Wilson Tucker - El año del sol tranquilo

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El año del sol tranquilo: краткое содержание, описание и аннотация

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Esta novela narra el desarrollo y la posterior realización de un proyecto oficial del gobierno de los Estados Unidos para estudiar el futuro.
Ha sido considerada por la crítica como una obra excelente, quizás un poco amarga pero profundamente crítica respecto al futuro de nuestra sociedad occidental.

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Saltus hizo restallar sus dedos para indicar un trabajo bien hecho y volvió bajo la ducha.

—¿Eso es todo?

—Es suficiente para nosotros… ¡Le habremos ganado al resto del mundo! Y mucho tiempo después…, ya sabe, un año cualquiera…, algún pastor encontrará la cueva y descubrirá su contenido de la forma habitual. ¡Pero sólo nosotros sabremos la verdad!

Chaney se enjuagó y secó el rostro.

—¿Y cómo lograremos llegar a Palestina hace dos mil años? ¿Cruzaremos el Atlántico en canoa?

—No, no, no vamos a ir primero hacia atrás, civil…, no aquí, no en Illinois. ¡Si lo hiciéramos tendríamos que abrirnos camino luchando contra los indios! Mire: la Oficina de Pesos y Medidas embarcará el vehículo desde aquí dentro de un par de semanas, una vez hayamos efectuado nuestras pruebas sobre el terreno. Lo colocarán en una caja marcada como Maquinaria agrícola o algo así, y lo haremos entrar de contrabando como hace todo el mundo. ¿Cómo cree que se las arreglaron los egipcios para hacer entrar esa pequeña bomba en Israel? ¿Enviándola como paquete postal?

—Fantástico —dijo Chaney.

Un rostro surgió de la ducha.

—¿Está mostrándose usted desagradable, civil?

—Estoy mostrándome escéptico, marino.

—¡Aguafiestas!

—¿Por qué deberíamos desear copiar los papiros?

—Para ser los primeros.

—Pero ¿por qué?

Saltus salió enteramente de la ducha.

—Bueno…, para ser los primeros, eso es todo. Nos gusta ser los primeros en todo. ¿Dónde está su patriotismo, civil?

—Lo llevo en el bolsillo. ¿Cómo vamos a copiar los papiros en la oscuridad, en una cueva?

—¡Ése es mi departamento! Equipo de infrarrojos, por supuesto. No se preocupe por los aspectos técnicos, señor. Soy un cámara experimentado, ¿sabe?

—No lo sabía.

—Bueno, pues fui un cámara, un cámara profesional, cuando era soldado raso. ¿Recuerda usted los vuelos Gemini, hará unos trece o catorce años?

—Los recuerdo.

—Yo estaba allí en el muelle, señor. Como aprendiz de cámara, destinado al Wasp cuando se iniciaron los vuelos; manejé las cámaras de cubierta en algunos de los primeros vuelos en mil novecientos sesenta y cuatro, pero cuando el último de ellos se estrelló en el mar en el sesenta y seis, yo conducía uno de los helicópteros que fueron a su rescate. —Hizo un gesto despectivo con la mano—. Ahora, ¿querrá creerme?, estoy conduciendo un escritorio. Oficial de estado mayor. —Su rostro reflejó su insatisfacción—. Preferiría seguir estando detrás de la cámara; los soldados rasos son los que se lo pasan mejor con su trabajo.

—Acabo de aprender algo nuevo —dijo Chaney.

—¿Qué es?

—El porqué usted y yo estamos aquí. Yo trazaré el mapa y la estructura del futuro; usted lo filmará. ¿Cuál es la especialidad del mayor?

—Inteligencia aérea. Creí que lo sabía.

—No lo sabía. ¿Espionaje?

—No, no…, es otro hombre de escritorio, y lo odia tanto como yo. El viejo Williams es un cerebro: interrogatorios e interpretación. Da instrucciones a los pilotos antes de sus vuelos, les dice dónde deben ir a buscar sus blancos, qué se oculta en ellos y la forma en que están defendidos, y luego cuando regresan los atosiga horriblemente para saber qué han visto, dónde lo han visto, cómo han ocurrido las cosas, cómo olían y qué disparaba contra ellos.

—Inteligencia aérea —rumió Chaney—.¿Una mente fotográfica?

—Puede apostar por ello hasta su último dólar, civil. ¿Recuerda esos mapas que nos dio Katrina ayer?

—Noes probable que los olvide. Alto secreto.

—Aplique esto literalmente para el mayor: los ha memorizado, señor, de tal modo que si usted le muestra hoy otro mapa con una pequeña ciudad de Illinois desplazada cinco milímetros de su situación de ayer, el viejo William pondrá su largo dedo sobre ella y dirá: «Esta ciudad se ha movido de sitio». Es bueno. —Saltus sonrió alegremente—. El enemigo no podrá ocultarle nunca ni un depósito de agua ni un silo de misiles ni un bunker de municiones…, no a él.

Chaney asintió, admirado.

—¿Se da cuenta de la clase de equipo que está reuniendo Katrina? ¿Qué tipo de hombres ha reclutado ese misterioso Seabrooke? Me gustaría saber lo que esperan realmente que descubramos allí.

Arthur Saltus abandonó su habitación y cruzó el corredor para detenerse ante la puerta de Chaney, vestido para un día de verano.

—Eh…, ¿qué le parece nuestra Katrina?

—Consideremos la belleza como una finalidad suficiente en sí misma —dijo Chaney.

—Amigo, ¿se ha tragado usted todo un ejemplar de Bartlett?

Chaney sonrió.

—Me gusta rebuscar entre las viejas culturas, entre los viejos tiempos. Bartlett y Haakon son mis favoritos; cada uno a su manera ofrecen una fuente inagotable, un tesoro.

—¿Haakon? ¿Quién es Haakon?

—Un vikingo moderno; nació demasiado tarde. Haakon escribió Pax Abrahamitica, una historia de las tribus del desierto. Diría que es más un tesoro que una historia: mapas, fotografías y textos dicen todo lo que cualquiera puede desear saber de las tribus de hace cinco a siete mil años.

—¿Fotografías de hace cinco mil años?

—No; fotografías de los vestigios de la vida tribal de hace cinco mil años: diques bizantinos, cisternas nabateas, cursos de agua del viejo Negev que aún llevan agua, que sirven aún a las gentes que viven allí hoy en día. Los nabateos construyeron cosas para durar. Sus cisternas siguen siendo estancas; aún son utilizadas por los beduinos. Hay algunas buenas fotografías de ellas.

—Me gustaría ver eso. ¿Podría prestarme el libro?

Chaney asintió.

—Lo tengo aquí conmigo. —Miró hacia la puerta cerrada y escuchó los ronquidos—. ¿Lo despertamos?

—¡No! No si debemos convivir en la misma habitación con él todo el día. Actúa como un oso cuando es sacado de su cueva antes de que esté preparado para ello. Y nunca desayuna. Dice que con el estómago vacío se piensa y se lucha mejor.

—La compañía es espartana —dijo Chaney—; recibe todas sus heridas por delante.

—¡Oh, deje ya eso! Vamos a desayunar.

Abandonaron el barracón reconvertido y avanzaron por el estrecho sendero de cemento que conducía hacia el norte hasta la cantina. Un jeep y un coche de estado mayor pasaron por la calle, mientras a media distancia un racimo de coches civiles estaban aparcados en torno a un amplio edificio que albergaba la cantina. Eran los únicos que caminaban.

—Hace un tiempo ideal para nadar—dijo Chaney—. ¿Hay alguna piscina por aquí?

—Tiene que haberla… Katrina no ha conseguido ese hermoso bronceado bajo una lámpara solar. Creo que está por ese lado…, por la calle E, cerca del Club de Oficiales. ¿Desea ir esta tarde?

—Si ella nos lo permite… Puede que tengamos que estudiar.

—¡Empiezo a estar harto de eso! No me preocupa cuántos millones de votantes con el estómago de plástico estarán afiliados al Partido A y vivirán en Chicago dentro de veinte años. Amigo, Acornó puede pasarse usted años enteros jugando con números?

—Me siento fascinado por ellos… Los números y la gente. El aliviar un estómago de plástico puede hacer que un ciudadano se convierta de un activista A en un B, más conservador; su voto puede alterar los resultados de unas elecciones, y una administración conservadora, local, estatal o nacional puede esquivar o no hacer nada frente a un problema que necesitaba una solución ayer. El problema de los Grandes Lagos es un problema precisamente debido a eso.

—Perdón. ¿Qué problema?

—Debe de haber estado usted lejos. Los Lagos han alcanzado su nivel más alto en la historia: están inundando quince mil kilómetros de orilla. La media de precipitaciones anuales en la cuenca de los Lagos ha estado aumentando firmemente durante los últimos ochenta años, y el aumento de las aguas está causando daños. Esas casas de verano han estado sumergiéndose en los Lagos durante años, y las aguas han erosionado los riscos; dentro de muy poco tiempo otras cosas además de las casas de verano se irán hundiendo en ellos. Las playas han desaparecido, los muelles privados se están esfumando, las tierras bajas se convierten en pantanos. Algo triste, comandante.

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