Para un cecropiano, cualquier ser que no emitiera las feromonas apropiadas no existía como ser comunicante. Eran capaces de «verlo», pero no lo percibían. Estas nulidades incluían a todos los humanos. Darya sabía que los primeros contactos entre cecropianos y humanos habían sido totalmente infructuosos hasta que, en su propia federación, los cecropianos produjeron una especie que poseía ambas capacidades, la de hablar y la de producir y percibir las feromonas.
Darya señaló a la otra criatura, quien en forma desconcertante había girado sus ojos amarillos de tal modo que mientras uno la miraba a ella, el otro observaba a la cecropiana, Atvar H’sial.
—¿Y tú quién eres?
Hubo un largo y enigmático silencio. Finalmente, la pequeña boca con sus largos bigotes de antenas sensoras volvió a abrirse.
—El nombre del intérprete es J’merlia. Posee una inteligencia reducida y no tiene ningún papel en este encuentro. Por favor, olvídate de su presencia. Es Atvar H’sial quien desea hablar contigo, Darya Lang. Quiero conversar sobre el planeta Sismo.
Al parecer, Atvar H’sial utilizaba al otro del mismo modo que los mundos más ricos de la Alianza empleaban a sus robots. Pero se necesitaría un robot muy complejo para ejecutar el tipo de traducción que realizaba J’merlia…, más sofisticado que cualquier robot del que Darya hubiese oído hablar, con excepción de los que había en la misma Tierra.
—¿Qué sucede con Sismo?
La cecropiana se agachó, apoyando sus dos patas delanteras en el suelo, de tal modo que su cabeza ciega quedó a poco más de un metro de Darya.
Gracias a Dios que no tiene colinas ni mandíbulas, pensó Darya. De otro modo no podría soportarlo.
—Atvar H’sial es una especialista en dos campos —dijo J’merlia—. En formas de vida adaptadas a condiciones ambientales extremas y también en los Artífices…, la raza desaparecida a la que los humanos llaman Constructores. Hemos llegado a Ópalo hace pocas unidades de tiempo. Mucho antes enviamos una solicitud de permiso para visitar Sismo cerca de la Marea Estival. Ese permiso no ha sido concedido aún, pero en el espaciopuerto de Ópalo hemos hablado con una persona que nos ha dicho que tú también planeabas ir a Sismo. ¿Es eso cierto?
—Bueno, no del todo. Yo quiero ir a Sismo. —Darya vaciló—. Y quiero estar allí cerca de la Marea Estival. ¿Pero cómo han hecho para encontrarme?
—Ha sido sencillo. Hemos seguido el localizador de emergencia de tu coche.
No hablo de eso, pensó Darya. Me refiero a cómo han hecho para saber que existo.
Pero la cecropiana continuaba.
—Dinos, Darya Lang. ¿Puedes conseguir un permiso para que Atvar H’sial también visite Sismo?
¿Se estaría perdiendo con la traducción lo que Darya decía?
—Tú no comprendes. Sin duda yo quiero visitar Sismo. Pero no tengo ningún control sobre los permisos para ir allí. Eso está en manos de dos hombres que se encuentran en Sismo en este momento, evaluando las condiciones.
Hubo un breve destello de Mandel a través de las nubes. Con actitud reflexiva, Atvar H’sial desplegó sus tectrices negras, revelando cuatro delicados vestigios de alas marcados por unas manchas alargadas en rojo y blanco. Eran estas señales, el cuello encrespado y la extraordinaria sensibilidad a los productos químicos del aire, lo que había inducido a los zoólogos que examinaron a los primeros especímenes a denominarlos «cecropianos»…, aunque no tenían más en común con la mariposa cecropia de la Tierra que con cualquier otra especie terrestre. Darya sabía que ni siquiera eran insectos, aunque compartían con ellos un esqueleto externo, una estructura artrópoda y una metamorfosis de la infancia a la edad adulta.
Las alas oscuras vibraron lentamente. Atvar H’sial parecía sumida en el placer sensual del calor. Después de unos segundos de silencio, las nubes se cerraron y J’merlia dijo:
—Pero los hombres son machos. Tú los controlas, ¿verdad?
—Yo no los controlo. En lo más mínimo.
Darya volvió a dudar sobre la exactitud con la cual tanto ella como Atvar H’sial recibían los mensajes. El proceso de conversión parecía imposible, pasando de sonidos a recaderos químicos para regresar a través de un extraño intermediario que probablemente provenía de una cultura que no tenía ningún punto en común con las de ellas. Y entre Darya y Atvar H’sial tampoco había referentes culturales comunes. Ella sabía que Atvar H’sial era una hembra. ¿Pero cuál era el papel desempeñado por los machos en la cultura cecropiana, ¿Zánganos? ¿Esclavos?
J’merlia emitió un fuerte zumbido, pero ninguna palabra.
—No tengo control sobre los hombres que tomarán la decisión —repitió Darya, hablando lo más fuerte y claro que pudo—. Si me niegan el acceso a Sismo, no habrá nada que pueda hacer al respecto.
El zumbido se tornó más fuerte.
—Eso es inaceptable —dijo J’merlia al fin—. Atvar H’sial debe visitar Sismo durante la Marea Estival. Hemos viajado desde muy lejos para llegar hasta aquí. No es concebible que nos detengamos aquí. Si no puedes obtener permiso para nosotras y para ti, habrá que utilizar otros métodos.
La gran cabeza ciega giró tan cerca de Darya que ésta pudo ver cada uno de sus poros. La trompa se extendió hasta tocar su mano. Era tibia y algo pegajosa. Darya se obligó a no moverse.
—Darya Lang —prosiguió J’merlia—. Cuando los seres tienen un interés en común, deberían trabajar juntos para alcanzar ese objetivo. A pesar de todos los obstáculos que otros intenten poner en su camino, no deberían dejarse vencer. Si tú nos garantizas tu cooperación, existe una forma para que Darya Lang y Atvar H’sial visiten Sismo. Juntas. Con o sin permiso oficial.
¿Estaría interpretando mal J’merlia los pensamientos de Atvar H’sial, o sería Darya quien no comprendía las intenciones de la cecropiana? De otro modo, estaba siendo reclutada por ese ser increíble para unirse a un proyecto secreto.
Y se mostró cautelosa, pero al mismo tiempo sintió una gran expectativa. Era casi como si la cecropiana hubiese estado leyendo sus pensamientos. Si Rebka y Perry aceptaban dejarla ir a Sismo, tanto mejor. Pero si no…, podía haber otro plan en marcha.
Y no un plan cualquiera; una aventura destinada a llevarla hasta su objetivo… durante la Marea Estival.
Darya pudo escuchar el silbido del aire que era bombardeado continuamente a través de los espiráculos de la cecropiana. La trompa de Atvar H’sial rezumaba un fluido oscuro, y el rostro sin ojos era un demonio sacado de la pesadilla de un niño. Junto a Darya, la figura negra y de ocho patas que era J’merlia salía de la misma pesadilla.
Pero los humanos habían aprendido a no hacer caso de la apariencia. Dos seres que compartían sus procesos de pensamiento y que tenían objetivos en común no debían mostrarse hostiles el uno con el otro.
Darya se inclinó hacia delante.
—Muy bien, Atvar H’sial. Estoy interesada en escucharte. Cuéntame.
Por supuesto que no se proponía acceder a cualquier cosa; pero sin duda no pasaría nada malo si escuchaba.
6
Marea estival menos veintinueve
El Umbilical y las cápsulas que lo recorrían llevaban allí al menos cuatro millones de años cuando los humanos colonizaron Dobelle. Al igual que cualquier otra obra de los Constructores, había sido hecha para durar. El sistema funcionaba a la perfección. Había sido estudiado en profundidad pero, aunque los análisis habían revelado bastante sobre los métodos de fabricación de los Constructores, no se sabía nada sobre su psicología o sus hábitos.
¿Los Constructores respiraban? Los coches eran abiertos, hechos en materiales transparentes y sin ninguna clase de esclusa neumática.
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