciones de vocabulario cuando has bebido demasiado?

– Cachorro. -Era el apodo preferido de Seb para referirse a Edward y, siempre que quedara en la familia, a Edward parecía no importarle.

Edward chasqueó la lengua.

– Monólogo interrumpido -dijo Sebastian, y luego continuó-: Con el presunto heredero, todo son presunciones.

– ¿Me estás diciendo algo que no sepa? -preguntó Edward, sin una gota de sarcasmo. Sólo era para asegurarse de si tenía que prestarle atención o no.

Sebastian lo ignoró.

– Uno es el presunto heredero, a menos y siempre que… etcétera, como en mi caso, Newbury consiga casarse con una pobre de caderas fértiles y pechos grandes.

Edward volvió a suspirar.

– Cállate -dijo Seb.

– Si los hubieras visto, sabrías a qué me refiero.

Su voz estaba tan cargada de lujuria que Sebastian tuvo que abrir los ojos y mirar a su primo.

– Necesitas una mujer.

– Envíame una. No me importa aprovecharme de lo que tú no quieres.

Se merecía algo mejor, pero a Sebastian no le apetecía tener esa conversación, al menos no sin una base.

– Necesito esa taza de té.

– Sospecho que necesitas algo más que una taza de té.

Seb arrugó una ceja.

– Pareces bastante molesto con la endeblez de tu posición -explicó Edward.

Sebastian se lo pensó unos segundos.

– No, no estoy molesto. Pero fingiré estar ligeramente irritado.

Edward cogió el periódico y se quedaron en un amigable silencio. Sebastian miró hacia el otro lado del salón, hacia la ventana. Siempre había tenido muy buena vista y ahora veía a las jóvenes que paseaban por el otro lado de la calle. Las observó durante un buen rato, sin pensar en nada importante. Parecía que el color de moda era el azul celeste. Una buena elección; le sentaba bien a casi todo el mundo. Aunque no estaba tan seguro sobre la forma de las faldas; parecían un poco más tiesas y de forma cónica. Eran atractivas, sí, pero suponían un mayor reto para cualquier hombre que quisiera levantarlas.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Diez cosas que me gustan de ti»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Diez cosas que me gustan de ti» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «Diez cosas que me gustan de ti»

Обсуждение, отзывы о книге «Diez cosas que me gustan de ti» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.