“¿Buscas algo, Jeff?”. Se oyó una voz desde arriba.
***
El hombre parado en el tercer descanso no era el compañero de Ryan. En su lugar, era Richard Bael, un antiguo conocido de los días de la Academia. “Oh, no te preocupes”, sonrió Bael. “Soy bastante real”.
Eso tenía sentido. Bael había sido uno de los primeros dieciséis en entrar a la ciudad. “¿Cómo llegaste ahí?”. Balbuceo Ryan.
“Oh”, se encogió de hombros Bel, “hay maneras”. Comenzó a bajar suavemente por la escalera. “Aprenderás luego de una semana o dos”.
“No tengo planeado quedarme tanto tiempo”, respondió Ryan a la defensiva. Trató de buscar lentamente el comunicador en su bolsillo, pero Bael detectó su movimiento.
“Oh, ¿vas a llamar a tu nave? ¿Puedo decirles unas palabras?”.
“Les encantaría saber de ti”, dijo Ryan. “¿Qué le pasó a tu unidad de comunicación?”.
“Debo haberlo puesto en algún lugar y luego lo olvidé”, dijo Bael agitando su mano. “No pensé realmente que fuera tan importante”. Llegó hasta al lado de Ryan y le extendió la mano. Ryan le dio el comunicador.
“Hola allá arriba, este es Richard Bael llamando. ¿Pueden oírme?”.
“Sí”, respondió la voz sin emociones de Java-10.
“Tengo un informe atrasado que hacer en relación con mi exploración de esta ciudad. Imagino que están grabando todo, listos para captar cada palabra del mismo”.
“Correcto”.
“Bien, entonces aquí va: Váyanse al diablo ”. Apagó el equipo y se lo devolvió a Ryan. “Siempre quise hacer eso, pero nunca antes tuve las agallas”, sonrió de buen humor.
Ryan le arrebató el comunicador de las manos, ligeramente horrorizado por la acción de Bael. “Este es Ryan llamando a Java-10. Me escuchan?”.
“Afirmativo. ¿Bael está realmente ahí contigo?”. Esta pregunta era llana más que incrédula.
“Parece estar”.
“Realmente soy Peter Pan”, comentó Bael juguetón.
“¡Cállate!”, gritó Ryan.
“No hay necesidad de ser tan delicado, Jeff. Sólo trataba de ayudar”.
“Pregúntale porque no deja la ciudad”, insistió Java-10.
“Oh, no contestes, Jeff. Estoy cansado de jugar los juegos endiosados de esa computadora”. Comenzó a moverse hacia la entrada. “Guarda ese estúpido equipo. El día está muy agradable para desperdiciarlo hablándole a una caja”.
Ryan dudó.
“Mira, viniste a explorar la ciudad, ¿no es así?”. Continuó Bael. “Bueno, yo estoy listo para darte un tour guiado. ¿Qué esperas —una invitación impresa? Okey, ten una”.
Sacó una pequeña tarjeta de su bolsillo y la lanzó a los pies de Ryan. Ryan se agachó y la recogió. Impreso en ella , en letras doradas, estaban las palabras: EL SR. RICHARD BAEL GENTILMENTE SOLICITA LA PRESENCIA DEL SR. JEFFREY RYAN PARA UN TOUR GUIADO PERSONAL POR LA CIUDAD.
¿Es suficiente para ti?”. Preguntó Bael informal.
Ryan guardó la tarjeta cuidadosamente en su estuche de muestras para posterior análisis. “Está bien Bael, hagámoslo a tu manera”. Guardó de nuevo el comunicador en su bolsillo. “Guíame”.
Con floritura, Bael salió por la puerta, con Ryan dos pasos atrás de él. Luego de que Ryan la atravesó, la apertura se desvaneció y la pared era sólida una vez más. Se negó a preocuparse por un detalle menor como ese. No dudaba que la ciudad tendría pronto mayores sorpresas reservadas para él.
Y tenía mucha razón.
***
Los dos hombres caminaron por la ciudad, Bael a un paso relajado y Ryan irritado, con impaciencia de tener que ir al exasperante lento paso del otro. No había verdaderas carreteras que seguir, ya que la ciudad no parecía haber sido establecida con ningún patrón discernible y no había tramos largos de espacio abierto, suficientemente anchos para ningún tipo de vehículo. Edificios de todas las formas, tamaños y colores surgían por todas partes; un cilindro aquí, un cono allá, una semiesfera más allá...había incluso un par que cambiaban de forma mientras Ryan los miraba.
“¿Quién construyó la ciudad?”, preguntó a Bael. “¿Por qué lo hicieron?”. “¿A dónde fueron?”.
“Es un lugar agradable, ¿no es así?”. Bael ignoró las preguntas e hizo gestos mostrando la ciudad a su alrededor.
“Eso no es una respuesta”.
“Claro que no. No tengo una. Las preguntas no son importantes aquí, por tanto las respuestas son irrelevantes".
“Por supuesto que no lo son. Debo saber —”
“Corrección: Java-10 tiene que saberlo. No tienes que hacer nada sino disfrutar”. Cloqueó Bael compasivamente. “Pobre tonto bastardo, te han lavado tanto el cerebro que ni siquiera reconoces la libertad cuando te besa en la cara. “Sentémonos y hablemos por un momento”.
Dos sillones confortables aparecieron detrás de ellos. Bael tomó uno y le hizo señas a Ryan para que tomara el otro. El explorador lo probó tímidamente antes de apoyar todo su peso en él. “¿De qué quieres hablar?”, preguntó después de que se había acomodado.
“Comencemos con el porqué estás aquí”.
“La misma razón que tú: para averiguar sobre la ciudad”.
“¿Por qué?”.
“La tecnología mayormente. Quien quiera que haya construido un lugar como este, debe estar tan adelantado respecto a nosotros que podemos aprender algo con sólo examinar sus artefactos. Tenemos que enterarnos —”
“ ¿Tenemos?”. Interrumpió Bael. “¿Realmente te incluyes a ti mismo en eso?
La interrupción le hizo perder a Ryan el hilo de pensamiento y sólo pudo pestañear sin comprender.
“Sé honesto. ¿Estuviste tú, personalmente, alguna vez tan curioso sobre lo que hay en esta ciudad como para arriesgar perder tu sanidad mental al bajar aquí?”. Los ojos de Bael estaban radiantes de vida mientras apoyaba con entusiasmo su punto de vista. “Te ofreciste de voluntario para esta misión o lo ordenó Java-10? Ah, se dio cuenta como se puso inquieto. ¿Esta no fue tu idea, o sí?
“Eso no tiene nada que ver —”
“Tiene todo que ver. Jeff, tú eres una marioneta, un esclavo de esa nave de allá arriba. Has bien tu trabajo, efectúa bien la misión y recibirás una palmada en la espalda, una recomendación, quizá hasta una medalla. “¿Eso es todo el valor que tu vida tiene para ti?”.
“Tengo una responsabilidad con el Cuerpo, con la Tierra”.
“¿Que se vayan al diablo! ¿Y qué hay de tu responsabilidad con el viejo buen número uno? ¿Qué tal aprender a cómo divertirte?”.
“La Tierra me necesita —”
“Seguro, tanto como el Presidente Ferguson necesita otro orificio en su trasero”. Bael miró a su alrededor. “Oye, amigos, venga a unirse a la fiesta”.
Quince hombres más se pasearon por el espacio abierto en el que Ryan y Bael estaban sentados. Vinieron de todas direcciones y su andar era tan relajado como había sido el de Bael. Eran el resto de exploradores que habían venido a la ciudad en las expediciones previas. Ryan conocía a la mayoría de ellos, si no personalmente, al menos por su reputación. Antes de venir a la ciudad, habían sido hombres rudos, experimentados. Ahora parecían amables, relajados y bien satisfechos. Todos ellos saludaron a Bael y sonrieron cálidamente a Ryan.
“Sin duda”, dijo Bael, “quieres sacar tu comunicador e informar a Java-10 la buena noticia de que todos estamos vivos y bien, y reunidos todos en un mismo lugar”.
De hecho, eso era exactamente lo que Ryan quería hacer. A pesar de la expresión amistosa en las caras de los hombres, sentía una aguda incomodidad de estar rodeado por dieciséis desertores. Ahora mismo, quería más que nada, sostener esa fría caja metálica en sus manos, que le diera la cálida seguridad de que había alguien allá arriba que se interesaba por su bienestar. Pero esta conversación parecía estarse convirtiendo en un duelo entre Bael y él mismo y se rehusaba a darle a su adversario la satisfacción de estar en lo correcto. Entonces dijo en su lugar, “Puedo informar más tarde”.
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