Para cuando ella alcanzó los lindes de la propiedad de Oliver, el reloj de bolsillo que había cogido del despacho de Blake daba exactamente las diez en punto. Ató a la yegua (que también había tomado prestada de Blake) a un árbol, y avanzó agachada hacia la casa, escondiéndose por detrás de los altos setos que estaban colocados al lado del camino. Cuando llegó a Prewitt Hall se agachó; dudó que hubiera alguien despierto, salvo Farnsworth en la cocina, pero parecía prudente mantener su silueta lejos de cualquier ventana.
– Blake tendría que tener esto muy en cuenta – se susurró para sí misma. No sólo parecía totalmente estúpida, andando a cuatro patas, se le acababa de ocurrir que estaba de vuelta en Prewitt Hall, ciertamente el único lugar en el que ella no quería estar durante las siguientes cinco semanas. ¡Y había vuelto por su propia voluntad! Qué idiota. Si Oliver ponía sus manos sobre ella…
“Oliver esta jugando a las cartas. Oliver esta haciendo trampas con las cartas. Oliver no estará de vuelta durante algunas horas”. Era fácil murmurar esos pensamientos, pero eso no le hacía más segura, de hecho, sentía su estómago como si hubiera tragado un par de perros de caza.
– Recuérdame que no me moleste si me dejan sola – se dijo a sí misma. Se había irritado mucho cuando Blake y James se habían ido sin ella, pero ahora que estaba aquí, en el fondo de la acción, todo lo que quería era estar de vuelta en Seacrest Manor, quizás con una taza de té caliente, y a ser posible con un gran trozo de pan tostado…
Llegado este punto, Caroline decidió que no estaba hecha para una vida de espionaje. Alcanzó la esquina noroeste de la casa y echó un vistazo alrededor, su mirada recorrió a lo largo del muro de la parte oeste. No vio ni a Blake ni a James, lo que probablemente significaba que estaban accediendo a la habitación por la ventana del lado sur. Si ellos no lo habían conseguido ya.
Caroline se mordió el labio. Si estaban dentro del salón del ala sur, Farnsworth seguramente los oiría, y Oliver guardaba un arma cargada en un armario de la sala. Si Farnsworth sospechaba que había intrusos, seguro que cogería el arma antes de investigar y Caroline dudaba bastante que el mayordomo les hiciera preguntas antes de apretar el gatillo.
Un nuevo pánico nació en su interior, se deslizó al lado de la hierba, moviéndose más rápido de lo que pensó que podía hacerlo a gatas.
Y entonces dobló la esquina.
– ¿Oíste algo?
James bajó la mirada desde su puesto en el picaporte de la ventana y negó con la cabeza. Estaba subido sobre los hombros de Blake para poder llegar hasta la ventana.
Mientras que James continuó con su tarea, Blake miró a derecha e izquierda, y volvió a oírlo otra vez, un ruido como de escabullirse, golpeó ligeramente a James en los pies y puso su dedo índice sobre los labios.
James asintió y paró un momento, causando el ocasional tintineo y choque, cuando le golpeó el picaporte con su lima. Saltó silenciosamente al suelo mientras Blake se agachaba e instantáneamente adoptó una postura de alerta.
Blake sacó su pistola a la vez que avanzaba lentamente hasta la esquina, pegando la espalda contra la pared, se acercaba una pequeña sombra. No habría sido perceptible de no haber dejado alguien una vela encendida en una de las ventanas de la pared de la parte oeste. Y esa sombra crecía al ir acercándose.
El dedo de Blake se cerró sobre el gatillo. Y una mano apareció a la vuelta de la esquina. Blake se abalanzó.
pleth-o-ra (sustantivo). Demasiado lleno desde cualquier punto de vista, sobreabundancia.
Blake insiste en que hay una verdadera sobreabundancia (plethora) de razones para no poner nada importante en lo que he escrito, pero no puedo creer que haya nada en mi pequeño diccionario que pueda ser incriminatorio.
Del diccionario personal de Caroline Trent.
Un momento Caroline estaba andando a cuatro patas, y al siguiente estaba tan plana como un crepe, con un gran, pesado y extrañamente cálido peso sobre su espalda. Esto, de cualquier forma, era menos desconcertante que el arma que le presionaba contra las costillas.
– No te muevas – le gruñó una voz al oído. Una voz familiar.
– ¿Blake? – gruñó ella.
– ¿Caroline? – Él pronunció esa palabra de una forma tan estúpida como nunca antes la había oído ella, y creyó haberlas oído todas de sus diferentes tutores.
– La misma – replicó tragando saliva – y en realidad, no puedo moverme, de todas formas. Eres bastante pesado.
Él rodó apartándola y la perforó con una mirada que era un tercio de incredulidad y dos tercios de furia total. Caroline deseó en ese momento que las cosas no fueran así. Blake Ravenscroft definitivamente no era un hombre con el que poder cruzarse.
– Te voy a asesinar – siseó él.
Ella tragó saliva.
– ¿No me vas a sermonear primero?
La miró intensamente con una enorme dosis de estupefacción
– Me retracto – dijo queriendo abreviar – primero te voy a estrangular, y después te asesinaré.
– ¿Aquí? – preguntó ella dubitativamente, mirando a su alrededor – ¿no parecerá sospechoso mi cadáver por la mañana?
– ¿Qué demonios estás haciendo aquí? Tenias ordenes explícitas de quedarte…
– Lo sé – susurró con rapidez, presionando su dedo contra sus labios – pero recordé algo, y…
– Me da igual si recordaste completo el segundo evangelio de la Biblia, te dijimos…
James puso una mano sobre el hombro de Blake y dijo
– Escúchala hasta el final, Ravenscroft.
– Es el mayordomo – agregó Caroline rápidamente, antes de que Blake cambiara de idea y decidiera estrangularla después de todo. – Farnsworth, olvidé lo de su té, él tiene una costumbre muy rara, sabes. Toma té a las diez todas las noches, y pasa justamente por… – su voz se fue desvaneciendo conforme veía un rayo de luz moverse en el salón comedor. Tenía que ser Farnsworth, sujetando un farol mientras caminaba a través del pasillo. Las puertas del salón comedor se dejaban normalmente abiertas, por lo que si su farol era bastante luminoso, les sería posible ver su resplandor a través de la ventana.
A menos que hubiera oído algo y estuviera en el salón comedor investigando…
Los tres se tiraron a tierra con gran presteza.
– Tiene un oído muy agudo – susurró Caroline.
– Entonces cierra la boca – le siseó Blake como contestación.
Y ella lo hizo.
La luz cambiante desapareció por un momento, y reapareció en el salón del ala sur – Creí que dijiste que Prewitt mantenía esa habitación cerrada con llave – susurró Blake.
– Farnsworth tiene una llave – le contestó ella.
Blake le indicó con la mano que se alejara de la ventana del salón del ala sur, así que ella se arrastró sobre su vientre hasta que estuvo cerca del salón comedor. Blake estaba justo detrás de ella. Ella buscó alrededor a James, pero él se había ido cerca de la esquina en dirección opuesta.
Blake señaló el edificio y gesticuló con los labios
– Más cerca de la pared.
Caroline siguió sus instrucciones hasta que estuvo pegada a la fría piedra exterior de Prewitt Hall; al segundo, sin embargo, su otro lado estaba aprisionado contra el cálido cuerpo de Ravenscroft.
Caroline se quedó sin aliento. ¡El hombre estaba tendido sobre ella! Le habría roto los tímpanos, si no fuera porque sabía que tenía que mantener la voz baja. Sin mencionar el hecho de que estaba tendida boca abajo sobre la tierra y no deseaba tomar un bocado de hierba.
– ¿Cuantos años tiene el mayordomo?
Ella casi jadeó, sentía la respiración de él caliente contra su mejilla, y podía jurar que sintió el contacto de los labios de él contra su oreja.
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