– Mi caballo está allí solo – dijo Caroline, señalando un pequeño grupo de árboles al otro lado del jardín.
– Supongo que quieres decir mi caballo – dijo Blake en tono brusco – del que te has apropiado oportunamente.
Ella emitió un bufido de enojo.
– Pido disculpas por mi uso impreciso del inglés, señor Ravenscroft, yo…
Pero todo lo que ella iba a decir (y Caroline aún no estaba segura de lo que sería) se perdió bajo el sonido de las maldiciones de James. Antes de que ella o Blake pudieran decir nada, él los había llamado a los dos cabezas de chorlito, idiotas, y algunas más, que Caroline no comprendió en absoluto. Estaba completamente segura, de cualquier forma, que eso era un insulto. Y entonces, antes de que alguno de ellos tuviera oportunidad de responder, James había montado en su caballo, y se alejaba hacia la colina.
Caroline parpadeó y se volvió hacia Blake.
– Está bastante enfadado con nosotros ¿verdad?
La respuesta de Blake fue levantarla poniéndola encima de su caballo y saltó detrás de ella. Cabalgaron rodeando la propiedad de Prewitt Hall hasta alcanzar los árboles donde ella había atado su caballo y pronto Caroline estuvo encima de su propia montura.
– Sígueme – le ordenó Blake y salió a medio galope.
Una hora o así más tarde, Caroline seguía a Blake atravesando la puerta principal de Seacrest Manor. Ella estaba cansada y dolorida, y no quería más que arrastrarse hasta la cama; pero antes que ella pudiera llegar corriendo hasta las escaleras, él la agarró a ella por el codo y la condujo hasta el estudio.
O quizás la empujó sería un término más preciso.
– ¿Esto no puede esperar hasta mañana? – preguntó Caroline bostezando.
– No.
– Tengo un montón de sueño.
Sin respuesta.
Caroline decidió intentar una táctica diferente.
– ¿Qué supones que le sucedió al marqués?
– Particularmente no me preocupa.
Ella parpadeó. Que raro. Ella bostezó otra vez, incapaz de defenderse.
– ¿Es tu intención regañarme? – preguntó – porque si lo es, también te podría advertir que no me siento con fuerzas para ello.
– ¿Que no te sientes con fuerzas para ello? – dijo a gritos.
Ella negó con la cabeza y se dirigió hacia la puerta. No intentaría razonar con él cuando estaba de semejante humor.
– Te veré por la mañana, estoy segura de que lo que quiera que sea que te tiene tan alterado, podrá esperar hasta entonces.
Blake la engancho por la tela de su falda y la arrastró de espaldas hasta el centro de la habitación.
– Tu no vas a ninguna parte – refunfuñó.
– Disculpa.
– ¿Que demonios pensabas que estabas haciendo esta noche?
– ¿Salvaros la vida? – bromeó ella.
– No te burles.
– No lo hacía. Os salvé la vida. Y no recuerdo oírte ni una palabra de agradecimiento por ello.
Él murmuró algo entre dientes, seguido de:
– No salvaste mi vida, todo lo que hiciste fue poner en peligro la tuya.
– No haré objeciones a la última frase, pero estoy segura de que os salvé la vida esta noche. Si no hubiera ido a toda prisa a Prewitt Hall para preveniros sobre Farnsworth y su té de las diez, seguramente os habría disparado.
– Eso es discutible, Caroline.
– Por supuesto que lo es – contestó ella sorbiendo por la nariz desdeñosamente – salvé vuestras desgraciadas vidas y a Farnsworth nunca se le dio la oportunidad de dispararos.
Blake le dirigió una mirada larga y dura.
– Voy a decir esto solo una vez más, tú no has armado un lío en nuestro trabajo para llevar a tu antiguo tutor a la justicia.
Caroline permaneció en silencio.
Después de un momento, Blake perdió completamente la paciencia ante la ausencia de una contestación por parte de ella, así que preguntó
– Bueno, ¿No tienes una respuesta?
– La tengo, pero no te gustaría.
– ¡Maldición! Caroline – se enfureció Blake – ¿nunca piensas en tu propia seguridad?
– Por supuesto que lo hago, ¿Crees que me lo he pasado bien arriesgando mi cuello por ti esta noche? Podría haber sido asesinada. O peor, tú podías haber sido asesinado, ú Oliver podía haberme capturado y obligado a casarme con Percy. Ella se estremeció – Dios mío, probablemente tendré pesadillas de la última escena durante semanas.
– Realmente parecías estar disfrutándolo.
– Bueno, pues no. Me sentí enferma todo el tiempo. Sabiendo que estábamos en peligro.
– Si estabas tan aterrada, ¿por qué no lloraste o actuaste como una mujer normal?
– ¿Una mujer normal ? Señor, me esta ofendiendo. Ofende a todo el género femenino.
– Debes admitir que la mayoría de las mujeres hubieran necesitado sales aromáticas esta noche.
Ella lo miró con fiereza, su cuerpo entero se agitó con furia. Debo disculparme porque yo no me desmayé, ni reí ni lloré durante toda la operación? Estaba asustada, no… estaba aterrorizada, pero ¿qué habría pasado si no hubiera mantenido una apariencia valiente? Además – Añadió, con una expresión cada vez más malhumorada – estaba tan enfadada contigo que la mayoría del tiempo olvidé lo asustada que estaba.
Blake apartó la mirada. Oírla admitir su miedo le hizo sentir incluso peor. Si le hubiera sucedido algo a ella esa noche, habría sido por su culpa.
– Caroline – dijo en voz baja – no dejaré que te pongas en peligro, te lo prohíbo.
– No tienes derecho a prohibirme nada.
Un músculo comenzó a crisparse en su cuello.
– Todo el tiempo que estés viviendo en mi casa.
– Oh, por el amor de Dios, suenas como uno de mis tutores.
– Ahora me ofendes tú a mí.
Ella dejó escapar un suspiro frustrado.
– No sé como lo soportas, vivir constantemente con tanto peligro, no sé como lo soporta tu familia, deben preocuparse terriblemente por ti.
– Mi familia no lo sabe.
– ¿Qué? – chilló ella – ¿Cómo es posible?
– Nunca se lo dije.
– Eso es detestable – dijo ella con gran sentimiento – Realmente detestable. Si yo tuviera una familia nunca los trataría con tanta falta de respeto.
– No estamos aquí para discutir sobre mi familia – la regañó – estamos aquí para discutir tu comportamiento temerario.
– Me niego a admitir que mi comportamiento fue temerario. Tú habrías hecho exactamente lo mismo si hubieras estado en mi piel.
– Pero yo no estaba en tu piel, como tú dices tan delicadamente, y además, yo llevo casi una década con esos problemas, tú no.
– ¿Qué es lo que quieres de mí?¿Quieres que prometa que nunca interferiré otra vez?
– Ese sería un excelente comienzo.
Caroline colocó las manos sobre sus caderas y sacó su barbilla hacia afuera.
– Vale, no lo haré, nada me gustaría más que mantenerme fuera de peligro durante el resto de mi vida, pero si tú estás en peligro y yo puedo hacer algo para ayudar, seguramente no permaneceré inmóvil ¿Cómo podría vivir conmigo misma si hubieras sido herido?
– Eres la mujer más cabezona que he tenido la desgracia de conocer – se pasó la mano por el pelo y musitó algo por lo bajo antes de decir – ¿No puedes ver que estoy intentando protegerte?
Caroline sintió como algo cálido cosquilleaba en su interior y las lágrimas asomaron a sus ojos.
– Si – dijo ella – ¿pero tú no puedes ver que yo estoy intentando hacer lo mismo?
– No – esa palabra fue fría, cortante y dura, tan dura, que en realidad Caroline dio un paso atrás.
– ¿Por qué estás siendo tan cruel? – susurró ella.
– La última vez que una mujer pensó protegerme…
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