Julia Quinn - El Vizconde que me amó Segundo Epílogo

Здесь есть возможность читать онлайн «Julia Quinn - El Vizconde que me amó Segundo Epílogo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Исторические любовные романы, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Vizconde que me amó Segundo Epílogo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Vizconde que me amó Segundo Epílogo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuiden sus pies, ¡llega la Revancha Pall Mall!
Quince años han pasado, pero los Bridgerton son tan taimados y diabólicos como siempre cuando cobra vida el campo de juego de croquet. Únanse a Anthony, Kate, Simón, Daphne, Colin, Edwina y, por supuesto, el mazo de la muerte, cuando Julia Quinn les demuestre que los finales felices todavía pueden ser un poco traviesos… y llenos de diversión.

El Vizconde que me amó Segundo Epílogo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Vizconde que me amó Segundo Epílogo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Todas las camareras son buenas -dijo Kate, con cierta irritación.

– Diez libras -repitió Daphne, sacudiendo su cabeza-. Voy a decírselo a tu esposa.

– Adelante -dijo Colin indiferente cuando cabeceó hacia la colina que se empinaba sobre el curso del juego.

– Está allí mismo.

Daphne alzó la vista.

– ¿Penélope aquí?

– ¿Penélope aquí? -Ladró Anthony-. ¿Por qué?

– Es mi esposa -replicó Colin.

– Nunca había asistido antes.

– Quiso verme triunfar -devolvió en el acto Colin, recompensando a su hermano con una empalagosa y desbocada sonrisa.

Anthony resistió el impulso de estrangularlo. Apenas.

– ¿Y cómo sabes que vas a ganar?

Colin agitó el mazo negro ante él.

– Ya lo tengo.

– Buenos días a todos -dijo Penélope, bajando a la reunión.

– No victorees -le advirtió Anthony.

Penélope parpadeó confusa.

– ¿Te pido perdón?

– Y bajo ninguna circunstancia -siguió él-, porque realmente, alguien tiene que asegurar que el juego conservará algo de integridad, puedes estar a menos de diez pasos de tu marido…

Penélope miró a Colin, contó en su cabeza nueve pasos, estimó la distancia entre ellos, y dio un paso atrás.

– No habrá ninguna trampa -advirtió Anthony.

– Al menos ningún nuevo tipo de trampa -añadió Simón-. Técnicas engañosas ya establecidas están permitidas.

– ¿Puedo hablar con mi marido durante el transcurso del juego? -preguntó suavemente Penélope.

– ¡No! -corearon resonantes tres fuertes voces.

– Tú notarás -le dijo Simón-, que no hice ninguna objeción.

– Como dije -acotó Daphne, rozándolo a su paso para inspeccionar el terreno-, tú no has nacido en esta familia.

– ¿Dónde está Edwina? -preguntó Colin con bríos, echando un vistazo hacia la casa.

– Estará abajo dentro de poco -contestó Kate-. Estaba terminando el desayuno.

– Retrasa el juego.

Kate se dio vuelta hacia Daphne.

– Mi hermana no comparte nuestra devoción por el juego.

– ¿Piensa que estamos todos locos? -preguntó Daphne.

– Bastante.

– Bien, es encantadora por venir cada año -dijo Daphne.

– Esta es la tradición -ladró Anthony. Había conseguido enganchar el mazo naranja y lo balanceaba contra una pelota imaginaria, entrecerrando sus ojos mientras ensayaba su puntería.

– Él no habrá estado practicando el juego, ¿verdad? -preguntó Colin.

– ¿Cómo podría? -Respondió Simón-. Apenas marcó esta mañana. Todos lo vimos.

Colin lo ignoró y se giró hacia a Kate.

– ¿Hizo recientemente alguna extraña desaparición nocturna?

Ella bostezó.

– ¿Piensas que ha estado escapándose para jugar al palamallo a la luz de la luna?

– No me extrañaría nada -refunfuñó Colin.

– Ni a mí -replicó Kate-, pero te aseguro que ha estado durmiendo en su propia cama.

Colin manifestó.

– Eso es un asunto de tu incumbencia.

– Esta no es una conversación apropiada para tener delante de una dama -dijo Simón, pero estaba claro que estaba disfrutándolo.

Anthony le lanzó a Colin una mirada irritada, luego dirigió una en dirección a Simón por si acaso. La conversación se ponía absurda, y se estaba pasando el tiempo para que ellos comenzaran el partido.

– ¿Dónde está Edwina? -exigió él.

– La veo bajando la colina -contestó Kate.

Él levantó la vista para ver a Edwina Bagwell, la hermana menor de Kate, bajando trabajosamente la cuesta. Nunca había sido muy buena para ejercicios al aire libre, y bien podía imaginarla suspirando y poniendo sus ojos en blanco.

– Rosado para mí este año -declaró Daphne, arrancando uno de los mazos restantes del montón-. Aparentemente también, me siento femenina y delicada -Echó una mirada maliciosa a sus hermanos.

Simón llegó detrás de ella y seleccionó el mazo amarillo.

– Azul para Edwina, desde luego.

– Edwina siempre elige azul -dijo Kate a Penélope.

– ¿Por qué?

Kate hizo una pausa.

– No sé.

– ¿En cuanto al púrpura? -preguntó Penélope.

– ¡Ah!, nunca usamos ese.

– ¿Por qué?

Kate hizo una pausa otra vez.

– No sé.

– La tradición -insertó Anthony.

– ¿Entonces por qué cambia el resto de ustedes colores cada año? -persistió Penélope.

Anthony se giró hacia su hermano.

– ¿Siempre hace tantas preguntas?

– Siempre.

Él se volvió hacia Penélope y dijo:

– Nos gusta de esta manera.

– ¡Estoy aquí! -Gritó Edwina alegremente cuando se acercó al resto de los jugadores-. ¡Ah, azul otra vez! ¡Que atentos!

Ella recogió su equipo, luego girando hacia Anthony.

– ¿Jugamos?

Él dio una cabezada, luego giró hacia Simón.

– Tú eres el primero, Hastings.

– Como siempre -murmuró, y dejó caer la pelota en posición de partida- ¡Abran paso! -Advirtió, aun cuando nadie obstaculizaba su trayecto. Hizo retroceder su mazo y luego sacó hacia adelante con un magnífico golpe. La pelota partió a través del césped, directa y certera, aterrizando a unas yardas del siguiente terreno.

– ¡Ah, bien hecho! -aclamó Penélope, aplaudiendo sus manos.

– Dije nada de ovaciones -se quejó Anthony-. ¿Podría alguien seguir las instrucciones este día?

– ¿Incluso para Simón? -Devolvió Penélope-. Pensé que era sólo para Colin.

Anthony dejó su pelota con cuidado.

– Estás distrayéndome

– Como si el resto de nosotros no estuviéramos distrayéndonos -comentó Colin-. Alienta de lejos, querida.

Pero ella se mantuvo silenciosa cuando Anthony apuntó. Su golpe fue aún más poderoso que el del duque, y su pelota echó a rodar aún más lejos.

– Hmmm, mala suerte allí -dijo Kate.

Anthony la miró con suspicacia.

– ¿Qué piensas? Eso fue un golpe brillante.

– Bien, sí, pero…

– ¡Fuera de mi camino! -ordenó Colin, marchando a la posición de partida.

Anthony y su esposa se miraron fijamente.

– ¿Qué piensas tú?

– Nada -dijo ella con brusquedad-, sólo es una tontería, está indudablemente embarrado allí.

– ¿Embarrado?

Anthony miró su pelota, luego hacia atrás a su esposa, entonces otra vez a la pelota.

– No ha llovido durante días.

– Hmmm, no.

Él miró hacia atrás a su esposa. Enfureciéndose, diabólico, muy pronto iba a encerrar a su esposa en un calabozo

– ¿Cómo se embarró?

– Bien, quizás no… fangoso.

– No fangoso -repitió él, por lejos con más paciencia que la que ella merecía.

– Encharcado podría ser más apropiado. -Las palabras le fallaron.

– ¿Cubierto de charcos?

Ella frunció levemente su cara.

– ¿Cómo hace una para dar un adjetivo de charco?

Él dio un paso en su dirección.

Ella se lanzó detrás de Daphne.

– ¿Qué pasa? -preguntó Daphne, intercediendo entre ambos

Kate sacó su cabeza y rió triunfalmente.

– Realmente creo que va a matarme.

– ¿Con tantos testigos? -preguntó Simón.

– ¿Cómo -exigió Anthony-, se formó un charco en medio de la primavera más seca que recuerde?

Kate le brindó otra de sus amplias sonrisas molestas.

– Derramé mi té.

– ¿Cómo para llenar un charco entero?

Ella se encogió.

– Estaba frío.

– Frío.

– Y sedienta.

– Y al parecer torpe, también -acotó Simón.

Anthony lo miró airadamente.

– ¿Bien, si vas a matarla -dijo Simón-, te importaría esperar hasta que mi esposa estuviera lejos de ustedes dos?

Él se dio vuelta hacia Kate.

– ¿Cómo sabías donde hacer el charco?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Vizconde que me amó Segundo Epílogo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Vizconde que me amó Segundo Epílogo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Vizconde que me amó Segundo Epílogo»

Обсуждение, отзывы о книге «El Vizconde que me amó Segundo Epílogo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x