Pero en la segunda y tercera Transición esa inquietud se desvaneció, tal como le había prometido la delegada Pereira. Darya pudo aceptar como un hecho los misterios del Propulsor Bose.
Lo que no disminuyó fue su propia sensación de ineficiencia. Era muy mala mintiendo; siempre lo había sido. El sistema Dobelle no contenía más que una estructura que se remontaba a los Constructores: el Umbilical. Y éste era un artefacto menor, con una forma de operar evidente aunque los controles que lo gobernaban permanecían en el misterio. Ella nunca hubiese hecho un viaje tan largo sólo para ver el Umbilical. Nadie lo haría. Sin embargo, ése era el motivo oficial que la Alianza había presentado para su visita.
Sabía que alguien le preguntaría por qué había hecho algo tan extraño. En todos sus años como investigadora no había habido nada que le enseñase a simular las cosas. Su rostro la delataría.
La imagen de Dobelle calmó un poco su inquietud. En un universo que para ella estaba poblado por los milagros de los Constructores, aquí había una maravilla natural que rivalizaba con ellos. Cuarenta o cincuenta millones de años atrás, el doblete planetario de Sismo y Ópalo había orbitado a la estrella Mandel en un curso casi circular. Esa órbita había permanecido estable durante miles de millones de años, resistiendo a la fuerza gravitatoria del pequeño y remoto compañero de Mandel, Amaranto, junto con las de sus dos gigantescos planetas gaseosos, que se movían en sus órbitas excéntricas a quinientos y setecientos millones de kilómetros de él. El ambiente había estado tranquilo para ambos miembros del doblete planetario Dobelle, hasta que un encuentro de los dos gigantes gaseosos arrojó a uno de ellos hacia Mandel. Ese extraño sin nombre había emergido de su trayectoria con un curso modificado que lo alejaba del sistema estelar para arrojarlo hacia el vacío.
Ese hubiese sido el fin de la historia…, de no haber sido porque Dobelle estaba en la ruta de salida del extraño. El gigante gaseoso había efectuado una danza compleja alrededor del doblete planetario, acercando a Sismo y a Ópalo entre sí mientras cambiaba sus órbitas combinadas a una con un periastro que se aproximaba mucho más a Mandel. Entonces el extraño se había desvanecido en la historia. Sólo Dobelle y el gigante gaseoso permanecieron allí; sus elementos orbitales todavía cambiantes permitían una reconstrucción exacta de los eventos pasados.
Sólo faltaban un par de semanas para la Marea Estival, el momento en que Dobelle se encontraba más cerca de Mandel. Si el análisis de Darya Lang era correcto, sería un momento de gran importancia en el brazo espiral. Y también en su propia vida. Finalmente se demostraría que sus teorías eran verdaderas. O falsas.
Darya fue hasta la portilla y observó cómo la nave se acercaba a Dobelle. Ópalo y Sismo giraban uno alrededor del otro en una danza enloquecida, efectuando tres giros completos en un día oficial. Ella alcanzaba a ver su movimiento. Sin embargo, la velocidad era algo relativo. El encuentro de la nave con la pista de aterrizaje en Ópalo parecía difícil, pero era un problema trivial para los ordenadores de navegación que llevarían a cabo ese encuentro.
Los problemas no provendrían de allí, sino de los humanos que aguardaban para recibirla. El tono del mensaje con que le permitían llegar a Ópalo sonaba ominoso: «Proporcione identificación completa de su patrocinador. Declare duración de su permanencia. Especifique detalles de descubrimientos esperados. Explique por qué ha solicitado visita en momento crítico. Diga por qué desea visitar Sismo. Proporcione información acreditada o pago por adelantado no reembolsable. Firma: Maxwell Perry, comandante.»
¿Los funcionarios de inmigración de Ópalo serían igualmente hostiles con todos los visitantes de otros mundos? ¿O su propia paranoia no sería tal, sino una inquietud con buenos fundamentos?
Aún se encontraba junto a la portilla cuando la nave comenzó su descenso final. Como se acercaba desde la dirección de Mandel, Darya tuvo una buena vista del doblete, iluminado por el sol. Sabía que Ópalo sólo era un poco más grande que Sismo —5.600 kilómetros de radio, comparado con los 5.100 de Sismo—, aunque el ojo humano se empecinaba en ver una diferencia mucho mayor. La bola iridiscente de Ópalo con su forma algo ovoide, con su eje que siempre señalaba hacia su planeta gemelo, cobraba gran importancia. El ovoide más pequeño y oscuro de Sismo se cernía a su lado, un heliotrope bruñido contra la gema brillante que era su compañero. Ópalo era monótono, pero la superficie de Sismo estaba llena de texturas, sembrada de manchas color morado intenso y verde oscuro. Trató de distinguir el hilo del Umbilical, pero desde aquella distancia resultaba invisible.
La entrada en el sistema Dobelle no ofrecía ninguna opción. Sólo había un espaciopuerto, ubicado en el centro del hemisferio Estrellado de Ópalo. No había ninguna pista en Sismo. Según sus textos, la única vía segura para acceder a Sismo pasaba por Ópalo.
¿Vía segura para acceder a Sismo?
Aunque era una bonita idea, Darya recordó lo que había leído sobre Sismo y la Marea Estival. Tal vez los textos de consulta necesitaban encontrar otras palabras, al menos para esta época del año.
En la Cuarta Alianza, los archivos de referencia hablaban aún peor que la delegada Pereira sobre los mundos controlados por el Círculo Phemus: «Remotos…, empobrecidos…, atrasados…, poco poblados…, bárbaros.»
Las estrellas del Círculo se encontraban en una región controlada por tres especies de importancia en el brazo espiral. Pero con su expansión, la Cuarta Alianza, la Comunión Zardalu y la Federación Cecropia habían mostrado muy poco interés por el Círculo Phemus. Allí no había nada que valiera la pena comprar, negociar o robar. Apenas si había lo suficiente para justificar una visita.
A menos que uno estuviese buscando problemas. Se suponía que los problemas eran algo muy sencillo de encontrar en cualquier mundo controlado por el Círculo.
Darya Lang bajó de la nave y pisó el suelo esponjoso de la pista de Estrellado. Entonces miró a su alrededor con recelo. Los edificios eran bajos y apretados al suelo, construidos con algo que parecía ser caña y lodo seco. Nadie aguardaba para recibir a la nave. Ópalo era descrito como pobre en metales, en madera y en gente. Lo único que tenía era agua; la había en grandes cantidades.
Cuando su pie se hundió uno o dos centímetros en la superficie blanda, Darya se sintió aún más inquieta. Nunca había visitado un mundo acuoso, y sabía que, en lugar de rocas y suelo sólido, bajo sus pies no había más que la frágil e insustancial corteza de la Eslinga. Debajo de ella estaban las aguas salobres, con un par de kilómetros de profundidad. Los edificios tenían una buena razón para aferrarse al suelo. Si eran demasiado altos y pesados, lo atravesaban.
De pronto le sobrevino un extraño pensamiento: ella ni siquiera sabía nadar.
Los tripulantes de la nave que la había traído continuaban ocupados con los procedimientos finales del aterrizaje. Darya comenzó a caminar hacia el edificio más cercano. Finalmente había dos hombres que salían de él para recibirla.
Su presentación en Ópalo no era muy prometedora. Ambos hombres eran bajos y delgados… Darya Lang era diez centímetros más alta que cualquiera de ellos. Estaban vestidos con unos uniformes igualmente sucios, con ropas que compartían su aspecto viejo y remendado; a cierta distancia podían haber parecido hermanos, con unos diez años de diferencia entre uno y otro. Cuando estuvo más cerca, pudo notar sus diferencias.
El hombre mayor tenía un aire amigable e informal, junto con un andar que irradiaba confianza. La descolorida insignia de capitán que lucía en el hombro indicaba que era el mayor de los dos en rango además de serlo en edad.
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